Dilata reencarna en su primera vida, con recuerdos de la segunda. Hará de todo para poder tener una mejor vida y ser feliz junto a su hijo.
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Invitado.
–Buenas tardes señorita Dupeyrón.
–Bienvenido gobernador.
–¿Para qué soy necesario?
–Quería contarle sobre los nuevos acontecimientos que han sucedido en mi familia y que incluyen al pueblo de Iris.
–¿Son buenas noticias?
–Quiero creer que serán buenas noticias y espero no le moleste.
–¿Qué sucedió señorita?
El gobernador llegó de inmediato luego de recibir mi carta y a esta altura de la conversación se ve preocupado.
–Quiero que vea esto.
Al llegar puse el mapa en un cuadro y lo colgué en una de las paredes de la oficina.
Me levanto y lo guió hacia el.
–¿Qué es esto?
–Este es el nuevo condado de Iris.
–¿Qué? Pero aquí está nuestro pueblo ¿Tendremos un nuevo señor?
–Soy yo.
Lo invito a sentarse de nuevo para contarle todo lo que sucedió en la capital con respecto al regalo de su majestad.
–Quisiera pedirle su ayuda para reconstruir el pueblo y hacerlo un lugar mejor para todos nosotros, usted es el actual gobernador de Iris y lo seguirá siendo en el futuro.
–Acepto Condesa Dupeyrón.
•••••••
–¿Está todo listo?
–Sí mi señora.
–Estupendo.
Hace poco llegó un mensajero anunciando la llegada inminente del Archiduque. Mientras pasan los minutos mis nervios crecen y también la expectación, no entiendo la razón pero estoy más emocionada que nunca antes.
–Quiero que todos vengan conmigo a la entrada.
Los empleados salen a la entrada de la casa y se paran de forma ordenada, con el mayordomo a la cabeza, a los pies de las escaleras me pongo yo junto con mis hijos y nuestras nuevas mascotas.
Al poco tiempo de acomodarnos se pueden ver venir unos caballeros en sus monturas y detrás de ellos un carruaje.
Mis nervios crecen cuando a la cabeza de los caballeros puedo ver al Archiduque montado en su caballo bicolor.
El Archiduque desmonta de su caballo y camina en nuestra dirección.
–Bienvenido su majestad el Archiduque.
Hago una reverencia luego de saludar, detrás mío escuchó a todos imitar mi acción y mostrar su respeto a Raymond.
–Saludos Condesa Dupeyrón.
El archiduque hace una acción que me sorprende, toma mi mano y besó el dorso de esta.
–Bienvenido tío Raymond.
–Drystan –vuelvo a ver a mi hijo sorprendida.
–Tranquila, yo le dije que me podía decir de esa forma.
Se agacha a la altura de mi hijo para acariciar su cabeza.
–¿Cómo estás pequeño?
–Muy bien gracias.
–Me alegro mucho.
–Es un placer tener a su majestad en nuestro hogar, si gusta pasar.
El Archiduque asiente antes de comenzar a seguirme a la sala donde tenemos preparados algunos bocadillos.
Los sirvientes ya tenían órdenes de llevar las cosas del Archiduque a su habitación y ayudar a acomodar todo.
–Tome asiento por favor.
–Muchas gracias.
–¿Qué le gustaría servirse? Tenemos zumo de frutas, té y café.
–Un té estará bien.
—De acuerdo.
Una de las sirvientas comienza a servir las respectivas bebidas, me entrega una mamadera para dar su leche a Elliot.
–¿Fue muy cansado su viaje majestad?
–Solo un poco, espero que su viaje haya sido ligero.
–Siguen sin gustarme las carretas, no se si se habrá dado cuenta de las calles del pueblo.
– Lo he notado y desde la entrada del pueblo todo fue más fluido.
–Fue un trabajo en conjunto con el gobernador, tenía que tener unas buenas calles aquí, se me olvidó proponerle un proyecto parecido al emperador.
–Creo que mi hermano estaría encantado de hacer negocios con usted, no dejaba de hablar maravillas de sus nuevas reformas.
–Me alegra de que le hayan gustado.
Continuamos charlando un rato hasta que decido darle un pequeño tour por la propiedad y la casa.
–Este es el campo de las cosechas.
Caminamos por los pequeños pasajes que quedan entre todas las cosechas, hace un tiempo hicimos unos puentes de madera de lado a lado para facilitar la cosecha de frutas y verduras, en caso de lluvias no hundirse en el barro.
