Melanie Harper quiere disfrutar de unas merecidas vacaciones antes de enfrentar su dura realidad y tomar una decisión que afectará, sin duda, el resto de su vida, sin embargo, no contaba con que Conor Sullivan apareciera en su vida, y la hiciera vivir todas las aventuras que alguna vez soñó con experimentar.
Conor Sullivan guarda un secreto, es el Capo de la mafia Irlandesa, pero no dejará que Mel se aleje de él por su trabajo, antes peleará con la misma muerte de ser necesario.
Porque si encuentras a la persona que te hace feliz tienes el derecho a hacer lo que sea para conservarla a tu lado, incluso si aquello implica que sangres.
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Juntos para siempre
Conor
Abro la puerta con la sangre hirviendo en mi sangre.
–Más te vale que el puto mundo se esté quemando ahí afuera, Ming, porque de lo contrario soy capaz de lanzarte por la puta ventana del último piso de este edificio –ladro–. ¿Cómo mierda sabes dónde me estoy quedando? No me contestes –digo cuando entiendo–. Renji está aquí.
–En el bar y más te vale bajar porque si no lo haces subirá él y tendremos esta conversación delante de la muñequita que quieres follarte.
–¿Muñequita? –pregunto en un siseo.
–Así la llamó Mauro. ¿Qué mierda tienes en la cabeza, Conor? –pregunta y luego mira mi bóxer–. Bueno, sangre no tienes, porque toda la sangre la tienes acumulada abajo. –Golpea mi hombro y sonríe amistosamente–. Me alegra saber que tu amigo volvió a funcionar. ¿Pero justo con ella?
Me dejo caer contra la puerta y golpeo mi cabeza con la madera.
–¿Cuánto por tomar a Renji y desaparecer todo el puto día? Dime tu valor.
Se cruza de brazos y su sonrisa amistosa se pierde. –Bajas o entraremos nosotros y no te gustará lo que digamos delante de la muñequita.
–¡No la llames así! –ladro–. Ming –le ruego, pero me detengo cuando tensa su mandíbula.
–Tienes cinco minutos –suelta antes de alejarse por el pasillo hacia el ascensor.
Doy un fuerte golpe a la puerta con mi puño, rompiendo mis nudillos.
¿Por qué ahora?
La puerta se abre de repente y antes de poder recuperar el equilibrio caigo dentro de la habitación como un saco de papas.
–Oh, mierda –se lamenta Mel arrodillándose a mi lado–. Pensé que estabas golpeando la puerta. Lo siento, Conor.
Me rio porque, ¿qué otra cosa puedo hacer?
Tomo su pequeña cintura y la subo sobre mi regazo.
–Te vez preciosa con mi camisa.
Sonríe. –Es muy suave, creo que me gusta más que mi propia ropa –dice y luego acaricia mi rostro con su pequeña mano–. ¿Está todo bien?
Respiro profundamente, bajando mis hombros. –Tengo que bajar a una reunión con mis…–titubeo–, amigos y socios –declaro.
Odio mentirle y si puedo ser sincero en algunas cosas, lo haré.
–¿No pueden esperar? –pregunta inclinándose–. ¿Tan solo quince minutos? –agrega antes de besar la comisura de mis labios
–¡¿Quince minutos?! –pregunto indignado, pero divertido al mismo tiempo–. Si crees que solo jugaremos quince minutos te llevarás una enorme decepción. Te quiero todo el puto día para mí.
–Promesa, promesas –susurra y luego muerde mi labio inferior–. Nadie te enseñó que es mejor bajar las expectativas, Conor.
Sonrío antes de besarla con hambre y con rabia. No puedo creer que tendré que esperar para probarla.
–Creo que seré yo quién te enseñará que siempre puedes esperar más. Mereces mucho más, Mel –digo mientras sostengo su mejilla y acerco su frente a la mía–. Mucho más –juro.
Sus ojos celestes se desenfocan y comienzan a oscurecerse. Maldita sea, es tan preciosa.
–Ve a la reunión –ordena golpeando mi hombro con su palma–. Luego tendremos mucho tiempo para seguir esta conversación. Iré a dar una vuelta por la ciudad.
–Recuerda usar…
–La peluca –me corta–. No es la primera vez que hago un trabajo como este, Conor. Sé lo que tengo que hacer.
Me besa una última vez antes de levantarse.
Me levanto también y antes de que pueda caminar al baño, la empujo a la cama y me recuesto sobre ella.
Recorro su cuerpo con mi mano.
–Es doloroso saber que, bajo mi camisa, estás completamente desnuda, Mel –susurro y luego paso mi nariz por su cuello, haciéndola reír.
–Es bueno saber que ambos estamos sufriendo.
Niego con mi cabeza. –No estás sufriendo como yo, ni de cerca.
Tomo su mano y la llevo a mi polla adolorida.
Los ojos de Mel se abren y luego muerde su labio inferior, tentándome más todavía.
