Para heredar la millonaria empresa familiar, el implacable y perfeccionista CEO August debe cumplir la última exigencia de su padre: casarse con otro hombre, el hijo del mejor amigo del magnate, sellando una promesa hecha décadas atrás.
El contrato es claro: el matrimonio debe durar exactamente un año. ¿El divorcio? Solo será posible si la otra parte solicita la separación.
Decidido a poner fin a esta “locura” lo antes posible, August está dispuesto a todo para mantener sus emociones bajo control y garantizar el dominio total de la empresa.
Pero su plan comienza a desmoronarse cuando la convivencia forzada con su inesperado esposo empieza a despertar sensaciones que juró no tener…
¿Podrá mantener su corazón cerrado durante todo un año? ¿O terminará prisionero de un sentimiento que nunca planeó experimentar?
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Capítulo 19
Gael
Al día siguiente mi cuerpo temblaba, pero no de miedo, sino de emoción por haberme entregado por completo a August. Una sensación de estar al borde de algo grande, tal vez de un desastre cubierto de amor.
El sol surgía lentamente, reflejando algunos rayos por la ventana, aclarando la habitación. Había un silencio total, en el que August aún dormía.
Yo no quería moverme. No quería estropear ese instante de silencio, con el pecho de August subiendo y bajando despacio con la respiración. Como si todo estuviera, por fin, en paz. Como si él estuviera en paz… conmigo aquí acostado junto a su cuerpo.
Me giré de lado, observando su rostro relajado. Por primera vez desde que lo conocí, siempre había tensión entre sus cejas. Pero ahora estaban suaves.
Él parecía ligero. Bonito y tierno con el pelo en la frente, de un modo vulnerable que él escondía de todos. Y allí, en aquel momento, pensé que él era mío.
Me acerqué y deslicé los dedos por su piel caliente. Mi cuerpo dolía, no de manera mala, sino por lo que hicimos la noche pasada. Fue mi primera vez, y yo lo había elegido a él.
Por un instante, creí que él también me había elegido a mí, viéndome de la misma forma. Que nuestros sentimientos son verdaderos y no falsos.
—August…
Murmuré, apoyando la frente en su hombro.
Él se removió un poco, refunfuñó. Los ojos se abrieron con pereza, sin irritación. Estaba calmado.
—¿Qué pasa? —preguntó con la voz ronca de sueño.
Respiré hondo. Mi corazón latía acelerado, pero yo necesitaba decir las palabras atascadas en mi garganta.
—Te amo. Me di cuenta de que el tiempo que estuvimos juntos significó para mí. Principalmente la manera en que me trataste recientemente.
El silencio reinó, él mantenía una expresión neutra mientras me miraba y casi con sorpresa. Dio esa pausa que, en películas románticas, significa que el otro va a sonreír y corresponder.
Pero la pausa de él fue… otra.
Él se sentó lentamente en la cama, apartando la sábana. Se pasó la mano por el rostro y soltó un suspiro largo. Me quedé observando cada gesto, esperando cualquier cosa. Una sonrisa. Un “yo también”. Un beso.
—Gael… mira..., lo que pasó ayer… fue solo sexo, tu primera vez. Entonces no confundas las cosas, lo que tenemos está lejos de ser amor.
Pero lo que vino fue un golpe disfrazado de palabras. Mi respiración se detuvo.
—¿Cómo así? ¿Por qué estás diciendo eso?
Pregunto sintiendo el pecho apretado.
—Estamos casados, dividimos la misma casa. Esto iba a suceder en algún momento. Simplemente no confundas.
Dijo con voz normal sin una pizca de emoción.
—¿Confundir? —mi voz salió fallida, casi riendo—. Yo no confundí nada. Tú me tocaste con cariño, August. Me miraste como si… —Como si quisieras quedarte. ¿Y ahora dices que no significó nada lo que tuvimos ayer?
Él se levantó, cogió el pantalón en el suelo, comenzó a vestirse como si todo lo que habíamos hecho fuera apenas… trivial. Normal.
—Fue bueno. Claro que fue —dice él naturalmente—. Pero no cambia nada entre nosotros. Yo no estoy hecho para eso, Gael. Amor, esa cosa que tú sientes… no es para mí. Y yo no creo en esa palabra.
Me quedé allí, sentado en la cama sintiéndome completamente vacío, fue un rechazo bien doloroso que jamás imaginé. Debería haber escuchado a Matthew, él siempre está en lo cierto, yo siempre soy el equivocado.
Mi corazón apretaba como si estuviera reviviendo el pasado. Cuando yo amé demasiado a aquel que no me amaba. Cuando yo hice lo imposible por alguien que nunca me vio como suficiente. En el momento en que me confesé y recibí el silencio como respuesta.
August terminó de vestirse. Me miró por encima del hombro, y vi que había algo en los ojos. ¿Decepción tal vez? ¿Por imaginar algo tan grande entre nosotros?
Pero él no dijo nada. Apenas salió de la habitación. Me quedé en la cama aún caliente, en el silencio aún frío, con el pecho latiendo y mis ojos derramando lágrimas sin parar. Dolía muchísimo. Yo me entregué y él me dejó con mi ridícula ilusión.