Continuación de la emperatriz bruja y reencarne en una jodida villana.
NovelToon tiene autorización de abbylu para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capítulo 19
Cuando la joven despertó, sintió una pequeña mano sujetando la suya. Giró con cuidado el rostro y se encontró con Elios, dormido a su lado. Después de lo ocurrido con su hermana, el niño se había negado a apartarse de ella y se quedó para cuidarla. Pero el cansancio lo venció antes de que Neftalí recobrara el sentido.
Conmovida, acarició con suavidad su cabeza, en un gesto protector que no esperaba dar tan pronto.
Fue entonces cuando la puerta se abrió sin hacer ruido y Regulus apareció en la habitación, su figura recortada contra la luz tenue del pasillo.
—La ira es un canal poderoso para la magia —dijo con voz grave, deteniéndose junto al lecho—, pero también es el más inestable. No debes forzarla, Neftalí.
Neftalí bajó la mirada, aún acariciando los cabellos de Elios.
—No fue mi intención... —susurró—. Solo quería protegerlo. No sabía que había tanto dentro de mí. Tanta rabia… tanto dolor.
Regulus se acercó con calma y se sentó en el sillón junto al lecho.
—La magia responde al corazón antes que a la mente —explicó—. Y el tuyo ha sido herido demasiadas veces en muy poco tiempo. No es raro que pierdas el control. Lo que me preocupa… es que te estés acostumbrando a ese caos.
Neftalí lo miró con los ojos húmedos, pero no dejó que las lágrimas cayeran.
—Como viste... mi corazón está lleno de odio. Cuando mis padres murieron, tuve que tomar el control de la organización, mi legado... Yo no quería, pero tuve que hacerlo por mi hermano. Leonardo apenas tenía quince años cuando lo mataron. Quince...
Regulus no habló, y solo dejó que ella continuara.
—Este niño me recuerda a él... No permitiré que nada malo le pase. Ahora es mi responsabilidad, y si tengo que recurrir a mis heridas más profundas para protegerlo, lo haré.
El mago la observó con seriedad, aunque en su mirada no había juicio, sino una silenciosa comprensión.
—No te pido que te tortures —dijo al fin—. Te pido que te fortalezcas. Porque si no controlas tu poder, otros lo harán por ti. Y no todos serán tan benevolentes como quienes están bajo este techo.
Neftalí apretó los labios. La idea de perder de nuevo el control la asustaba… pero más la asustaba no hacer nada al respecto.
—¿Me enseñarás?
Regulus asintió lentamente.
—Sí. Pero no será fácil… Ni rápido.
La joven se irguió ligeramente en la cama, con Elios aún dormido a su lado.
—Entonces empecemos cuanto antes. No quiero volver a lastimar a nadie.
Un destello de orgullo cruzó por los ojos del mago.
—Bien. A partir de mañana, serás mi aprendiz. Pero esta vez, Neftalí... lo harás como quien realmente eres. No como una fugitiva, sino como la heredera de una magia olvidada.
Ella asintió, decidida.
Y mientras Elios dormía sin saberlo, el primer paso hacia un nuevo destino acababa de ser dado.
---
El alba tiñó el cielo de tonos púrpura cuando Neftalí se presentó en los jardines interiores del bastión. Aún llevaba vendajes bajo la túnica, pero sus ojos ya no temblaban de dolor, sino de resolución.
Regulus aguardaba en el centro del círculo de piedra, rodeado de símbolos arcanos trazados con sal y ceniza. A su lado flotaba un grimorio antiguo que parecía respirar con vida propia.
—Hoy aprenderás a convocar sin destruir —dijo el mago sin rodeos—. A contener el poder sin que él te contenga a ti.
Neftalí asintió. No hubo saludos ni cortesías. Solo un gesto con la mano, y la primera prueba comenzó.
El entrenamiento fue arduo. Durante días, Regulus la obligó a revivir cada emoción dolorosa sin ceder al caos. Le enseñó a moldear la energía de la ira en fuego puro, pero también a extinguirlo con compasión. Aprendió a oír la voz de la magia dentro de sí, esa que durante tanto tiempo confundió con gritos de venganza.
—Controlar no es reprimir —le dijo una tarde mientras la ayudaba a levantarse del suelo tras una caída—. Es aceptar sin rendirse.
—¿Y si lo aceptado te consume? —preguntó ella, con las manos temblorosas.
