Después de que el Rey Evans se llevara a la fuerza a Liliam, la vida de su hermana Sandra cambió bruscamente, su padre le ha dejado a cargo de las obligaciones de la hacienda, su vida deja de tener sentido para ella, pero comienza a tener un poco de luz cuando el General Itans llega a la hacienda para cumplir con la misión que el encomendó el rey, pero sin esperar lo que le tenía deparado el destino. Segundo libro de Corazón de Piedra.
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VIAJE A SILON
...SANDRA:...
Llegó el día de partir a Silon, me levanté más temprano de lo habitual, me recogí el cabello y me coloqué un vestido de campo café. No me arreglé más de eso, no iba de paseo, iría a hacer el trabajo de mi padre. Clara aún estaba dormida cuando salí pero le dí un beso en la frente como despedida y salí de la habitación. Me hice un pequeño desayuno, pan con mermelada, también le hice uno al General Itans con más cariño del que solía aplicar cuando cocinaba. No daría tiempo de comer, así que la coloqué en una cesta pequeña junto a unas cuantas frutas y unas cantimploras con agua.
Salí afuera cuando estaba lista, mi padre estaba junto a un carreta, ordenando a los campesinos acomodar las cestas de madera allí, con sumo cuidado ya que las especias estaban fresca y él no quería que ninguna se dañara.
Me acerqué y el General Itans estaba atando al caballo a la carreta, tan concentrado que ni me notó. Desde mi último acercamiento con él, el General Itans ya no me había vuelto a hablar, solo unas pocas palabras y unas pocas miradas indiferentes.
Desde que me vió abrazar a Derek ha actuado así.
Me dolía mucho que me tratara así pero tal vez lo hacía para que yo no siguiera haciéndome ilusiones con él, era cierto que le había mentido cuando me preguntó de frente si me gustaba pero yo no sabía mentir y cualquier persona se daba cuenta de mi gran defecto, él no era la excepción.
— Aquí está la lista de los comerciantes, en total son diez puestos — Dijo mi padre mientras me entregaba la hoja con los nombres y la cantidad de cestas — Deben pagarte de una vez... Así que no te dejes engañar.
— Lo haré — Murmuré y sonrió.
— Mucha suerte.
— Todo listo — Avisó uno de los campesinos mientras saltaba de la carreta, me observó con cierto enojo que no comprendí.
— Ya terminé — Avisó el General Itans mientras se separaba del caballo.
Llevaba una camisa gris y unos pantalones café con botas del mismo color pero no lo observé más de lo necesario. Subí a la parte delantera de la carreta con ayuda de mi padre quién sostuvo mi mano, El General Itans se subió y tomó las riendas.
— Nos vemos luego Señor Cuper — Dijo él y mi padre asintió con la cabeza.
— Cuide muy bien de mi hija.
— Lo haré — Murmuró.
Me despedí ondeando mi mano y el General Itans movió las riendas, el caballo empezó a avanzar hacia la salida y la carreta se movió, un poco brusco por las piedras del camino pero no tardamos en salir al camino principal.
— Siga en línea recta — Expliqué, tratando de mantener la distancia pero la carreta era pequeña y nuestros brazos rozaban.
— Como si estuviera yendo a Urla — Dijo, manteniendo su mirada en el camino.
El sol aún no salía y mantenía el cielo de color naranja, gris. Lástima que no llevaba mis pinturas y mi lienzo, sería entretenido pintar mientras viajamos.
— Encontrará una desviación que nos llevará al pueblo — Dije mientras hurgaba dentro de mí cesta — Llevo el desayuno — Le ofrecí un pan envuelto en una bolsa de papel — Éste trabajo cansa así que es mejor hacerlo con el estómago lleno.
La tomó y me agradeció, recogió la bolsa y le dió un mordisco al pan.
Yo me comí una manzana y observé todo a mi alrededor.
Sonreí cuando elevé mi mano y toqué las hojas de una rama baja. Tomé una hoja y observé los tonos, imaginando los colores correctos para pintar una hoja que quedara idéntica. Toques de amarillo, verde oscuro y verde claro, incluso un poco de celeste.
