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La Brigada Del Páramo

La Brigada Del Páramo

Status: En proceso
Genre:Mafia / Aventura Urbana / Amor-odio / Fantasía épica / Mundo mágico / Polos opuestos enfrentados
Popularitas:466
Nilai: 5
nombre de autor: Bryan x khop

La banda del sur, un grupo criminal que somete a los habitantes de una región abandonada por el estado, hace de las suyas creyéndose los amos de este mundo.
sin embargo, ¡aparecieron un grupo de militares intentando liberar estas tierras! Desafiando la autoridad de la banda del sur comenzando una dualidad.
Máximo un chico común y normal, queda atrapado en medio de estas dos organizaciones, cayendo victima de la guerra por el control territorial. el deberá escoger con cuidado cada decisión que tome.

¿como Maximo resolverá su situación, podrá sobrevivir?

en este mundo, quien tome el poder controlara las vidas de los demás. Máximo es uno entre cien de los que intenta mejorar su vida, se vale usar todo tipo de estrategias para tener poder en este mundo.

NovelToon tiene autorización de Bryan x khop para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 17

Miguel se detuvo un instante, observando el campamento enemigo desde la penumbra. La brisa fría movía las hojas a su alrededor, como susurrando entre los árboles. En su rostro no se reflejaba ni duda ni miedo, solo una calma helada. Alzó el radio y giró el dial, su dedo rozando el metal con precisión.

"¡Hola! ¡Hola! ¿Me copia, Alexander?" La voz de Miguel cortó el silencio como una espada.

"¡Sí! ¡Siga!" La respuesta de Alexander llegó rápida, con esa chispa de nerviosismo inconfundible en su tono.

Miguel dejó escapar un suspiro leve, casi imperceptible. En su mente, el campo de batalla era un tablero de ajedrez, cada movimiento calculado. La guerra no era solo matar, era anticiparse.

"¿Cómo van los novatos allá? ¿Me copias?" La voz de Miguel era firme, pero al fondo, en su mirada fija, algo se movía, una preocupación no expresada, pero palpable.

"¡Sí! Todo bien, ¡todo bello!" respondió Alexander con la liviandad de quien aún no ha visto el verdadero rostro de la guerra. "¿Y allá, ya lograron el objetivo? ¿Me copias?"

Miguel observó el campamento recuperado. El humo de las últimas explosiones todavía flotaba en el aire, disipándose lentamente. La sensación de victoria era palpable, pero su mente ya estaba en movimiento, calculando lo siguiente.

"Sí, ya pueden acercarse. ¡Vengan ya!" La voz de Miguel no titubeó, su mirada fija hacia el horizonte mientras las luces del campamento parpadeaban, como si todo estuviera listo para continuar. Era un líder que no necesitaba más palabras.

"¡Copiado! ¡Copiado, ya les arrimamos!" La comunicación se cortó, y con ello, la calma que siempre precede a la tormenta. Miguel guardó el radio, sintiendo el peso de lo que vendría, mientras el campamento enemigo se vaciaba, dejando atrás solo el eco de lo que había sido.

Miguel caminó entre las filas de sus tropas, observando el campamento recién tomado. Cada soldado parecía saber su papel sin que él tuviera que decir palabra alguna. Los novatos, aún nerviosos pero con el entusiasmo de la victoria, se ajustaban las mochilas y revisaban sus fusiles. Las miradas se cruzaban con un entendimiento tácito, la satisfacción palpable en el aire. El botín, como un recordatorio de lo que habían conquistado, brillaba en las sombras del campamento: armas, municiones, y las pertenencias de los enemigos caídos.

El viento soplaba suavemente, levantando el polvo en pequeñas nubes que se desvanecían rápidamente, como si el mismo paisaje estuviera respirando. Miguel observó, como siempre, en silencio. El campamento ahora era suyo, pero su mente ya estaba en otro lugar. El sonido de las voces de los novatos, de los veteranos organizando el material, se desvanecía. No era necesario estar allí para seguir controlando la situación.

"Alexander, mantén las fronteras aseguradas," dijo, su tono calmado, pero cargado de autoridad. Alexander asintió sin una palabra, sabiendo que no había espacio para dudas.

Con un vistazo hacia Elowen, Miguel vio cómo se movía entre sus tropas, con la misma calma letal que siempre lo caracterizaba. Ella tenía a sus hombres bien entrenados, y ahora, ella y su grupo se encargarían de mantener la distancia, de vigilar lo que se avecinaba en el horizonte. No podía relajarse aún, la guerra nunca lo permitía.

Miguel sintió el peso del control, un peso que solo él sabía cargar sin vacilar. "Vuelvo a Colonia," murmuró, casi para sí mismo, mientras comenzaba a prepararse para partir. Las fronteras de Celeste se estaban cerrando, y aunque la victoria estaba al alcance de la mano, sabía que no podía bajar la guardia.

Mientras la Brigada del Páramo continuaba su avance, el sol comenzaba a esconderse detrás de las montañas, bañando el campo en una luz dorada y cálida. Pero en las sombras, en la oscuridad que siempre sigue a la victoria, algo se fraguaba. Algo que no podría evitarse.

