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ERICK

ERICK

Status: Terminada
Genre:Completas / Intrigante / Policial / Casos sin resolver
Popularitas:1.6k
Nilai: 5
nombre de autor: JH NOVEL

Erick un antiguo detective retirado es una persona obsecionada con un caso de desapricion del pasado resibe una misteriosa llamada anonima que lo llevara a volver al caso, el inicio que comenzo con esta llamada lo metera a los planes de una organizacion que nos dice que el secuestro de laura no es tan simple como parece

La historia está hecha para que te preguntes si hubieras seguido las decisiones que Erick toma a lo largo de la historia

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Hace 50 Años

El teléfono suena en mi mano, el tono estridente cortando la silenciosa tensión que me oprime. Es María. Su voz, aunque distante, contiene un dejo de preocupación. "Erick, necesito verte. He encontrado algo… algo importante". Le cuento mis sospechas, la posible conexión entre la Sociedad Áurea, el asesinato de mi padre y la desaparición de Laura. La imagen del anillo, el logo que aún me persigue, se dibuja en mi mente. Le pido que investigue sobre el asesino de mi padre, sobre su pasado, sus conexiones… todo lo que pueda encontrar. La urgencia en mi voz refleja la intensidad de mis sospechas. Ella asiente, su silencio un compromiso tácito.

Dos días pasan como una tormenta silenciosa. Cada hora, cada minuto, se siente como una eternidad. La obsesión, ese antiguo enemigo, vuelve a apoderarse de mí. Revisito las notas, los datos, las fotografías, buscando cualquier pieza que pueda unir las piezas de este rompecabezas mortal. La imagen del adolescente muerto, la del rostro desfigurado, la del humo verde, me atormenta. Un sentimiento de culpa, frío y lacerante, me perfora.

Finalmente, el día de mi encuentro con Evan llega. Me encuentro con él en un café casi vacío, la atmósfera cargada de una tensión palpable. Antes de que el pueda llegar, María me llama. Su voz, esta vez, es un susurro helado. "Erick... el asesino de tu padre… se suicidó. El día que fuimos a la casa de huéspedes."

Un escalofrío recorre mi espalda, una sensación de vértigo que me hace tambalear. No hay sorpresa, solo un frío reconocimiento de la verdad que se me impone. No fue un simple asesinato, fue una eliminación, un acto deliberado y calculado. Alguien lo eliminó para encubrir algo, algo grande. Y la conexión con la Sociedad Áurea y la desaparición de Laura se hace todavía más fuerte, más aterradora.

La información de María me golpea como un mazo. El suicidio, un evento tan oportuno, es demasiado perfecto para ser casualidad. El mismo día, la misma noche del laboratorio secreto, la explosión de la casa de huéspedes… todo está conectado. espero a evan pero el nunca llego

El café está casi desierto. El olor a café rancio y a esperanza muerta se mezcla en el aire. Me preparo para marchar, la información de María resonando aún en mis oídos, cuando una figura femenina se interpone en mi camino. Una mujer rubia, de ojos penetrantes detrás de unas gafas elegantes, me tiende una tarjeta con una sonrisa que no llega a sus ojos.

Es una sonrisa fría, calculada, que contrasta con el temblor casi imperceptible en sus manos. En la tarjeta, un nombre: Eleanor Olsen. El mismo apellido que Evan.

La desconfianza me recorre como una corriente eléctrica. Mi instinto me grita que huya, que no confíe en nadie, que esta mujer podría ser otra pieza de este macabro rompecabezas, otra trampa. Pero el apellido… ese apellido es un anzuelo demasiado tentador. Es una pista demasiado importante para ignorarla.

Me quedo parado, observándola con la misma frialdad que ella me observa a mí. No hay precipitación en sus movimientos, sólo una silenciosa certeza en su postura. No dice nada más, solo espera. Espero que ella rompa el silencio. El aire se vuelve denso, cargado de una tensión que se corta con un cuchillo. El peso del pasado y la amenaza del presente se ciernen sobre mí, una presión constante que me oprime.

El coche de Eleanor, un elegante sedán negro, parece una extensión de su personalidad: sobrio, elegante, amenazante. En el interior, la tranquilidad que proyectaba en el café se desvanece. Un silencio pesado se instala entre nosotras, roto sólo por el suave zumbido del motor y el susurro de los neumáticos sobre el asfalto. Sus manos, ahora firmes sobre el volante, delatan una tensión contenida. Con una calma inquietante, que contrasta con la tormenta que intuyo bajo la superficie, menciona la muerte de su padre. Evan.