–Vaya –susurra y luego un sonrojo cubre sus mejillas y cuello–. Ve a esa reunión rápido –ordena mientras su mano me acaricia. Escondo mi rostro en su cuello y gruño por el dolor y el placer que estoy sintiendo en este momento–. Y vuelve a mí.
Mi celular comienza a sonar justo cuando estaba a punto de mandar a mis amigos al demonio y tomar a Mel aquí mismo.
Maldigo y mi chica ríe divertida.
–Tendremos tiempo, grandote –me asegura–. Ve –insiste empujando mi pecho.
Me quejo y ruedo para liberarla.
Mel me mira y antes de poder levantarme se quita su camisa y me la lanza, dejándome verla completamente desnuda.
Me guiña un ojo antes de voltearse y caminar hacia el baño.
Vuelvo a maldecir cuando veo su perfecto trasero respingón meneándose antes de desaparecer.
Esa mujer acabará conmigo.
Me levanto, todavía enhiesto, y comienzo a vestirme rápidamente. Si no salgo de aquí ahora, no lo haré nunca.
Doy un portazo al salir, tratando de liberar algo de la rabia que me está carcomiendo en este momento.
Camino hasta el ascensor y no me sorprendo al ver a Ming ahí.
Golpea mi nuca.
–Deberías buscar la frase cinco minutos en Google, imbécil. Son trescientos segundos y nada más.
–Cuando estás con la chica correcta el tiempo vuela, tú deberías saber eso, ¿no? –molesto–. ¿No te pasa lo mismo cuando estás con Val?
Vuelve a golpear mi nuca, furioso.
–Camina y cállate –exige cuando las puertas del ascensor se abren en el lobby–. Además, lo mío con Val es diferente. A mí ella me importa. Mucho. En cambio, tú solo te estás divirtiendo con la muñequita –devuelve todavía enojado–. Entiendo que estés emocionado por haber recuperado tu libido, pero no puedes exponernos así.
Me cruzo de brazos y levanto una ceja mientras miro a Ming. No tiene idea de qué es lo que siento alrededor de Mel. Está bien, puede que yo todavía no lo entienda, pero definitivamente no estoy con ella solo para follar y divertirme.
Aunque sé que nunca me he divertido tanto en mi vida como en estos últimos días, pero es más que eso.
Renji está sentado mirándome con todo el odio que es capaz con un vaso en su mano. El bar está vacío. Me pregunto si es por la hora o porque Renji lo mandó a cerrar. Trato de recordar el nombre del Hotel y creo que este es uno de los muchos hoteles que pertenecen a Renji y a su madre.
–Siéntate –ladra.
Me rio y me quedo de pie. Todos saben que no me gusta recibir órdenes. Rasgo que heredé del mal nacido de mi padre.
–Me estás tocando los cojones –espeta Renji.
Me encojo de hombros. –Si es lo que te gusta… –molesto.
Renji rompe el vaso en su mano tanto presionarlo.
–¿Quieres impresionar a alguien? –pregunto mirando a mi alrededor–. Deja el mal humor, Renji.
Se levanta en un movimiento y coge mi camisa. Es media cabeza más bajo que yo, pero su cabreo es intimidante para cualquiera fuera de nuestro círculo de amigos. Estamos acostumbrados a su personalidad iracunda.
–No voy a cubrir tu trasero si la cagas de nuevo, Conor –amenaza–. Esta vez dejaré que la INTERPOL acabe con tu miserable vida. Y no permitiré que nos hundas a todos.
–¿Crees que si me detienen declararé en contra de ustedes para rebajar mi condena, Renji? No seas ridículo. Nunca lo haría. Ustedes son mis hermanos –digo mirándolo a los ojos y luego miro a Ming–. Juntos hasta el final, ¿no? Al menos yo todavía lo creo.
Renji me suelta y retrocede un paso.
–Juntos hasta el final –repite después de unos segundos–. Mauro me puso nervioso.
Me rio. –A Mauro le gusta jugar con nosotros, lo conocen. Su vida es tan aburrida y vacía que necesita provocar peleas entre nosotros para divertirse.
Ming sonríe. –Bueno, Conor tiene razón. Todos conocemos a Farina.
Renji se sienta y le hace un gesto al bartender, quien asiente y comienza a servir whiskey en tres vasos a una velocidad impresionante.
–¿Está cagado de miedo? –le pregunto a Renji y este levanta sus labios en un amago de sonrisa.
–Ya sabes lo que creo, Conor. El miedo es mejor que el respeto –devuelve mientras el bartender deja los vasos en la mesa–. ¿Qué vas a hacer si te descubre?
Tomo el vaso y lo hago girar entre mis dedos.
–Creo que le diré la verdad –digo y ambos me miran de inmediato–. Merece que sea sincero con ella.
–¿Pero te arriesgarás por un buen revolcón? –pregunta Renji con escepticismo–. Sé que últimamente tú no estabas follando, pero ¿de verdad lo vale?
Miro el licor en el vaso y luego me lo bebo en un trago.
–Supongo que lo descubriremos pronto.