Alice Crawford, una exitosa pero ciega CEO de Crawford Holdings Tecnológico en Nueva York, enfrenta desafíos diarios no solo en el competitivo mundo empresarial sino también en su vida personal debido a su discapacidad. Después de sobrevivir a un intento de secuestro, decide contratar a Aristóteles, el hombre que la salvó, como su guardaespaldas personal.
Aristóteles Dimitrakos, un ex militar griego, busca un trabajo estable y bien remunerado para cubrir las necesidades médicas de su hija enferma. Aunque inicialmente reacio a volver a un entorno potencialmente peligroso, la oferta de Alice es demasiado buena para rechazarla.
Mientras trabajan juntos, la tensión y la cercanía diaria encienden una chispa entre ellos, llevando a un romance complicado por sus mundos muy diferentes y los peligros que aún acechan a Alice.
NovelToon tiene autorización de DL700 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 14 Protección
El Audi negro se deslizó con elegancia hasta detenerse frente al edificio donde Alice lo esperaba, de pie al lado del guardia de la entrada y con el teléfono móvil pegado a su oído. Su expresión era seria, sus labios tensos mientras hablaba en voz baja, pero con un tono que dejaba entrever su frustración. Aristoteles, siempre observador, salió del coche y se acercó con paso firme.
Al sentir su presencia, Alice dejó la conversación a medias y guardó el teléfono un momento para que él pudiera ayudarla a subir. Aristoteles le ofreció su brazo, y ella se sujetó de él con naturalidad, agradecida por la atención. Una vez que estuvo acomodada en el asiento trasero del Audi, Alice retomó la llamada con la misma intensidad con la que había estado hablando antes.
—Patrick, sé que estás preocupado, pero yo también estoy haciendo todo lo que puedo —dijo Alice, con un suspiro de cansancio mientras mantenía el teléfono en la mano.
Al escuchar el nombre de Patrick, Aristoteles miró a Alice a través del retrovisor, notando la tensión en su rostro. Se concentró en la carretera, pero sus oídos captaron cada palabra, atento a la conversación entre ella y su exesposo.
—Alice —la voz de Patrick se escuchaba al otro lado de la línea, cargada de enojo y frustración—, esto ha llegado demasiado lejos. Nathan está fuera de control. Necesitas hablar con él, antes de que haga algo que ambos lamentemos.
Alice tomó aire, intentando contener su exasperación.
—Ya lo sé, Patrick, pero estoy en medio de algo importante ahora mismo. No puedo dejarlo todo e ir a solucionarlo en este instante.
Patrick soltó un suspiro que resonó a través del teléfono.
—Siempre es lo mismo, Alice. Tu trabajo, tus responsabilidades… pero nunca parece haber tiempo para Nathan y Sophie.
Alice frunció el ceño, su voz se volvió más firme, pero también denotaba un rastro de dolor.
—No digas eso. Sabes que estoy haciendo todo esto por ellos. Nada de esto tiene sentido si no es para darles un futuro seguro.
—¿Y qué clase de futuro les estás dando? —preguntó Patrick, su tono crítico—. Nathan está perdido, y Sophie… ella siente que ya no te importa. ¿Cuánto tiempo más crees que puedes mantener este ritmo sin que las cosas se rompan?
Alice apretó los labios y, tras una pausa, respiró profundamente.
—Voy a hablar con Nathan, ¿de acuerdo? Pero necesito que tú también entiendas que esto no es sencillo para mí. Estoy tratando de mantener todo en equilibrio, y a veces eso significa que tengo que tomar decisiones difíciles.
La conversación se volvió un poco más tenue, y Aristoteles, que había seguido la conversación en silencio, sintió una mezcla de empatía y admiración por Alice. Sabía que ella cargaba una presión increíble, y escuchar la tensión en su voz le recordó que, detrás de su imponente exterior, existía una mujer que luchaba por mantener a su familia y su empresa a flote.
Concentrado de nuevo en la carretera, Aristoteles notó un coche que llamó su atención: un sedán negro, un modelo Dodge Charger, que parecía seguirlos desde que habían dejado el edificio. Aunque intentó mantener la calma, la actitud de ese coche lo inquietó. Decidió cambiar de dirección, girando en la siguiente calle para dar una vuelta cuadrada. Observó por el retrovisor, tratando de confirmar si el coche realmente los seguía.
El Dodge Charger giró también, manteniendo la misma distancia. La sospecha de Aristoteles se incrementó, y sus manos se apretaron ligeramente en el volante mientras aceleraba, manteniendo una calma calculada para no alarmar a Alice, quien seguía con la llamada y parecía no haberse dado cuenta de la maniobra.
Aristoteles tomó un giro brusco a la derecha, esperando perder al sedán. Sin embargo, el Dodge Charger se mantuvo detrás de ellos, acelerando para no perderlos de vista. Evaluando sus opciones, Aristoteles aceleró al llegar a una intersección y giró rápidamente hacia la izquierda, tomando una calle que desembocaba en una zona más transitada, donde los edificios altos les daban un poco más de cobertura.
El sedán dudó un instante en el cruce, lo que le dio a Aristoteles una pequeña ventaja. Aprovechó la oportunidad para acelerar y perderse entre el tráfico, tomando una ruta alternativa en dirección a la empresa. Sus movimientos eran precisos y calculados, y su experiencia en situaciones de alta tensión le permitió esquivar al coche sin que Alice notara lo que estaba sucediendo.
Finalmente, tras unos minutos de maniobras cuidadosas, Aristoteles se percató de que el Dodge Charger ya no los seguía. Relajó sus manos en el volante y lanzó una mirada a Alice por el retrovisor, asegurándose de que no se había dado cuenta del momento tenso.
Alice, ajena a lo que acababa de suceder, terminó la llamada con un suspiro y guardó el teléfono en su bolso.
—Disculpa por todo el ruido —murmuró, mirando en dirección al asiento delantero como si pudiera ver a Aristoteles—. Las cosas en casa se están complicando un poco.
Aristoteles le dedicó una leve sonrisa a través del espejo retrovisor, manteniendo su tono tranquilo.
—No hay problema, señora Crawford. Está en buenas manos.
Alice asintió y esbozó una sonrisa ligera, que denotaba una gratitud silenciosa. Sabía que Aristoteles estaba ahí para ella, en cada momento, incluso cuando no se daba cuenta, y aquella sensación de confianza en alguien más era, para ella, un alivio que pocas veces permitía.
Por otra parte está Aristóteles....wao, todo en él grita "soy Griego", hasta el nombre
sugiero que coloques imágenes de tus personajes. gracias, ánimo