Josiane no quería estar allí, pero se vio obligada a ir a terapia debido a las reglas del refugio en el que vive.
Patrícia, su psicóloga, estaba acostumbrada a tratar casos difíciles, pero nada la preparó para Josiane.
Entre la ética y el amor ¿cuál prevalecerá?
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Capítulo 17
Decimotercera Sesión
Patricia abrió la puerta con su habitual profesionalidad. Josiane entró, pero, al contrario que las otras veces, no se sentó inmediatamente. Se quedó parada, cerca de la puerta, pareciendo indecisa. Patricia, intrigada, cerró la puerta y se giró para preguntar si todo iba bien. Fue entonces cuando Josiane, de forma inesperada, dio un paso al frente, apoyándose en la puerta y obligando a Patricia a retroceder ligeramente.
Patricia se quedó cortada, con el corazón latiéndole más rápido de lo que le gustaría admitir.
—¿Josiane, qué estás haciendo? —preguntó, intentando mantener la compostura, aunque su voz delataba su confusión.
Josiane se inclinó ligeramente, con los ojos fijos en los de Patricia.
—Puede que me equivoque, pero creo que, en la sesión pasada, hubo algo... una química entre nosotras.
Patricia se quedó helada. Su mente intentó encontrar las palabras adecuadas para negar, para rechazar cualquier insinuación, pero antes de que pudiera responder, Josiane se acercó aún más.
De forma rápida e inesperada, le dio un beso en la mejilla a Patricia, un roce suave y breve, pero que parecía tener una intensidad abrumadora. Patricia abrió los ojos de par en par, ruborizándose violentamente.
—¡Josiane! —exclamó, entre una risa nerviosa y un intento de valentía—. ¡Esto no puede pasar! Es completamente... —Su voz se quebró, y se dio cuenta de que no podía terminar la frase.
Josiane, en lugar de retroceder, se mantuvo allí, a pocos centímetros de Patricia.
—Perdona —dijo, con la voz cargada de sinceridad—. Sé que no debería... pero necesitaba asegurarme de lo que percibí.
Patricia respiró hondo, intentando reorganizar sus pensamientos. Sabía que debía apartarse, que debía reprender a Josiane de forma más firme, pero sus pies no le obedecían. Se quedaron allí, paradas, mirándose la una a la otra, con el silencio sólo roto por la respiración de ambas.
Finalmente, Patricia encontró su voz.
—Josiane, por favor, siéntate. —Su voz era baja, casi un susurro.
Josiane dudó un momento, pero luego obedeció, sentándose en el sofá con una leve sonrisa en los labios. Patricia caminó hasta su silla, intentando ignorar el calor que aún sentía en el rostro.
—Bueno... —empezó Patricia, intentando recuperar la formalidad—. ¿Cómo estás?
Josiane sonrió, con los ojos brillando de entusiasmo.
—Estoy bien, la verdad. Tengo buenas noticias. Mi trabajo me ofrece la oportunidad de dejar el medio tiempo y pasar a tiempo completo. —Dijo las palabras con una energía contagiosa.
Patricia se inclinó ligeramente, sorprendida y, en cierto modo, admirada.
—¿Tiempo completo? ¡Qué bien, Josiane! Pero cuéntame más sobre eso.
Josiane comenzó a explicar, con una claridad y una seguridad que Patricia no le había visto antes. Habló de las responsabilidades adicionales, de los beneficios que conllevaría el puesto y de cómo eso significaba más estabilidad para ella. Mientras hablaba, sus ojos brillaban, y Patricia se dio cuenta, una vez más, de lo inteligente y decidida que era Josiane.
—Claro que no va a ser fácil —concluyó Josiane—. Pero estoy emocionada. Quiero demostrar que soy capaz, ¿sabes?
Patricia sonrió, sintiéndose realmente orgullosa.
—Estoy segura de que lo harás muy bien. Te mereces esta oportunidad, Josiane.
Josiane sonrió, pero había algo juguetón en su mirada. De repente, se levantó del sofá y caminó hacia Patricia, que la observaba con expresión curiosa.
—¿Qué estás haciendo ahora? —preguntó Patricia, arqueando una ceja.
Josiane se detuvo detrás de la silla de Patricia y comenzó a masajearle los hombros, deslizando los dedos suavemente.
—Pareces tensa, sólo intento ayudar —respondió Josiane, con un tono inocente, pero su sonrisa dejaba entrever una ligera picardía.
Patricia soltó una risita, negando con la cabeza.
—Josiane, vuelve a tu sitio. —Su voz era firme, pero había un tono divertido—. ¿Y si alguien entra y nos ve así?
Josiane rio, apartando las manos y retrocediendo con una mirada ligeramente culpable.
—Perdona. Ha sido un impulso.
Patricia se giró para mirarla a los ojos, con los ojos más suaves que antes.
—Lo sé, pero es importante que respetemos los límites aquí. —Lo dijo con una sonrisa que pareció suavizar cualquier reproche.
Josiane asintió, pero su mirada permaneció fija en Patricia.
—Yo sólo... me gusta verte relajada. —dijo, antes de volver al sofá.
Patricia sintió que el calor le subía de nuevo al rostro, pero mantuvo la compostura profesional. Sin embargo, mientras continuaban la conversación, una parte de ella sabía que las líneas entre terapeuta y paciente se estaban volviendo peligrosamente borrosas.
Aun así, no podía quitarse de la cabeza la sensación de que, de alguna manera, ese momento entre ellas había sido importante. Para Josiane. Y para ella misma.
Pero entonces surgió la culpa.