No Hay Lugar Para El Arrepentimiento

Cuando Das no regresó a dormir, Samael se sintió ansioso, no podía dormir así que estuvo dando vueltas por la casa durante toda la noche mientras le mandaba mensajes a Das los cuales no fueron vistos, apenas amaneció le ordenó al chofer que lo llevara al orfanato, al llegar vio a Das ayudando a los niños a tomar su desayuno, se veía felíz, era una sonrisa genuina, no la sonrisa forzada que le había estado dando los últimos meses. Al verlo estar tan feliz sin él lo hizo enfadar, esperó a que Das saliera del orfanato y lo arrastró al auto donde Das intentó bajarse, pero antes de que pudiera salir, el chofer arrancó.

-¡Te dije que no vinieras por mí!

-¿Por qué? ¿Dañé tú felicidad?  te veías tan feliz sin mi.

Das quedó en silencio y horrorizado.

-¿Desde cuándo eres tan irracional?

Sus ojos llenos de lágrimas miraron con confusión a Samael, su voz era suave, como si no tuviera fuerzas.

-¿No sabes que ellos son mi familia? ¿Quieres que muestre un rostro miserable ante ellos?

Samael agarró su muñeca con fuerza y lo jaló hacía él.

-Tú… Tú sonreíste. A mi ya no me sonríes así.

-Eso es porque no soy feliz ¿Cómo quieres que lo sea en una situación como esta?

El rostro de Samael se puso rojo y apretó con más fuerza su muñeca, Das soportó el dolor hasta que llegaron a la mansión. Samael se encerró en la habitación con Das y lo soltó con brusquedad.

-¿Por qué no eres feliz? ¿Te hace falta algo? ¡Aquí lo tienes todo!

Das lo miró dolido, a él nunca le había importado lo material, pero parecía como si Samael hubiera olvidado eso.

-¿Crees que tengo todo?

-¡Si! y si no es así dime lo que te haga falta y yo te lo daré.

-¿Entonces me darás mi libertad?

Samael caminó hacia él y le tomó el rostro con fuerza.

-No vuelvas a decir eso, tú eres mío ¿Lo entiendes?

Al ver que Das estaba asustado él suavizó su agarre y lo abrazó.

-Recuerda todo nuestro tiempo juntos, sabes que te amo, tú eres mío y yo soy tuyo.

Das lo alejó suavemente empujando su pecho y lo miró fijamente mientras lloraba.

-Tú ya no eres mío.

-Lo soy, solo es un matrimonio para mantener la imagen.

-No lo es, se que también la amas.

Samael quedó en silencio, se empezó a sentir nervioso mientras miraba a Das, llevaban tanto tiempo juntos que cada uno sabía muy bien lo que pensaba o sentía el otro. Quiso negarlo pero sabía que si Das lo había mencionado era porque estaba seguro de ello y nada de lo que dijera lo iba hacer cambiar de opinión.

-Escucha amor… Yo te amo más a ti.

El corazón de Das se rompió en mil pedazos, aunque ya sabía la verdad, no esperaba que Samael se lo confirmara, estaba tan desesperado que hubiera aceptado su dulce mentira como algo real. Él caminó hasta la cama donde se sentó mientras tapaba su rostro con sus manos para ahogar su llanto, Samael se arrodilló frente a él mientras lo miraba con tristeza.

-Perdón, nunca pensé que la iba a querer, al principio pensé que era agradable y sin darme cuenta esos sentimientos fueron surgiendo.

Das dejó de llorar y se llenó de enojo, lo miró con un rostro frío y habló débilmente.

-Elige.

-¿Qué?

-Ella o yo.

Samael lo miró fijamente y su rostro se endureció, se puso de pie dándole la espalda.

-No puedo elegir.

-¿No dijiste que me amabas más a mi?

-Aun así también la amo. No la dejaré ir.

Samael se dio la vuelta y vio el rostro inexpresivo de Das que miraba hacia el piso.

-Seamos felices los tres, las cosas pueden funcionar si pones de tu parte.

Das lo miró con ojos inexpresivos.

-¿Está bien que yo la ame también?

Samael quedó en blanco, no esperaba ese tipo de respuesta.

-Tienes razón, ella es agradable y hermosa, últimamente no ha podido salir de mi mente, creo que si me esfuerzo la puedo amar también.

Samael se tiró sobre él y le volvió a apretar el rostro.

-No puedes, solo yo puedo amarlos, tú corazón solo me puede pertenecer a mi.

Después de decir esto, Samael desnudó a Das el cual no puso resistencia, pero tampoco se movió. Cuando terminó de tomar su cuerpo con brusquedad se acostó a su lado y lo abrazó contra su pecho. Das no había reaccionado a nada de lo que le había hecho.

-Puedes tener mi cuerpo cuando y como quieras, pero sobre mis sentimientos nunca vas a tener el control.

Das se levantó y se metió en el baño donde tardó dos horas aseándose. Samael suspiró herido en la cama, era la primera vez que Das no tenía una erección al estar con él.

Después de eso, Das no volvió a cruzar palabra con Samael, incluso cuando iban a dormir se acostaba lo más alejado tratando de evitar el roce de sus cuerpos, pero cada vez que Samael lo atraía hacia él, se quedaba inmóvil dejándolo hacer lo que él quisiera pero siempre con un rostro sin emoción. Cada vez que eso pasaba, en la mente de Samael resonaba la frase que él le había dicho “Puedes tener mi cuerpo cuando y como quieras, pero sobre mis sentimientos nunca vas a tener el control.”

Estando solo en su despacho lamentó haber perdido el amor de sus dos personas amadas, pero aunque no lo amaran, no los iba a dejar ir. Antes de liberar a las aves, prefería que murieran en cautiverio.