Isabell Janssen es una hermosa mujer de 24 años, hija de una importante familia en Nashville y esposa del director de Multinational Bank DN, ha preparado todo para celebrar su aniversario de bodas y darle a su esposo el mejor regalo. Pero su esposo tenía otros planes, dos cuerpos semidesnudos en el sofá, es lo que Isabell encontró cuando se apresuró a buscarlo en su oficina. ‘A veces el amor dura y otras veces en cambio, duele mucho’, ella creyó tenerlo todo, pero esa misma noche lo perdió; se enfrentó a los recuerdos que la aprisionaban en la tristeza y frustración para poder levantarse y darse una nueva oportunidad.
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Capítulo 16. Solo
Capítulo 16. Solo
Eran las siete de la mañana, en el barrio Muri a unos seis kilómetros del centro de Berna, está ubicado el hotel Inner Muri. Los rayos del sol se cuelan por la ventana de la habitación 312 haciéndola despertarse de golpe. Masajeó suavemente sus sienes mientras mantenía los ojos cerrados, un ligero movimiento al otro lado de la cama la hizo abrir los ojos abruptamente. Solo podía ver la espalda desnuda de un hombre, observó alrededor de la habitación, la ropa regada por el piso, darse cuenta de su propia desnudez y la hora en el reloj de la mesita de noche la hizo cerrar los ojos con fuerza mientras se maldecía internamente.
Bajó lentamente de la cama, sin hacer ni un solo ruido que lo despertara y se dispuso a tomar cada una de sus prendas y a vestirse rápidamente, se marcharía antes de que él pudiera notarlo. Con los tacones en la mano izquierda, salió de la habitación en silencio, se topó con algunas miradas que la observaban no solo con curiosidad, sonrió apenada, se puso los tacones y caminó tan rápido como le fue posible para alejarse de ahí, mientras caminaba por la calle buscó su móvil en el bolso intentando contactar a Elaine, pero su número estaba ocupado.
A los pocos minutos, detuvo un taxi, abrió la puerta y entró rápidamente dándole la dirección de su departamento. Se mostraba impaciente por llegar, se sentía avergonzada al recordar cada detalle de la noche anterior. Cuando salió de su departamento por la noche, no esperaba hacer exactamente lo que Elaine le había aconsejado por teléfono, había desechado sus palabras tan pronto terminaron de hablar, ella solo había salido a divertirse con las chicas y tomar tranquilamente una copa, pero todo resultó diferente de lo que esperaba.
Tan pronto el taxi se detuvo frente al edificio bajó de prisa ignorando por completo el saludo del guardia que estaba en turno. Tomó el ascensor, movía el pie nerviosamente mientras esperaba llegar a su piso, observaba con impaciencia la pantalla de su teléfono móvil, deseaba que Elaine le regresara la llamada, necesitaba hablar con ella, contarle lo que había pasado, pero más que eso, necesitaba escuchar que todo estaba bien, que no había hecho absolutamente nada malo.
En el interior de su departamento, arrojó su bolso de mano sobre el sofá, y corrió hacia su habitación, se quitó rápidamente la ropa, dejó sobre la cama su teléfono y entró al baño a tomar una ducha con agua caliente. Acariciaba su cuerpo bajo el chorro de agua de la regadera, cada que cerraba los ojos venía a su mente la mirada de ese hombre, abría los ojos obligándose a alejar los recuerdos, ella seguía luchando internamente por liberarse de sus propios prejuicios, quería sentirse como cualquier otra chica, había disfrutado de su sexualidad, por primera vez después de tres años había estado con alguien más sin pensar en su exesposo.
Salió del baño envuelta en un albornoz, se sentó en la cama para aplicar su crema corporal. Se metió bajo la manta y tomó su celular. Había recibido varias llamadas de Alessandra y Dalia, aún era muy temprano, estaba segura de que las chicas continuaban durmiendo. Revisó los mensajes que había recibido de las chicas, uno de los meseros las ayudó a tomar un taxi de sitio, estaban seguras en casa, pero preocupadas por ella. Les envió un mensaje asegurándoles que estaba bien, que se había sentido mal durante la noche y regresó a casa antes. Se estiró en la cama y acomodó la cabeza en la almohada mientras sus ojos se cerraban lentamente a causa del cansancio, era sábado, podía quedarse todo el día en su departamento sin preocuparse por algún pendiente.