La mención del símbolo del anillo, ese mismo que me ha perseguido durante semanas, me deja sin aliento. La información llega como un golpe, un puñetazo directo al estómago. Su padre le envió un mensaje, una última súplica por ayuda, un mensaje que contiene la clave para desentrañar este misterio. Un mensaje que la impulsó a buscarme a mí. La muerte de su padre no fue un simple accidente, o al menos, eso es lo que sus palabras sugieren. El accidente, según Eleanor, se contradice con la información del mensaje. Ese último mensaje, esa comunicación desesperada justo antes de su muerte, es una prueba contundente de que algo siniestro estaba sucediendo. La muerte de Evan no fue accidental; fue un mensaje, una advertencia. Una señal de que la verdad está mucho más cerca de lo que jamás imaginé, pero también mucho más peligrosa. Un velo de oscuridad se cierne sobre nosotras, el peso de la verdad se percibe en el aire. El silencio entre nosotras, denso y cargado de misterio, espera a ser roto por el siguiente movimiento.

El coche se detiene ante una casa victoriana imponente, envuelta en una silenciosa majestuosidad que contrasta con la agitación en mi interior. Eleanor aparca con precisión, un movimiento casi mecánico que revela la tensión que comparte conmigo. La casa, con sus ventanas oscuras y un jardín descuidado, respira un aire de misterio y abandono. Un escalofrío, ajeno al frío nocturno, recorre mi espalda.

Entramos en silencio. El interior es un reflejo del exterior: elegante, pero polvoriento, como si el tiempo se hubiera detenido. Eleanor me conduce a un estudio, una habitación llena de libros antiguos, documentos amarillentos y un aire denso de investigación. En el centro del escritorio, sobre una mesa de caoba, descansa un archivador viejo y desgastado. Lo abre con un cuidado reverencial, mostrando un logo grabado en la portada: una serpiente enroscada alrededor de un cáliz, con alas extendidas. Lo reconozco de inmediato.

"La Corporacion Quimera," dice Eleanor, su voz apenas un susurro. "Mi padre y el mentor de tu padre… ambos la investigaron. Documentos desclasificados hace unos años revelan su participación en experimentos humanos ilegales, todo para lograr la cura del cáncer."

Me inclino sobre el archivador, examinando con detenimiento el logo y la información dispersa entre las páginas descoloridas. El olor a papel viejo y polvo se mezcla con el aroma familiar a lavanda, un recuerdo persistente de las escenas anteriores. Fotos, informes médicos... todo apunta a una investigación a gran escala, llevada a cabo con una crueldad inhumana.

"Lograron avances significativos," continúa Eleanor, señalando una página con un gráfico complejo. "Una cura parcial para ciertos tipos de cáncer. Pero… la ambición y la codicia se impusieron. La Sociedad Quimera nunca consideró la ética. Sus acciones eran tan ilegales que fueron desmanteladas, pero eso sólo enterró la verdad, no la eliminó."

Siento un escalofrío recorrerme la columna vertebral. El rostro del adolescente muerto, con su único ojo negro y el humo verde, vuelve a mi memoria. ¿Estaba relacionado con los experimentos de la Corporacion Quimera? ¿Es posible que Laura Miller también fuera víctima de estas prácticas?

De repente, la conexión es abrumadora. La Corporacion Quimera... la Sociedad Áurea… ¿podrían ser la misma organización, bajo nombres diferentes, ocultando su verdadera identidad a lo largo de los años? El rompecabezas comienza a tomar forma, pero la imagen completa sigue siendo elusiva, cubierta por una oscuridad que me amenaza con engullir.

"¿Qué ocurre ahora, Erick?" pregunta Eleanor, observando mi expresión concentrada. "¿Cuál es tu próximo paso?"

El silencio en la habitación es profundo, perturbador, sólo roto por el latido de mi propio corazón. La respuesta, intuyo, se encuentra en las páginas de este archivador, en las sombras que esta compañía dejó atrás, en la verdad que se esconde tras cincuenta años de silencio. El peso de la responsabilidad, la obsesión, me empujan hacia adelante. La verdad está aquí, a mi alcance... o quizás, no tan cerca como yo creo.

1
María auxiliadora Hernández
Muy malo
María auxiliadora Hernández
Normal
Grasiz Venegas Beroiza
Uf! Todo lo que he leído hasta aquí, me ha dejado con un exquisito sabor a misterio policial. Muy parecido a esas series de los años ochenta, cuando el detective está en el meollo del asunto, y nos íbamos a comerciales. Sinceramente, me encanta. Realmente me atrapó este relato. Sigo leyendo, para saber hasta donde lo llevan las percepciones latentes de esa cámara misteriosa e intrigante. Espero y no se intoxique con el persistente aroma a almendras amargas... 😱😱😱
JOSEPH HILL: gracias, pero mas adelante la historia escala muy rapidamente a eacalas mayores asi que no se si sera de tu gusto, solo espero que lea la historia hasta el final
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