Objetivo: Venganza

ELISA

Durante el camino hacia la casa de Mateo, intento no ponerme demasiado nerviosa, pero es imposible, con cada momento en que nos acercamos, es peor mi nerviosismo. 

Él ciertamente dijo que no pensara mal de la invitación, pero es imposible no hacerlo, no cuando estaremos solos los dos en su casa, en su espacio personal. La idea de que puede pasar algo es más de lo que puedo soportar pensar y sin embargo, aunque tengo nerviosismo, también deseo que pase algo.

Para mi decepción, sus palabras parecen haber sido reales. Él de hecho cocinó para mí, insistiendo en que debía esperar sentada, sólo viendo. Pero verlo moverse por la pequeña cocina de su casa, fue en realidad un deleite para mis ojos y también fue una tortura no poder ir a abrazarlo por la espalda y enterrar mi cara en su ropa para poder sentir su olor y calidez.

Mientras él cocina, conversamos de todo un poco, pero no tocamos los temas importantes y me sorprende lo fácil que es caer en su humor y sus conversaciones, justo como lo hacía cuando me visitaba en prisión, dejándome deseando su próxima visita.

La comida estuvo agradable y la conversación también. Luego nos trasladamos a la sala y él sigue hablando, tan relajadamente que me hace preguntarme si de verdad no pasará nada en toda la visita.

-Entonces él… -está diciendo Mateo, cuando lo interrumpo. 

-¿En serio me invitaste sólo para pasar el rato?- pregunto, antes de que pueda detenerme. 

-¿Por qué? ¿Tenías algo más en mente?- pregunta, con sus ojos brillando con humor, burlándose de mí. 

-Yo…- mi voz tiembla por un segundo y desvío mi mirada, pero decido que debo ser valiente si quiero cambiar mi destino. –Estoy soltera ahora ¿sabes?- le digo, esta vez con la voz más firme. 

-Lo sé. Hace nada que estás soltera- repite él, sin darse por aludido. 

Escuché cuando le dijo a mi madre que me quería ¿Se habrá arrepentido?

-Sabiéndolo ¿no harás nada?- sigo, porque ya estoy metida en esto hasta el fondo. 

-¿Qué quieres que haga?

Suspiro, porque ni siquiera puedo responder a eso. Cómo le dices a alguien que te tome y no te deje nunca. 

-Ayúdame aquí- le suplico, mirándolo nuevamente.

-Por supuesto- dice él, acercándose, tomando suavemente mi cara y besándome.

Ah, finalmente. 

El beso empieza lento, suave, solo su boca moviéndose contra la mía, pero de un momento a otro se pone apasionado y su lengua se roza con la mía, mientras que él me abraza acercándome y presionándome contra su cuerpo. 

Él se aleja en un momento dado y sus ojos parecen como un mar tormentoso. Saca su lengua y la pasa por su labio inferior, como queriendo seguir saboreándome. Al ver eso no puedo detenerme a mi misma y voy esta vez yo por otro beso. 

Este es aún más intenso que antes, tanto que me cuesta respirar. Mateo se toma su tiempo besándome y pronto se traslada a mi cuello y la parte superior de mis pecho. Con su mano suelta el botón superior de mi blusa y sentir su respiración y su roce me hace temblar. Gimo cuando roza mi pecho izquierdo con su mano por sobre mi ropa, haciéndome sentir un placer desbordante. Pero cuando espero que continúe, no lo hace, en lugar de eso, se queda con su cabeza apoyada por unos momentos contra mi hombro. 

-¿Mateo?- pregunto, cuando no se mueve. 

-Necesitamos hablar- dice él, levantando su cabeza y alejándose un poco de mi cuerpo. 

-¿No puede ser en otro momento?- le pregunto, confundida, pensando en qué puede ser tan importante como para detenernos ahora. Quizá no lo desea como yo…

-Hey, no pienses tonterías- dice Mateo, tomando una de mis manos y llevándola a su boca, besándola con ternura, para luego llevarla hacia abajo, poniéndola sobre sus pantalones y dejándome ver lo duro que está, haciendo que mi respiración se corte. –No quiero nada más que tenerte y no dejarte ir a ningún lado por todo lo que queda de tarde y noche, pero hay algo importante que tengo que decir y preguntar- explica, alejando nuestras manos de su entrepierna, pero manteniendo mi mano en la suya. 

- ¿Qué es?- pregunto, tratando de ignorar el deseo que siento y la incomodidad entre mis piernas, ya que estoy demasiado húmeda en ese lugar.

-Tuve un sueño ¿sabes? Un sueño donde te ibas a casar con Rodrigo, pero este no llegaba el día de tu boda…- empieza Mateo y no puedo más que quedarme congelada por lo familiar de esta historia. –Estabas hermosa en tu vestido de novia, mucho más hermosa que nadie que hubiera visto antes, pero eras una preciosa novia con lágrimas en los ojos, justo como ahora- Mateo borra una lágrima de mi mejilla, que ni siquiera sentí caer. –Rodrigo te quitó muchas cosas y te arrinconó a hacer una imprudencia…

-Intenté matarlo, pero no lo logre- digo, siguiendo su historia, dándome cuenta de que de alguna manera sabe de mi primera vida. ¿Será que Rodrigo también lo mató a él?

-La cárcel y diez años de sentencia- sigue Mateo, mirándome con dolor en sus ojos, como si fuera a él al que condenaron. 

-Dos matrimonios fallidos- digo, sonriendo mientras que mis lágrimas empiezan a caer libremente.  

-Dos matrimonios fallidos por ti- dice Rodrigo, haciéndome contener la respiración. –Nunca pude dejar de amarte desde casi el momento de conocerte y ellas eventualmente se dieron cuenta de ese hecho. 

-¿Durante todo ese tiempo?- pregunto, sorprendida y conmovida. 

-Todo ese tiempo. Así que lamento decirte que cuando no te casaste con Rodrigo, estaba feliz en el fondo, por más que sea insensible. No me gustaba verte sufrir, pero pensé que quizá con el tiempo…Intenté olvidarte muchas veces, más de las que nunca imaginarás, pero nunca pude hacerlo y finalmente me resigné después de mi segundo divorcio. Estaba deseando que salieras de ese lugar para finalmente decirte todo, pero… 

-Pero nunca salí- termino por él.

-No, nunca saliste- puedo escuchar que le cuesta decir esto, dándome a entender lo difícil que fue para él enterarse de mi muerte. Lo abrazo y él me devuelve el abrazo y pienso en esto, en que ambos hayamos vuelto al pasado y que Mateo me haya querido por todo ese tiempo. Parece un sueño.  

-Eso quiere decir que no volvimos al mismo tiempo- digo, dándome cuenta de este hecho. –Probablemente volví cuando morí. ¿A ti también te asesinó Rodrigo?- pregunto, porque es algo que me he estado preguntando desde que me di cuenta de que él también vivió esa primera vida, pero al momento de terminar la pregunta, siento como Mateo se pone rígido. Me alejo para poder verlo y descubrir qué está mal. 

-A mí nadie me mató, simplemente desperté aquí después de emborracharme.  Así que ¿puedes repetirme algo que creo que escuché? Me pareció oírte decir que fue Rodrigo quien te mato. 

Toco la mandíbula apretada de Mateo, mientras veo sus ojos como hielo azul. –Ya ves, el imbécil ni siquiera me dejó salir en libertad y me mandó a matar- le respondo, sonriendo con ironía.