Mientras tanto, en la habitación 312 del hotel Inner Muri, Thomas se levantó pesadamente, se sentía agotado, se sentó sobre la cama con la sábana apenas cubriendo la parte inferior de su cuerpo, masajeaba su frente en lo que lograba despabilarse por completo. Instintivamente giró la cabeza hacia el otro lado de la cama, estaba vacío, bajó de prisa y caminó en dirección al baño hasta que se percató que la única ropa que ahora estaba en el suelo era la suya. Sonrió divertido por la situación, con cualquier otra chica se hubiera comportado como un patán, la despertaría abruptamente y la echaría de su habitación. Pero esta mujer lo dejó solo sin darle oportunidad de nada, la sensación en su pecho y sus propios pensamientos no lo hacían sentir bien, le resultaba extraño y aunque no quería admitirlo, no le agradaba sentirse solo, por primera vez deseó que ese espacio en la cama aún estuviera ocupado, se fue sin dejar rastro, sin hacer el menor ruido cuando la noche anterior a penas y podía controlar el volumen de su voz.
Entró al baño a tomar una ducha, recogió la ropa del piso y se vistió sin prisa, tomó su teléfono móvil del interior de su pantalón y las llaves de su auto. En la recepción, las chicas lo observaban embelesadas por su imponente apariencia, él sonrió pícaramente y se acercó.
- Buen día señor Luniak. – Dijo una de las recepcionistas\, mientras la otra se encargaba del check out. – Vimos a su esposa salir muy temprano\, parecía tener prisa. – Su comentario lo hizo curvar la ceja extrañado.
- Oh\, sí\, tenía una reunión de negocios\, supongo que no quiso despertarme tan temprano. – La noche anterior cuando hizo la reservación directamente en la recepción\, excusó a la mujer que se balanceaba ebria de un lado a otro en sus brazos como su esposa.
Después de terminar el papeleo correspondiente en la recepción, Thomas se detiene en la salida del hotel mientras el valet parking estaciona su auto en la entrada y le entrega las llave. El asiente con la cabeza en agradecimiento y entrega una propina al chico. Sube a su auto y enciende el motor poniéndose en marcha hacia su departamento.
- Ahora\, ¿cómo se supone que voy a encontrarte? – Pregunta en voz baja.
Mientras conduce, el sonido de su celular llama su atención, coloca el manos libres para atender la llamada, es Frank, su mejor amigo y socio quien lo interrumpe.
- Ya estás en el aeropuerto\, ¿cierto?
- Buen día\, Frank. – Responde Thomas recalcando el saludo. – De hecho\, no\, algo me ha impedido hacerlo.
- ¿Algo? O ¿alguien? – Pregunta con tono bromista Frank.
- No tiene relevancia\, si solo llamaste por eso\, entonces colgaré\, estoy conduciendo. – Respondió Thomas.
- Thomas\, ¿cuándo piensas regresar? – Cuestiona Frank. – Lo que antes te tomaba solo una semana\, ahora…
- ¿No puedes con el trabajo? – Cuestiona fríamente.
- Sabes que sí. – Responde a la defensiva Frank.
- Es precisamente por eso que no me preocupo por la empresa\, tomo una semana de vacaciones cada año\, esta vez necesito quedarme más tiempo.
- Entiendo\, pero… Helena vino a hacer un escándalo a mi oficina y por lo que sé\, puso al tanto a Débora de su viaje a Berna.
- No me importa en absoluto\, Débora… en su extraña mente sigue pensando que es mi prometida y ha aceptado todo desde un principio.
- Lo sé\, es solo que… bueno\, quien me preocupa en realidad es tú tía.
- Lo tengo Frank\, no te preocupes por eso. Háblame solo si es algo urgente.
Tan pronto llega a su departamento, enciende un cigarrillo en el balcón de su habitación mientras disfruta de la vista que le ofrece la ciudad. Deja escapar un fuerte suspiro y se despoja de la idea de volver a ver a esa mujer, si antes mantuvo en su mente cierta curiosidad por su identidad y paradero, ahora se convence a sí mismo que es una chica más en su lista. Tira la colilla del cigarro en el cenicero que está sobre la mesa exterior del balcón y regresa a su habitación para cambiarse de ropa.
A las seis de la tarde, Isabell despierta desganada, el hambre la ha obligado a abrir los ojos, se pone de pie y camina hasta la cocina. Abre la nevera y se sirve un vaso de jugo, no hay nada que llame su atención por lo que decide pedir comida a domicilio. Se sienta en el sofá de la sala mientras hace el pedido, enciende el televisor y cambia de canales, se detiene en la programación de fin de semana de la televisora americana, una película de romance ha llamado su atención, acomoda las almohadas del sofá y se recuesta cubriendo sus pies con la manta que está en la cabecera cuando escucha el sonido de su celular. Abre los ojos nerviosamente cuando ve el nombre de Elaine en la pantalla.
- ¡Hola\, linda! Disculpa que no te haya contestado temprano\, hoy tuve que ir al colegio\, están haciendo mantenimiento y debía asegurarme de que todo saliera bien y luego\, fui a almorzar con mis padres\, están de visita\, se quedaran por una semana en Nashville. – Dijo Elaine sin parar.