Tracé la textura, era lisa de un lado y del otro rústica. Una brisa soplo y dejé ir la hoja de entre mis dedos, voló lejos después de danzar un momento frente a mí.
Noté la mirada del General Itans y mi sonrisa se borró, me estaba comportando como una niña, así que volví a tomar una postura erguida y me dió una expresión divertida pero volvió su atención a las riendas.
— Me gusta apreciar las cosas para poder pintarlas — Dije ante la leve curiosidad que se mostró en su expresión.
— ¿ Así qué aprecia las cosas qué pintará ? — Preguntó con interés y asentí con la cabeza.
— Necesito notar los colores, las formas y las texturas para poder hacer mis dibujos — Jugué con el corazón de la manzana.
— ¿ Sucede también con los retratos?
Lo observé curiosa también, estaba neutral, obviamente tuvo que ver el retrato que hice de él.
— Cuando hago retratos solo veo un modelo, no lo hago por que sea significativo para mí — Mentí para que no se sintiera especial por haberlo pintado.
Frunció el ceño — Oh... ¿ Por qué lo pinta si no es significativo?
— Por entretenimiento... Y para mejorar mi habilidad... Siempre me ha gustado hacer cuadros que sean un reto para mí.
No dijo más, se quedó un poco desconcertado pero no me importó. El silencio volvió y me dediqué de nuevo a apreciar el camino, hacía mucho tiempo que no salía de casa, al fin volvería a ver el pueblo. Anteriormente solía ir cuando había celebraciones, acompañada de mis hermanas no divertíamos mucho, bailamos, comimos y no podíamos dejar de reír, sin importar las miradas de prejuicio hacia nuestro comportamiento supuestamente impropio, era algo que nos hacía felíz.
El General Itans guiaba al caballo con una sola mano y con la comía la manzana que había tomado de la cesta, se había devorado el pan que le preparé en unos pocos minutos.
Me distraje y no me sostuve bien.
La carreta se movió tan brusco que terminé con el cuerpo inclinado sobre el regazo del General Itans. Me aferré a su camisa y elevé mi mirada, me observó con cierta pizca de enojo por mi torpeza.
Me aparté, murmurando una disculpa.
— Tenga cuidado, el camino está lleno de rocas y hoyos — Dijo tenso y asentí con la cabeza.
Había tensión pero siempre sucedía algo que hacía que aumentara.
No me atreví a hablar mientras los minutos iban pasando.
Solo se escuchaba los cascos del caballo y las ruedas de la carreta sobre la tierra como ruido de fondo.
— ¿ Conoce a las personas de la lista? — Preguntó.
— Sí, los conozco... Aunque no recuerdo algunos de sus puestos... Pero preguntando a los vendedores lo sabremos — Dije despreocupada.
Después de mucho recorrer llegamos a la desviación, el General Itans hizo que el caballo girara hacia el otro camino.
Cruzamos el puente de piedra que atravesaba el río y no tardamos en ver el pueblo cuando llegamos al final de la colina.
Las pequeñas casas de techos de paja seguían iguales, el pueblo no había cambiado mucho desde la última vez que fuí.
Nos adentramos y había gran cantidad de personas circulando, el ruido de vendedores nos envolvió. Nos desviamos al mercado y el olor a incienso llenó el aire. El General Itans se detuvo en una fila de caballos y carretas agrupadas contra un muro de madera.
Un hombre delgado de barba larga se acercó, estaba fumando tabaco y nos cobró unas cuentas piezas de cobre.
— Yo vigilo que no se lleven su mercancía pero tienen que pagarme — Gruñó mientras exhalaba una nube de humo, suerte que había traído unas piezas pero el General Itans se adelantó y sacó una de plata de su bolsillo, se la aventó y el hombre la atajó, se alejó y se sentó en una silla al frente de la fila.
Salté de la carreta y saqué la lista.
— ¿ Por dónde empezamos ? — Preguntó el General Itans mientras se detenía en la parte trasera de la carreta.
— El primero es una cesta, es un anciano, lo conozco desde pequeña — Dije y el General Itans tomó una de las cestas como sino pesara nada.