Gabriel se sentó en la mesa con una tranquilidad casi inquietante. La luz tenue de las velas danzaba sobre su rostro, destacando la dureza de su expresión. Nadie en la sala se atrevió a hablar hasta que él lo hiciera. En sus manos, la carta que había recibido del campo de batalla estaba arrugada, marcada por las huellas de su propio desprecio. Nataniel permanecía de pie a su lado, como una sombra que no hablaba, pero cuya presencia ya decía todo lo necesario.

“Esto no terminará así,” dijo Gabriel finalmente, su voz baja, pero resonante en la habitación silenciosa. “La pérdida de terreno no será perdonada. No hoy, no mañana.”

Nataniel asintió ligeramente, su mirada fija en Gabriel. No había palabras necesarias. Ambos sabían lo que venía. Gabriel giró la carta entre sus dedos, como si fuese una sentencia de muerte, mientras su mente comenzaba a trabajar en los detalles de su venganza.

Gabriel sostuvo el mapa con firmeza, sus dedos presionando las líneas que trazaban el destino de su ofensiva. La habitación estaba impregnada de una tensión densa, apenas interrumpida por el sonido de las velas parpadeando en la penumbra. Su rostro, frío y calculador, reflejaba la fría determinación de un hombre acostumbrado a tomar decisiones que otros no podrían soportar.

Las palabras de Bastian, dichas con esa deshumanizada indiferencia, ya estaban grabadas en su mente.

“Usa una escuadra completa como carne de cañón,” repitió Gabriel en voz baja, como si saboreara el veneno de esas palabras. No había emoción en su tono, solo una aceptación de la brutalidad inherente a lo que estaba por venir. "Usa los hombres que quieras. Nosotros tampoco podemos darnos el lujo de ser débiles."

Nataniel, que hasta ese momento había permanecido en silencio, observaba el mapa con la mirada fija, como si ya pudiera escuchar los ecos de la batalla que se libraría. Su rostro era impenetrable, pero su cuerpo tenso, como el de una serpiente a punto de atacar. En sus manos, el mapa parecía más un plano de muerte que una guía para la victoria.

"Lo haremos, Gabriel," murmuró Nataniel, su voz apenas un susurro, pero cargada de una promesa sin piedad. La sangre de los novatos no importaba. El objetivo estaba claro: la venganza era un veneno que debía ser servido, y nada ni nadie se interpondría.

Gabriel asintió lentamente, mirando hacia la puerta de la habitación, como si viera más allá de los muros, hacia las fronteras que la Brigada del Páramo pensaba que controlaban. “El Páramo no sabe lo que se les viene,” repitió, esta vez con una frialdad casi tangible. “Van a aprender, de la manera más difícil, que cruzar nuestras fronteras tiene un precio.”

El brillo en sus ojos no se apagó. De hecho, creció. Como si la oscuridad que se avecinaba alimentara aún más su sed de conquista. En ese momento, todo lo que quedaba era la marcha hacia la carnicería, el sacrificio de vidas que serían sólo un eco de lo que había sido la Banda del Sur, ahora más implacable que nunca.

"Recuperar esa posición no es solo una cuestión estratégica. Es personal," dijo Gabriel, cada palabra cargada de veneno.

"Y nos aseguraremos de que no quede ni un sobreviviente," murmuró Nataniel, casi en un suspiro, dejando en claro que la guerra ya no era solo un objetivo militar.

Bastian deslizó su mirada, fría como una daga, y la clavó en Nataniel con tal intensidad que pareció que sus ojos pudieran perforarlo. La presión aumentaba entre ellos como si el aire se hubiera espeso.

— Oye, chico estratega... — su voz era baja, casi un susurro, pero cargada con una amenaza tan palpable que se sentía como un peso en el pecho. — No subestimes a Miguel de los Demonios del Páramo. Enfrentar a Oliver y su red de mandos: Theron, Zaroth, Eulalia y Xarion... — su boca se curvó en una sonrisa fría. — Eso es mas sencillo que intentar domar a Miguel.

La tensión de sus palabras se reflejaba en la forma en que sus dedos se apretaban alrededor del pomo de la espada, como si cada palabra fuera un golpe más.

Nataniel no se inmutó, su postura erguida, los brazos cruzados sobre el pecho como si estuviera en espera de un desafío. Sus ojos no abandonaban a Bastian, esperando. Un silencio largo se tendió entre ellos hasta que finalmente, con una ligera inclinación de la cabeza, lo retó.

— ¿Eh? ¿Y tú qué piensas hacer, Bastian?

En cuanto terminó la pregunta, Bastian, sin perder ni un segundo, respondió con una calma que solo acentuaba la gravedad de sus palabras.

— Yo... tengo a mil hombres bajo mi mando. Cada uno es responsabilidad mía. — Su voz era grave, pero había algo en su mirada, un brillo peligroso, que no pasaba desapercibido. — Pero si no fuera por este pequeño asunto, iría personalmente a Colonia... y la conquistaría.

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Phone Oppo
Me enganchó, más capítulos bendiciones
Bryan x Koph: puedes seguirnos para no perderte ni un capítulo/Ok/
total 1 replies
Hebe
💕¡Estoy enamorada de tu historia! Los giros inesperados me mantuvieron intrigada hasta el final.
Madie 66
Me gustó, los personajes son fascinantes
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