Me Muero Con Él

Capítulo 17 - Enfrentando Obstáculos

Han pasado varios días desde que Alejandra vino a visitarme por última vez. Su ausencia se ha hecho sentir de manera abrumadora, y no puedo evitar pensar en ella y en la forma en que nuestra conversación finalizó.

Recuerdo vívidamente la forma en que ella se abrió a mí, mostrando una genuina preocupación por mi futuro y por el de mi familia. A pesar de la negativa de mi padre a aceptar su oferta de ayuda, Alejandra se mantuvo firme en su determinación por seguir apoyándome.

Sin embargo, ahora su presencia ha desaparecido, y no puedo evitar sentir una profunda tristeza y frustración. ¿Acaso su padre la habrá obligado a alejarse de nosotros? ¿Qué fue lo que sucedió para que ella ya no vuelva a aparecer por nuestra humilde morada?

Paso largas horas sentado en el porche, observando el ir y venir de la gente en la calle, esperando, con la esperanza de volver a ver el rostro de Alejandra. Pero los días se convierten en semanas, y su ausencia se hace cada vez más palpable.

En medio de esta incertidumbre, mi mente no deja de darle vueltas a la oportunidad que dejé pasar. ¿Fue realmente la decisión correcta rechazar la oferta de Alejandra? ¿Acaso no habría sido mejor aceptar su ayuda, a pesar de nuestros temores y preocupaciones?

Siento que la culpa me consume, pues sé que, de haber aceptado su oferta, mis posibilidades de conseguir la beca habrían aumentado considerablemente. Pero, al mismo tiempo, entiendo perfectamente la posición de mi padre y la importancia que tiene para él preservar nuestra dignidad y nuestro orgullo.

Mientras estoy absorto en mis pensamientos, escucho unos pasos acercándose y levanto la mirada, encontrándome con la figura de un hombre alto y elegantemente vestido. Su expresión es grave y su mirada parece esconder algo más que una simple visita de cortesía.

—Buenas tardes, joven Marcos —dice, con una voz grave y autoritaria—. Me temo que tengo algo importante que discutir con usted y su familia.

Siento que un nudo se forma en mi garganta y, con cautela, me pongo de pie para encarar a este inesperado visitante.

—Buenas tardes, señor —respondo, tratando de mantener la calma—. ¿En qué puedo ayudarlo?

El hombre me mira con una expresión severa y, con un gesto, me indica que lo siga al interior de la casa. Siento que un escalofrío recorre mi espalda, pues algo me dice que esta visita no traerá nada bueno.

Una vez dentro, el hombre se dirige hacia mi padre, quien lo observa con una mezcla de confusión y cautela.

—Señor Fernández —dice, con voz grave—, lamento tener que informarle que su hija, Alejandra, se ha visto involucrada en un grave incidente.

Siento que el corazón se me detiene al escuchar esas palabras. ¿Qué ha sucedido con Alejandra? ¿Acaso su padre la ha castigado por haberse acercado a nosotros?

Mi padre, por su parte, palidece visiblemente y se levanta de su asiento, con una expresión de alarma.

—¿Qué ha ocurrido? —pregunta, con evidente preocupación.

El hombre, que ahora puedo identificar como uno de los abogados de la familia de Alejandra, toma asiento y nos mira con una expresión grave.

—Me temo que la señorita Alejandra ha sido acusada de falsificación y fraude —dice, con seriedad—. Al parecer, ha estado utilizando fondos de la familia para apoyar a personas ajenas a nuestro círculo social.

Siento que el mundo se desmorona a mi alrededor. ¿Acaso Alejandra ha sido castigada por intentar ayudarme?

Mi padre, por su parte, parece perplejo y, con evidente angustia, pregunta:

—Pero, ¿cómo es posible? ¿Qué clase de acusación es esa?

El abogado lo mira con una expresión severa y continúa:

—Al parecer, la señorita Alejandra ha estado utilizando fondos familiares para brindar apoyo económico a una familia de bajos recursos —dice, con tono acusador—. Esto ha sido visto como un grave atentado contra los intereses y la reputación de la familia.

Siento que la culpa me consume. ¿Acaso todo esto ha sucedido por mi culpa? ¿Alejandra ha sido castigada por intentar ayudarme a cumplir mis sueños?

Mi padre, visiblemente consternado, se aclara la garganta y pregunta:

—¿Qué consecuencias enfrentará mi hija por estas acusaciones?

El abogado lo mira con una expresión grave y responde:

—Me temo que las consecuencias pueden ser severas —dice, con seriedad—. La familia está considerando tomar medidas legales contra la señorita Alejandra, incluyendo la posibilidad de una demanda por malversación de fondos.

Siento que la desesperación me invade. ¿Cómo es posible que Alejandra esté enfrentando tales consecuencias por intentar ayudarme?

Mi padre, con evidente angustia, se dirige al abogado y dice:

—Pero, ¿no hay forma de evitar que esto llegue a mayores? Alejandra es nuestra hija, y no queremos que sufra por sus buenas intenciones.

El abogado lo mira con una expresión que denota una mezcla de lástima y firmeza.

—Me temo que las decisiones ya han sido tomadas —dice, con voz grave—. La familia está determinada a hacer un ejemplo de la señorita Alejandra, como advertencia para cualquiera que intente ir en contra de nuestros intereses.

Siento que la angustia me consume. ¿Cómo es posible que Alejandra esté siendo castigada de esta manera por intentar ayudarme?

Mi padre, visiblemente preocupado, se dirige al abogado y dice:

—Señor, por favor, debe haber algo que se pueda hacer. Alejandra es nuestra hija, y no queremos que sufra las consecuencias de sus buenas acciones.

El abogado lo mira con una expresión de lamento y responde:

—Lo siento, señor Fernández, pero me temo que no hay mucho que se pueda hacer —dice, con voz grave—. La familia ha tomado una decisión firme, y no parece estar dispuesta a dar marcha atrás.

Siento que la frustración y la desesperación me invaden. ¿Cómo es posible que Alejandra esté siendo castigada de esta manera por intentar ayudarme?

Mi padre, visiblemente angustiado, se dirige al abogado y dice:

—Señor, por favor, debe haber algo que se pueda hacer. Alejandra es nuestra hija, y no queremos que sufra las consecuencias de sus buenas acciones.

El abogado lo mira con una expresión de lamento y responde:

—Lo siento, señor Fernández, pero me temo que no hay mucho que se pueda hacer —dice, con voz grave—. La familia ha tomado una decision.