Me adentré entre los puestos y el General Itans se me siguió.
Así empezó nuestro agotador trabajo.
...****************...
Las personas de los puestos de comida no tardaron en reconocerme y me pusieron especial atención, algunas fueron demasiado amables. Algunos incluso nos regalaron frutos secos, dulces y pan después de dejarles las cestas. Todos sabían que Liliam era la prometida del Rey Evans y por eso nos trataban tan bien.
Todas se quedaban observando al General Itans, muchas de las vendedoras lo devoraron con la mirada e incluso lo piropearon, más al notar que cargaba hasta con cuatro cestas en su hombro.
Sentí celos pero tuve que contenerme de darle miradas de sentencia.
Mientras yo cobraba el sacaba las especias y las entregaba. Pasamos casi cuatro horas de idas y vueltas a la carreta, ya estaba sudando hasta que solo quedaba un puesto.
Observé el nombre del comerciante y fruncí el ceño.
— ¿ Quién nos queda ? — Preguntó al General Itans mientras se secaba el sudor de la frente con la manga de su camino.
— Chelsea — Musité como si fuera una maldición.
— Vamos entonces — Dijo el General Itans como sino fuera notado mi tono despectivo, él no sabía que Chelsea solía ser un dolor en el trasero, era una chica extremadamente insoportable que solía competir con nosotras en todo, cada vez que veníamos al pueblo siempre trataba de humillar y solía tratar de llamar la atención de un chico que se me acercaba, era una envidiosa de lo peor.
No quedaba de otra que tratar con ella, así que guié al General Itans hacia su puesto, al parecer ella ahora era en encargada de un puesto de vegetales.
Cuando llegamos dejó de atender a un campesino y me observó. Era morena, seguía teniendo el mismo cuerpo y al verme abrió sus ojos en sorpresa.
— Sandra Cuper — Dijo y sonrió con hipocresía — Tanto tiempo sin verte.
— Hola Chelsea — Sonreí tensa.
— Veo que haz quedado encargada de los negocios de tu padre al igual que yo — Dijo mientras contaba algunas piezas de cobre.
— Si.
— Se me hace difícil creer que tú hermana Liliam sea la prometida del Rey Evans, esa mujer sin sentido de la moda y la clase... A veces parecía que quería ser hombre, realmente tuvo suerte — Soltó su veneno de inmediato, era una chismosa — Hay un dicho que dice " La suerte de las feas las bellas las desean " empiezo a creer que es verdad... Sino yo no estuviera aquí, al igual que tú — Hizo un gesto de pena.
— Está muy interesante éste reencuentro pero no tengo tiempo, así que a lo que vine — Dije, el General Itans se acercó al puesto.
— ¿ Dónde coloco esto ? — Le preguntó a Chelsea.
Ella lo observó, en seguida noté su interés y encanto por él.
— Oh... Aquí— Movió su mano con elegancia hacia el espacio en su mesa.
El General Itans empezó a colocar las especias pero no pasó desapercibido y Chelsea se quedó observando ida, hasta se bajó el escote de su vestido un poco. Hice un gesto de repulsión y le dije la cantidad que debía pagarme pero siguió devorando al general con descaro.
— ¿ Quién es éste caballero ? — Preguntó encantada.
— Soy Itans Dely — Dijo él sin usar su título y sin dejar de trabajar en lo suyo.
— Yo soy Chelsea, soy amiga de Sandra — Elevó su mano para que Itans la tomara, él lo hizo pero no besó su mano. Quise resoplar, yo no tenía ninguna amistad.
— Encantado...
— ¿ De dónde eres ? No te había visto — Lo trató con suma confianza.
— ¡ Oye ! — Alcé la voz
Chelsea por fin me observó — ¿ Por qué tanto apuro Sandra ? Hace mucho que no hablamos... Dime... ¿ Cómo está tu vida ? — Me reparó la ropa y el cabello, frunció el ceño.
— Está bien, gracias... Dame el pago...
— Mira como haz descuidado tu apariencia ¿ Qué te sucedió? — Hizo un gesto de asombro.
