Teodoro es hijo de un magnate, el es un joven malcriado que vive sin preocupaciónes pero todo se acaba cuando su padre para darle una lección le da el puesto de ejecutivo a su Rival de la escuela Melanie el debera trabajar para ella y no será nada fácil porque es perfeccionista y poco flexible a diferencia de Teodoro,
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capitulo 20
La oficina parecía aún más agobiante de lo habitual. Las luces fluorescentes brillaban con intensidad, pero Teo sentía que su entorno era opaco. La tensión que se acumulaba en su pecho lo ahogaba. En el fondo, lo sabía: los celos lo estaban devorando. Había algo en la manera en que Melanie y Alec, su mano derecha, se entendían que lo ponía más nervioso que nunca. Alec siempre estaba cerca de ella, siempre era el primero en ofrecerle una sonrisa o en intercambiar ideas durante las reuniones. Todo parecía fácil entre ellos. Él, con su aire tranquilo y serio, era el contraste perfecto con la actitud volátil y persuasiva de Melanie.
Teo, en cambio, estaba atrapado entre el peso de sus responsabilidades y la incomodidad que sentía al ver cómo los dos parecían tan cercanos, como si compartieran una complicidad que él nunca podría alcanzar. Y si eso no fuera suficiente, Fernando siempre estaba a la sombra, listo para hacer un comentario insípido o molestar a todos con su actitud insoportable.
Esa mañana, mientras la reunión sobre la expansión de la empresa se alargaba más de lo necesario, Teo no pudo evitar mirar a su alrededor. Alec estaba de pie junto a Melanie, hablando en voz baja sobre los próximos pasos del proyecto. Ambos parecían tan conectados, tan en sintonía, que Teo sintió una punzada de inseguridad. ¿Qué tenía Alec que él no? Alec no era el futuro CEO, pero parecía entender a Melanie mucho mejor que él. ¿Acaso lo haría mejor en su puesto?
—Teo, ¿tienes algo que añadir? —le preguntó Melanie, mirando al futuro CEO con una sonrisa profesional.
Teo se tensó al sentir todos los ojos sobre él. Alec lo miró brevemente, sin malicia, pero con una ligera insinuación de superioridad. La presencia de Alec lo intimidaba. No le gustaba admitirlo, pero había algo en ese hombre que le hacía sentirse pequeño, insignificante, como si no estuviera a la altura.
—Eh, no… nada en este momento —respondió Teo, apretando los dientes y volviendo a mirar la pantalla de su computadora.
Melanie asintió, sin parecer molesta. En realidad, Teo no esperaba que lo estuviera. Su actitud hacia él siempre era profesional, pero en ese momento, algo en su voz, en su manera de mirarlo, le daba la impresión de que Melanie preferiría tener a Alec como su compañero de trabajo.
Lo peor de todo fue que, mientras Teo intentaba procesar esos sentimientos, Fernando comenzó a hablar.
—No sé por qué no dejan que sea yo quien tome las riendas de esto —dijo Fernando, claramente buscando atención, como siempre.
Teo lanzó una mirada rápida hacia él. Fernando estaba sentado en su lugar, como si fuera el rey de la oficina, esperando que todos lo admiraran. Pero lo único que hacía era interrumpir, molestar y dar opiniones poco útiles. Teo solía ignorarlo, pero en ese momento, con todo lo que pasaba por su mente, lo único que quería era gritarle que se callara. Cada palabra que salía de la boca de Fernando le parecía un desafío.
—Tal vez porque nadie te toma en serio, Fernando —murmuró Teo, sin pensarlo.
Fernando lo miró como si estuviera esperando una reacción. Alec, que siempre estaba pendiente de todo, frunció el ceño ligeramente, pero no dijo nada. Melanie, sin embargo, parecía algo distraída, como si estuviera en otro mundo.
—Teo… —comenzó Alec, pero Teo lo interrumpió.
—No me digas que "calme mis nervios", Alec. Ya sé lo que estás pensando —dijo, soltando el aire con una risa amarga.
Alec lo miró con calma, como si ya estuviera acostumbrado a sus arrebatos. El hombre era demasiado tranquilo para los estándares de Teo, y eso lo molestaba. Aunque se sintiera incapaz de expresar todo lo que sentía, algo en la forma en que Alec manejaba las situaciones lo desarmaba. Era el tipo de persona que siempre parecía tener todo bajo control, y eso lo hacía sentirse fuera de lugar.
Al final, la reunión terminó, pero Teo no pudo evitar sentirse más incómodo que nunca. Mientras todos comenzaban a recoger sus cosas, Alec se acercó a Melanie.
—¿Te ayudo con eso? —le preguntó, y ella le sonrió, como siempre lo hacía con él.
Teo observó la escena desde su lugar. Alec nunca dudaba en estar cerca de ella, nunca dudaba en ofrecerle su apoyo. Y lo peor de todo es que Melanie lo aceptaba sin pensarlo. No era que él no quisiera que Melanie tuviera a alguien en quien confiar, pero ¿por qué tenía que ser Alec? ¿Qué tenía él que Teo no tenía?
Fernando, por otro lado, se acercó a Teo con una sonrisa burlona en el rostro. Teo no lo miró, pero sabía que venía a provocarlo.
—¿Te molesta que Melanie y Alec estén tan cerca? —preguntó Fernando con tono de burla.
Teo lo miró fijamente, con la mandíbula apretada. No le tenía miedo a Fernando, pero sí le molestaba su constante actitud de superioridad.
—No me molesta, Fernando —respondió con calma, tratando de controlar su rabia—. Solo me molesta que no puedas quedarte callado ni un segundo.
Fernando soltó una risa falsa y se alejó, pero Teo no podía dejar de pensar en sus palabras. ¿Le molestaba que Alec estuviera cerca de Melanie? No lo sabía, pero lo que sí sabía era que cada vez que veía a Alec y Melanie juntos, sentía una punzada en el estómago.
Esa tarde, Teo decidió escapar de la oficina antes de perder los nervios. Subió al coche con la intención de ir a casa y olvidarse de todo. Necesitaba un descanso, algo para calmar su mente. Pero, mientras conducía, su teléfono vibró. Era un mensaje de su amigo de siempre, Luca.
—"¿Fiesta en mi casa esta noche? Te hace falta un poco de diversión."
Teo sonrió para sí mismo. Era lo que necesitaba. Alejarse de la oficina, de los pensamientos oscuros que lo rondaban, y sumergirse en la distracción. Podía beber, desahogarse, olvidar. No pensó más en ello.
Esa noche, Teo se encontraba en el bar, rodeado de su grupo de amigos, bebiendo para olvidarse de todo. Los amigos que lo acompañaban no hacían más que recordarle lo que ya sabía: se aprovechaban de él, de su dinero y estatus. No le importaba, solo quería desconectar.
Pero de repente, cuando levantó la vista, vio una cara familiar. Melanie y Alec estaban en el mismo bar, aunque no parecían notar su presencia. Alec le estaba hablando con algo de complicidad, y Melanie se reía genuinamente. Teo sintió una mezcla de frustración y celos, un deseo de destruir esa imagen que lo atormentaba.
Pero entonces algo dentro de él se detuvo. ¿Qué estaba haciendo? No podía seguir en esa espiral de celos y rabia. Tal vez era hora de enfrentarse a sí mismo y dejar de depender de las distracciones para escapar de la realidad.