–¿Le gustaría probar las frutas?
–Por supuesto, las fresas son mis favoritas.
Camino hacia las fresas, tomando unas tijeras que hay en el lugar comienzo a cortar algunas y ponerlas en una canasta.
–Venga conmigo.
Me sigue hasta una pequeña fuente para limpiar las fresas antes de ofrecerle una, diferente a lo que creí no la toma con su mano, si no que directamente acerca su cara a mi mano y la muerde mirándome directo a los ojos.
–Está deliciosa –dice pasando su lengua por su labio inferior.
–Me alegra que sea de su agrado. Me gustaría darle un obsequio.
Hago aparecer un macetero pequeño, lo lleno de tierra y le pongo una fresa completa, me dirijo al estanque con agua purificada por los cristales y le colocó unas cuantas gotas.
En un instante florece un pequeño arbusto de fresas con unas cuantas de las mismas en el.
–Eso fue asombroso ¿Cómo lo hizo?
El Archiduque mira con los ojos muy abiertos el mini arbusto, saca una fresa y se la lleva a sus labios.
–El agua es especial.
Continuamos con el recorrido hasta llegar a su habitación.
–Está será su habitación, dos puertas más allá es la mía y enfrente la de mi hijo mayor.
–¿No tiene un ala de visitas?
–No vi necesario acomodarlo allá, solo soy yo y mis hijos por lo que aquí también quedan unas cuantas habitaciones.
Entramos y comienzo a explicarle el funcionamiento de todo, los interruptores de luz y cómo utilizar las llaves del agua.
–Esto es de mucha utilidad y fácil de usar.
–Sí, me gusta buscar lo mejor para hacer más fácil la vida de mis hijos –camino a uno de los muebles para dejar el macetero –Lo dejo descansar.
–Espere.
El archiduque me tomó de la mano justo cuando estaba a punto de llegar a la puerta. Me volteo para verlo a la cara.
–Hay algo que quiero hacer desde hace un tiempo y espero que no se enoje.
–¿Qué?
No puedo terminar de hablar cuando el hombre tira con suavidad de mi brazo, quedó apoyada en su pecho con ambas manos mirando sus ojos sorprendida, coloca su mano derecha en mi nuca y comienza a acercar su cara a la mía besando mis labios.
Tengo momentáneamente el pensamiento de apartarlo pero en su lugar mis manos se hacen puños agarrando la camisa del Archiduque y cerrando los ojos para seguir el beso.
Viendo mi aceptación al beso pasa a poner sus manos en mi cintura para acercarme más a él yo en cambio abrazó su cuello con mis brazos. Con cada segundo que pasa el beso se vuelve más intenso.
De un momento a otro el Archiduque apoya su frente sobre la mía respirando agitado.
–Esto no está bien, aunque no lo quiera aun soy una mujer casada.
–Sí quiere me puedo detener, no la forzare a nada.
Me lo pienso unos segundos pero vuelvo a besar al Archiduque.
Raymond con una de sus manos levanta mi vestido, pego un pequeño salto para enredar mis piernas en su cintura, pasa ambas manos por mis piernas para detenerse en mi trasero, el cual aprieta y me acerca más a él.
Suelto un gemido cortando el beso y echo mi cabeza hacia atrás, él aprovecha para comenzar a besar mi cuello, con mi mano izquierda agarró un poco su cabello por el placer que me están dando sus besos.
Me despega de la puerta para caminar hacia la cama donde me deja suavemente.
–¿Está segura?
–Por supuesto.
Me doy la vuelta para desabrochar mi vestido y dejarlo caer con suavidad al piso, corre mi cabello hacia un lado para besar mi hombro mientras acaricia mi cuerpo.
–Es usted hermosa mi lady.
Me volteo solo para verlo quitándose la camisa y tirarla al piso, hipnotizada levantó la mano para acariciar su pecho bien formado, bajo por sus abdominales marcados y los cuento, en total son ocho.
–¿Le gusta?
Asiento lentamente con la cabeza, él sonríe antes de acercarse para besarme.
Después de eso se vuelve en la mejor noche de mi vida.
no se arrepiente solo es su marido el dilema debería acabar con esa farsa ya que tiene apoyo así no va sola no le hará nada y este Raymond de todo por ella ya que puede ser que pronto haya bebe a bordo