Un Viaje A Lo Desconocido

Las hienas son muy mortales, son cazadoras feroces e incluso pueden aplastar y comer huesos, con una mordedura más fuerte que la de un león.

Lo sorprendente para ellos, era verlas ahí, acercarse con su risa burlona, si se suponía que ellas salina a casar por la noche. Pero no perderían la oportunidad de comer toda esa cómoda.

Los chicos no encontraban por donde salir, estaban rodeados de esos animales mortales, capas de desguazar a los cuatro en segundos.

—¡Yo no pensé en hienas, pensé en leones!— declaro Renata llorando, preocupada porque la culparan.

—Llego nuestro final, moriremos en manos de estos feroces animales.— Se lamentó Gabriel.

—Cierren los ojos, no veamos nuestro final— habló Alicia con las manos en la cara, formaron una película en sus cabezas la cual no querían ver.

Mientras ellos ya empezaban a dar sus últimas palabras, Winder veía como llegaban buitres al encuentro, peleando con esos animales y se olvidaban de ellos, todos acercándose al gigante búfalo que estaba entero, listo para ser decorado.

—¡Chicos corran!— exclamó Winder casi empujando a Renata, al estar descuidados casi caen al intentar salir corriendo.

 Mientras las hienas peleaban con los buitres por el búfalo, ellos salían corriendo a toda velocidad, como si el mundo se tuviera acabando y todo dependía de su carrera.

No se atrevían a voltear, solo buscaban llegar y adentrarse a un lugar seguro, donde no llegarán esos animales a comérselos.

—¡Ya paren!— chillo Renata, agitada, agotada, sin energía para seguir.

—Lo menos que pensé ver, son esos animales.— admitió Gabriel, respirando muy agitado.

—Ya ni me sorprende lo que veo— declaró Winder.

—¡Yo no pensé en esas cosas, no es mi culpa!— exclamó Renata, antes que la culparan.

—Bebe, ya no te tomes en serio eso de la ley de atracción— le pidió Winder, aunque si creyera en eso, no quería que se sintiera culpable de todo.

—Ahora si quedamos más perdidos, ya no sé por donde es el camino a las estatuas, no las veo— anuncio Alicia con preocupación.

—No te estreses, salgamos de aquí y busquemos en otra dirección— Winder hablo calmado, trasmitiendo seguridad para que sus compañeros no se sintieran frustrado nuevamente.

Continuaron caminando, viendo a todos lados en busca de una salida rápida y si acaso se veían las estatuas, pero el resultado era negativo.

Lo que les parecía raro, era que mientras más caminaban, sentían un olor muy extraño, más que extraño, desagradable, podrido.

—¡Este lugar apesta!— Chillo Renata.

—Se escuchan moscas, seguro hay animales muertos y descompuestos— Hablo Gabriel.

—¡Moscas!— exclamó Alicia.

—¡Ay, mamá mía, que es eso!— exclamó Gabriel al verlas, no era cualquier mosca.

—Repito otra vez.— susurró winder.

—¡CORRAN!— Grito Renata esta vez.

Lo cómico era ver que cada uno tomó una dirección diferente, gritando como locos, al percatarse, regresando para donde agarro Winder, mientras escuchaban el zumbido de las moscas muy cerca de sus cabezas.

—¡AAAAHH, ME COMEN, ME COMEN!— Gritaba Gabriel, sintiendo que la mosca lo tocaba con una de sus patas.

—¡SIGUE CORRIENDO!— Le grito Winder.

El camino que tomaron los llevo a una especie de bosque, no tan agradable, donde las moscas ya no entraron, eso les dio un poco de calma, aunque no estaban tan seguros de estar a salvo.

Estánan bien?— Indagó Winder, ellos solo trataban de respirar, cambiando de posición un ay otra vez, hasta sentir que sus pulmones estaban bien.

—¿Hasta cuando vamos a correr?— Quiso saber Alicia, pero esa pregunta ya nadie la podía contestar.

—Creo que todos quisiéramos saber eso— agregó Winder.

El suelo frío, los invito a sentarse y descansar de tanta carrera que tuvieron. Triste nuevamente, la frustración llegaba de nuevo a sus mentes, sus cuerpos deseaban un buen aseo.

Por la puesta de sol, les quedaba poco para llegar la noche, agradecían que oscurecía tarde.