Una jovencita hija de uno de los mafiosos más grandes de Italia, nacida de su primer matrimonio y destinada como toda mujer nacida en la mafia a ser moneda de cambio, está comprometida con Reginald Fabrizi, a quien ama y adora.
Reginald Fabrizi Heredero de otra de las mafias de Italia, está enamorado como un loco de Fiorella Cappellari, hija de Francesco Cappellari, pero la envidia de la media hermana de Fiorella hará dudar a toda su familia, incluyendo a Reginald del amor de su amada.
La pobre Fiorella deberá ser fuerte y valiente para poder superar todo lo que le viene, la traición, intriga y la venganza rodeará a esta joven volviéndola capaz de hacer lo que sea para conseguir su venganza, habrá para esta mujer dañada la oportunidad de volver a amar.
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Tóxicos
Reginald y Francesco están que se mueren al ver que lograran nada, se van llevándose a sus mujeres, los hermanos de Fiore se acercan a ella para poder hablarle.
—Fiorella… Perdónanos, no hicimos nada, no podíamos tampoco —Fiorella solo suspiro.
—Lo sé y lamento que se hayan enterado, así de que él no es su padre. —Dice ella.
—No te preocupes, eso nos tranquiliza y no iremos a casa o es capaz de matarnos. —Ella asiente.
—Eso es mejor, voy a acabar con cada uno de ellos y no quisiera que ustedes fueran daños colaterales. —Contesto ella.
—Tranquila hermana porque lo eres, seguirás siendo nuestra hermanita. —Ellos se retiraron y Fiorella hizo lo mismo, el objetivo estaba logrado.
—Podemos irnos. —Dijo y se subieron a dos coches, esta vez Salvatore quería tiempo con ella
—Este no es el camino, Salvatore. —Dijo ella.
—Lo sé cariño, solo quiero que esta noche comencemos a conocernos de verdad. —Dijo él.
—Ya te conozco, eres arrogante, insoportable y precoz. —Dijo y él comenzó a toser haciéndola reír.
—Que dices… Yo no soy ningún precoz a lo mejor mi abuelo si lo era si y si no lo era sería por la Viagra. —Ella soltó las risas.
—No te molestes… Creo que tu abuelo me dijo eso. —Respondió ella.
—Pues es mentira… te lo puedo demostrar… _ Ella negó.
—Tranquilo tigre… A dónde me llevas. —Pregunto ella.
— A mi mansión, espero que te guste.
—Ok, vamos, querido nieto. —Dijo haciéndolo rabiar.
—De verdad quisiste a mi abuelo. —Él preguntó.
—No lo quise, lo amo, pero no se lo dije, jamás solo lo abrazaba y pasábamos todo el día riendo, él me lo dijo antes de morir y yo no le dije nada… —Ella suspiró para no llorar.
—Lo extraño mucho. —Agregó.
—Vaya… Entonces me pintaré el cabello de gris… —Dijo y ella rio.
—Para que, este matrimonio es más conveniencia que otra cosa y yo no creo en amar a hombres, ya pase por allí. —Dijo y él apretó el volante.
—Aún te afecta lo que él hizo. —Ella asiente
—Y creo que jamás lo superaré, yo lo amaba, sabes, con mi vida, él era mi mundo y no creyó en mí, dudó de mí… —Sentía rabia e impotencia.
—Te duele, aún lo amas… —Pregunto él.
—No quiero hablar de eso. —Dijo ella.
—Por qué, no, ves aún lo amas. —Siguió.
—Cambia el tema… —Dijo ella.
—Es increíble que después de todo aún lo ames… Volvió a insistir, sentía impotencia por creer eso.
—O cambias el tema o me lanzo. —Advirtió ella.
—Por qué todo es a tu manera, solo debes ser sincera verlo, te hizo amarlo y te dolió verlo con otra. —Fiorella abrió la puerta y se lanzó, era un camino boscoso por donde iban y callo en tierra y pasto, por eso no se golpeó mucho.
