Mia está en un gran problema.
Luego de la muerte de su madre, un extraño hombre que dice ser su padre aparece en la vida de Mia, poniendo de cabeza su mundo entero. El mundo que pensó que era un mito se convierte en su realidad. No solo existen los hombres lobos, sino que ella también lo era, precisamente un beta. Confundida con los acontecimientos, Mia hace lo que mejor sabe hacer: adaptarse.
Sin embargo, ella no esperaba que su burbujeante personalidad la metiera en más de un aprieto cuando descubre que es la compañera destinada de uno de los príncipes alfas de sangre pura.
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La estaré esperando, señorita.
Después de llegar de la academia, opté por no comer y subí directamente a mi habitación, necesitaba de manera urgente recuperar mi ánimo luego de todo el mal rato que pasé. Lo único que necesitaba era abrazar a mi gato y refugiarme en sus ronroneos. Solo él en este momento podía hacerme feliz, ya que, mi Nana estaba fuera de los límites no la quería preocupar o estresar, eso solo le haría mal.
Pero, en serio, este día ni siquiera terminaba y creo que ya he envejecido unos diez años con todo el drama que se gestaba a mi alrededor. Antes de llegar a este lugar recóndito mi vida ya era dramática y ahora parecía una novela con tantos giros y vueltas. Lo único que me faltaba era encontrar a un CEO dominante e iniciar una relación forzada.
— Serafín — llamé a mi gato — ¡Serafín!
— Miau, miau.
Al escuchar el maullido de mi minino, mi ánimo mejoró a la mitad, en cuanto lo recogí en mis brazos me recupere por completo. Es que nada podía hacerme más feliz que abrazarlo.
— Mi bebé, luz que da calor, luz que da fulgor, con su brillo fiel, vuelve el tiempo atrás a lo que fue — canté imitando a la madrastra de Rapunzel.
Mientras pensaba en como podía salir de este lugar en medio de la nada, me dediqué a jugar Serafín y ver que todas sus cosas estuvieran en orden, el agua, su arenero que estaba en el balcón de mi habitación así como su bandeja con alimentos. Al ver que no había salido de la habitación me sentí un poco preocupada.
— Te has vuelto tan perezoso. Creo que te va a tomar un tiempo adaptarte a este lugar. Yo tampoco me atrevo a recorrer los pasillos de esta mansión. Fueron tantos cambios en tan poco tiempo. Pero debemos adaptarnos, dudo que podamos salir de aquí en el corto plazo, pero lo haremos. Vas a ver qué pronto regresaremos con la Nana. Seamos felices juntos.
Serafín solo me observó antes de maullar y frotar su cabeza en mi mano. Al parecer él estaba al tanto de las emociones conflictivas que se desarrollaban dentro de mi corazón. Mi interior se volvió suave ante la forma mimosa en la que se estaba comportando.
— ¿Cómo puedes ser tan lindo? ¿Cómo puedes oler a nubes si te lames las pelotas con tu lengua? ¡Ah! Eres guapo, poderoso, muy hermoso, inteligente…
No pude seguir molestando a mi gato porque alguien toco la puerta de la habitación. Me mordí el labio teniendo un mal presentimiento, me pregunté quién podía ser la persona que me estaba buscando. No tenía ánimo de ver a nadie cuando sabía muy bien que mi presencia en este lugar no era para nada bienvenida. Lo que más deseaba en este momento era regresar al lado de mi Nana, pero eso era imposible. Mi dichoso padre no estaba de acuerdo, incluso escaparme parecía algo difícil, ya que ni siquiera sabía cómo llegué a este tipo de lugar. Así que lo único que me quedaba era seguir la corriente a todo y dejar que fluya hasta encontrar una oportunidad.
— ¿Quién es? — pregunté en cuanto volvieron a tocar la puerta.
— Señorita Mia, el maestro me pidió que la lleve al estudio. Dijo que necesitaba hablar con usted.
— Estoy cansada, iré más tarde.
En realidad, no iría. No tenía ánimo de verlo.
— Él dijo que fuera ahora. Parecía urgente, señorita Mia.
Aflojé a mi gato sintiéndome frustrada. ¿Qué quería está vez? — Está bien, deja que me cambie de ropa e iré.
— La estaré esperando, señorita.
Tras sus palabras resople, debido a que me hablaba con tanto respeto, sin embargo, no respetaba mis deseos. Lo que sea. Rápidamente, me cambié de ropa y arreglé mi cabello que se alborotó luego de jugar con mi gato. Me puse unos shorts negros con una blusa blanca. Cuando salí me encontré con la mirada seria de la mucama. Era la misma muchacha que me trajo mis alimentos cuando estuve en huelga. Parecía que la iba a ver a menudo. Es mejor si sabía su nombre, no quería llamarla "muchacha esto", "muchacha lo otro", eso se sentía raro cuando ambas parecíamos tener la misma edad.
— ¿Cómo te llamas? — le pregunté.
— Soy Giovanna — dijo sonriente — De ahora en adelante cualquier cosa que necesite no dude en decirme, desde este momento me convertí en su sirviente personal.
— ¿Sirviente personal?
— Sí, todas sus necesidades serán atendidas por mí.
— Bueno, mucho gusto soy Mia — le dije con una sonrisa mientras le extendía mi mano.
Giovanna me miró confundida, sus ojos cafés se abrieron con sorpresa antes de que se iluminaran, luego apretó mi mano y dijo: — El gusto es mío. Mi señorita, ahora vayamos al estudio del duque, él no es alguien a quien le guste esperar.
— Está bien.
Mientras caminaba detrás de Giovanna no pude evitar pensar en lo que me iba a decir mi padre, quizás me iba a hablar del escándalo que sucedió en la academia. Tal vez él sabía que yo era la responsable de esparcir ese rumor. Ante este pensamiento me sentí un poco temerosa. Solo después de ver todo el caos que se armó me di cuenta de lo imprudentes que fueron mis palabras.
— Si me pregunta le diré que solo fue una broma — murmuré para mí misma.
— Dijo algo señorita.
— No, nada.
— ¡Oh! Ya llegamos — mencionó Giovanna señalando una puerta de madera con algunos patrones extraños.
Antes de que Giovanna tocará la puerta esta fue abierta por el mayordomo de la mansión. El sujeto en cuestión le dio un asentimiento a Giovanna antes de mirarme.
— El duque la está esperando, pase señorita Mia.
Asentí en respuesta mientras entraba al interior de la habitación.
Cuando entré, no pude evitar sentirme maravillada al notar el ambiente dentro del estudio, ya sea las estanterías de libros que se extendían hasta el techo, llenas de tomos antiguos y valiosos, o los retratos de mis antepasados que colgaban de las paredes, con sus ojos serios y solemnes. El gran piano de cola, con su superficie pulida y brillante, parecía un elemento central en la habitación, como si esperara a que alguien se sentara a tocar una melodía majestuosa. Todo se sentía tan majestuoso, tan lleno de historia y tradición. Pero mi admiración se detuvo abruptamente cuando recordé que no estaba aquí para una excursión.
— Mia.
Cuando escuché la voz de mi padre detrás de mí, mi corazón perdió un latido, parecía que estaba en problemas. Giré sobre mis talones y lo enfrenté.