—Entonces conviértelo en tu fuerza. El dolor no es tu enemigo. El olvido, sí.
---
Mientras tanto, más allá de los muros de Atenea, el Imperio de Jade avanzaba.
Sus tropas ya habían cruzado los ríos del norte, subyugando aldeas y quemando bosques sagrados. Bajo la bandera esmeralda ondeaban los estandartes de la dominación: crueles generales que no temían ni a dioses ni a dragones. Los rumores de una bestia con una magia ancestral, extraída del corazón de criaturas místicas, recorrían el continente como un presagio.
En los salones de guerra, los estrategas temblaban ante un solo nombre: el General Asgar, mano derecha del emperador de Jade, invicto desde la guerra de los Siete Clanes.
—Se acercan a Atenea —advirtió un mensajero exhausto al llegar a los muros—. Ya han tomado las fortalezas de Efiria y reclaman derecho sobre las montañas sagradas.
La noticia cayó como plomo en la sala. El general de la guardia ordenó rápidamente enviar una carta a los emperadores, informando de la inminencia de la guerra.
Cuando el mensaje llegó, Leonor compartió la noticia con Mauricio y Regulus, quien frunció el ceño, volviendo la vista hacia el oeste.
—Entonces no hay tiempo que perder —dijo con voz grave—. Neftalí está lista... En cuanto a las princesas y al príncipe de Málaga, también lo están. Creo que llegó el momento de despertar a los dragones...
Leonor, al oír esas palabras, asintió, pero agregó:
—¿No deberíamos buscarlos primero?
—Ellos están aquí.
Mauricio lo miró con cierta inquietud y preguntó:
—¿Aquí... aquí?
—Sí. El niño los trajo consigo.
Leonor miró en dirección al jardín y, al ver cómo Elios leía un libro mientras a lo lejos su hermana entraba, murmuró:
—Niño astuto. Muy bien, debemos decirles lo que sucede, para que nos los entregue...
Regulus la miró con seriedad.
—En realidad es un poco más complicado que eso. Los dragones solo responden a un linaje.
—Déjame adivinar, al suyo —dijo Mauricio, frunciendo el ceño.
Regulus asintió.
—En cuanto los despertemos, solo responderán a las órdenes de Neftalí y del príncipe Elios. Por eso quise entrenarlos primero y ganarnos su confianza.
Leonor murmuró, volviendo la vista al jardín:
—Le estaríamos entregando un gran arma a un niño...
—Pero sin ella no hay forma de ganar las batallas que vienen. Debemos confiar en que sabrán hacer lo correcto.
—¿Tenemos otra opción? —preguntó Mauricio con pesar.
—No, no la tenemos. Y creo que es por eso que los buscan. Si ambos mueren, los dragones se extinguen y ese poder jamás se despertará. Pero no podemos permitir que Neftalí muera. Su destino está marcado.
Leonor asintió, seria.
—Y el niño tampoco. Es nuestro deber protegerlo. Le prometimos a la princesa que estaría a salvo.
Regulus asintió.
—Muy bien. Como todos estamos de acuerdo, iré a buscarlos para avisarles lo que sucede y lo que debemos hacer...
—Te acompañamos —dijeron los emperadores al unísono.
Y así, los tres se dirigieron al campo de entrenamiento.
Al llegar, Isabela y Neftalí estaban practicando juntas, cuando las tres figuras de autoridad se pararon frente a ellas.
Neftalí miró al mago, jadeando por el último hechizo aprendido, con las palmas llenas de ceniza y fuego en la sangre.
—¿Qué sucede? —preguntó al ver los rostros serios.
—El Imperio de Jade se acerca. Vienen por ustedes... —dijo Regulus, refiriéndose a Neftalí y a Elios.
La chica tembló ante la posibilidad de que no la ayudaran, pero el mago agregó:
—¿Estás lista para demostrarles que ya no eres la niña que huyó el día que atacaron tu reino?
—Estoy lista —afirmó sin dudar.
El mago asintió con solemnidad.
—Entonces ven. —Y, mirando también a los príncipes y princesas, agregó—: Ustedes también. Llegó el momento de despertar a los dragones.
Con esas últimas palabras, todos siguieron al mago, sin saber con certeza qué harían, pero con la convicción de que no permitirían que se llevaran a los príncipes de Atenea. No sin luchar. No contra su voluntad.