Salvatore frenó el auto en seco y corrió tras ella, la vio toda llena de polvo y arena, caminando hacia el bosque, él la abrazó por la espalda y ella comenzó a luchar y lo empujó.
Salvatore se abalanzó a ella y la abrazo de nuevo, mientras ella luchaba.
—Tranquila Fiorella, ya cálmate, lo siento. —Ella forcejeó y ambos cayeron, él encima de ella y entonces la besó, los labios de Salvatore atacaron los de Fiorella y ella se dejó llevar, el beso fue intenso y los dejo agitados.
—Lo siento, Fiorella… Siento seguir el tema, pero detesto pensar eso—Dijo él y ella lo besó, ella lo giró quedando encima y le beso el cuello, mordía su barbilla y luego atacaba sus labios.
Salvatore le dio vuelta tomando el control y le besaba el cuello y su cuello, buscaba el cierre de su vestido mientras ella quitaba su saco y camisa.
Ella gemía por el desespero, al igual que él, quien estaba duro como roca.
Salvatore no encontraba el cierre del vestido y ella lo jaló rompiendo el agarre de un solo hombro, sus perfectos senos quedaron a la vista y él gimió de sorpresa, la deseaba.
Ella desabrochó el cinturón y el pantalón, buscando su miembro.
Salvatore besó el centro de sus senos para después besar sus picos, Lia mientras trataba de bajar su bóxer, ella intentó hasta qué…
—Jefe se encuentra bien, vimos el auto… —Dijo, uno de sus guardias estaban en los terrenos de la mansión de Salvatore.
Él rápidamente la cubrió y grito
—Lárgate imbécil, estoy bien. —Ambos se levantaron y ella comenzó a sostener la blusa de su vestido, pero él le puso su chaqueta y la cargo camino con ella hasta el auto lo arrancó y a los dos minutos ya estaban estacionados en la mansión, él la cargó de nuevo y subió las escaleras con ella.
Los hombres los veían y él la dejó en su habitación y se disculpó, estaba apenado, pero también quería matar a ese idiota que se atrevió a interrumpir en tal momento.
—Lo lamento puedes bañarte allí y ponerte ropa mía. —Ella asintió sin decir nada primera vez que quedaba sin palabras.
Él salió y ella se duchó, ese hombre la descontrola y no puede dejarlo entrar, ya ella se cerró a cualquier sentimiento, pero este hombre no ayuda.
Fiorella se ducha y sale del baño en toalla, busca un bóxer y una camiseta y se las coloca.
Ella está sentada sin saber qué hacer y él ya duchado y vestido con una camiseta y un short.
Trae una rosa en la mano y ella aprieta sus ojos.
—Ten, lo siento. —Ella lo besa y dice.
—No tolero las rosas, me recuerdan mi relación con Reginald y lo idiota que fui. —Él toma la rosa y la aprieta para romperla, pero se pincha.
—Bobo… Es una rosa y lastima, debes tener cuidado, ven. —A él eso no le dolía, pero ella se preocupaba y a él le gustaba.
—Duele mucho, es insoportable. —Ella se levantó y revisó hasta dar con un botiquín en el baño.
—Listo, ya está… —Le coloco una bandita y él sonrió.
—Las abuelas sanan con besos. —Dijo y le puso la mano, ella le dio un beso en la banda y el la besó.
—Lo siento Fiorella, no fue mi intención, no lo volveré a mencionar. —Ella negó.
—No me duele, es solo que… detesto todo lo que tenga que ver con él, pero ya solo tengo odio para ese hombre, es pasado. —El la acarició en la cara.
—Y yo.
—Tú eres mi nieto, mi presente… Y por tus mañas también mi futuro. —Él asintió riendo, no sabes cuánto te busqué y mi abuelo te trajo a mí.
Esa noche durmieron abrazados.