No contesté pero ya estaba ardiendo de la rabia y el General Itans observó de Chelsea a mí sin ninguna expresión.
— ¿ Ya tienes prometido ? — Siguió de entrometida — Una de mis amigas de tu edad se casó con un banquero, ahora tiene una vida cómoda... De verdad que suerte... Al parecer las bellas como tú y yo estamos destinados a la soledad.
— Yo no estoy sola, me voy a casar pronto — Corté y alzó las cejas.
— ¿ Quién es tu prometido?
Pensé en Derek pero eso no le daría ni un poco de envidia a Chelsea sino que hablaría mal, eso tampoco callaría su boca. Observé al General Itans, quién no se imaginaba nada de lo que estaba a punto de hacer, ojalá me perdone.
Me acerqué y tomé su mano, el General Itans me observó confundido y quiso soltarse pero no lo dejé, me acerqué a su cuerpo.
— Él es mi prometido — Dije y Chelsea no se lo esperaba, se vió en su expresión algo de envidia pero sonrió como si hubiera escuchado una excelente noticia — Itans es el general del ejército del rey, es mi prometido... Le encanta ayudarme y por eso vino conmigo... Es todo un caballero.
— ¿ Qué hace ? — Gruñó él molesto intentando empujarme lejos.
— ¿ General del ejército? — Repitió incrédula y atónita.
— Si... Dentro de poco me casaré con él, viviremos en la costa... — Sonreí a mi supuesto prometido.
— Oh, felicidades Sandra — Dijo Chelsea y sonreí ampliamente.
— Gracias, espero que tú también encuentres a un hombre así — Me puse de puntillas y besé la mejilla del General Itans, quién me observó con rabia.
Chelsea se apresuró con el pago y me lo entregó en seguida, solté la mano del General Itans y tomé las monedas.
Me despedí exageradamente amable y caminé hacia la carreta.
Al llegar el General Itans me tomó del brazo y me obligó a observarlo.
— ¿ Por qué rayos le dijo esa desconocida esa mentira? — Preguntó indignado, jamás lo había visto así.
— Solo quería darle algo de que hablar, quería desquitarme — Dije y me soltó, apretó sus puños.
— Es una inmadura — Dijo y fruncí el ceño — ¿ Cómo se le ocurre inventar semejante cosa y usarme para una niñería como esa ?
— ¿ No escuchó la forma en que habló? — Pregunté enojada — Me estaba criticando y no iba permitir que se riera de mí, de mi fracaso de vida... Esa mujer siempre a querido competir y pisotear con su supuesta perfección, tenía que desquitarme de alguna forma... Inventar eso fue lo mejor...
— Me parece una tontería — Me observó decepcionado — Usted no debería importarle lo que piense esa mujer... Lo que hizo solo la hizo actuar como ella... — Resopló — Tiene bastante imaginación, que nos casaremos y viviremos en la costa...
— Descuide, solo es una mentira, no se lo tome a pecho — Murmuré dolida.
— No me lo tome a pecho pero me parece una estupidez que haya inventado eso que no pasará solo para complacer a la chismosa esa y para que le tuviera envidia.
" Eso que no pasará"
— Usted se cree muy correcto pero seguramente ha cometido equivocaciones... Seguramente a hecho cosas incorrectas... No me sentencie por hacer algo sin importancia — Gruñí, apretó su mandíbula y me giré para marcharme.
— ¿ A dónde va ?
— Lo espero afuera.
Caminé hacia la calle principal mientras intentaba calmar mi enojo y mi dolor.
Observé la gente pasar cuando una señorita a caballo pasó a lo lejos. Parpadeé varias veces, su cabello, su forma de montar, todo en ella me era familiar. Observó hacia atrás, su rostro quedó más al descubierto bajo el sombrero y sentí una inmensa alegría.
Era Liliam, no podía equivocarme, era Liliam, aquí en Silon.
— ¡ Liliam ! — Grité a todo pulmón.
Me escuchó y detuvo su cabello, sus ojos viajaron a todas partes hasta dar conmigo y me acerqué corriendo.
Bajó su caballo sorprendida y alegre, no dudé en atraparla en un abrazo.