- Está bien\, no te preocupes\, salúdalos de mi parte\, por favor. – Respondió Isabell.
- Entonces dime, qué pasó. ¿Por qué habías marcado? – Preguntó.
- Isabell dudó en contarle a su mejor amiga sobre lo que había pasado, ahora que ella estaba disfrutando de la visita de sus padres lo dejaría para otro momento. – Olvídalo, luego hablamos, tú disfruta de tus padres.
Aunque su respuesta no la dejó del todo tranquila, Elaine colgó la llamada asegurándole que volvería a marcarle, pero pasaron tres días desde su última llamada, tres días desde que salió corriendo de la habitación de ese hotel.
Por la mañana, mientras Elaine estaba de compras con sus padres, Isabell no podía sacarse de la mente el bello rostro de ese hombre. Hasta ese momento comenzó a cuestionarse muchas cosas, su acento inglés le indicaba que definitivamente no era de Berna, quizás era un viaje de negocios o simple placer. Se puso de pie dejando escapar un fuerte suspiro, su estómago comenzaba a avisarle que era momento de comer, caminó hacia la cocina, abrió la nevera, solo había una botella de leche, una bolsa de pan de caja, algunas verduras y frutas, fácilmente podría prepararse un emparedado de vegetales, pero no se le apetecía. Fue a su habitación para tomar una de sus gabardinas y su bolso, pero llama su atención un pedazo de tela que sobresale de la bolsa de una de las gabardinas que están colgadas.
- Esto…¡oh por Dios! – Dice cubriéndose la boca al ver el pañuelo. – Es el tipo del restaurante el mismo con el que… - Isabell acaricia su frente\, ahora comprende por qué el tipo le había parecido conocido.
Por un momento las ganas de hablarle a Elaine y contarle todo la hacen tomar su celular, pero se detiene antes de poder marcar, se convence a sí misma de que debe lidiar con ello por sí sola.
- Se para frente al espejo y se observa fijamente. – Ya no eres una niña Isabell\, eres una mujer de veintiocho años\, casi – recalca – estas soltera y no has hecho absolutamente nada malo. – Se dice a sí misma frente al espejo.
Toma su bolso y la gabardina, y sale de su departamento con rumbo a su clase de italiano. Saluda cortésmente al guardia del edificio antes de desviarse al estacionamiento donde está aparcado su auto. De camino a la escuela de lenguas, se detiene por diez minutos en el café que está a dos cuadras de su edificio, pide un caramel macchiato y un muffin de banano para llevar.
- ¿No desayunaste? – Le pregunta Dalia al verla llegar.
- No\, debo ir al supermercado. – Responde Isabell antes de darle una mordida a su muffin.
Terminando la clase, se despide de sus compañeros, sube a su auto y se pone en marcha hacia el supermercado Útica que se encuentra en el centro de Berna. Le toma casi una hora recorrer los pasillos buscando los productos que necesita, después de pagar se dirige al estacionamiento, abre la cajuela del auto y sube las bolsas.
Al llegar al edificio donde vive, encuentra bloqueadas las puertas del estacionamiento, el guardia en turno se acerca a su auto tan pronto la ve llegar y le hace señas de que no puede entrar.
- ¿Qué pasa Lewis? – Pregunta cuando baja el cristal de la ventana.
- Perdón señorita Janssen\, uno de los vecinos reportó una fuga de gas en su departamento. Hemos tenido que desalojar el edificio hasta que la compañía de gas envíe a su personal. Tomará algo de tiempo\, lamentamos los inconvenientes.
Isabell asintió con la cabeza, subió de nuevo el cristal de la ventana y se detuvo un momento a pensar qué debía hacer, resignada a no poder entrar a la comodidad de su departamento, conduce de regreso a la avenida principal directo al café que está a dos cuadras. Estaciona su auto a unos cuantos metros de distancia, tan pronto entra se sorprende por la cantidad de personas que hay en la cafetería, el chico que atiende le sonríe y encorva los hombros. Muchos de los que fueron desalojados del edificio y de los lugares cercanos se refugiaron en el café en lo que la compañía de gas terminaba con los trabajos de contingencia y aseguramiento.
- Todos se han reunido aquí. – Le dice el joven tan pronto ella se acerca.
- Eso veo. – Responde Isabell con una sonrisa. – En realidad debería de estar en mi departamento preparando algo rico para comer\, pero – dice levantando los hombros y haciendo un mohín que hace sonreír embobado al chico – Me temo que terminaré tomando un té helado y un emparedado de pavo. – Sonrió.
Mientras ella esperaba a que el chico agregara su orden al sistema de la computadora, no se percató de que alguien la observaba desde una de las mesas traseras del lugar.
te agradezco no poner fotos de referencia, cada le da forma a los protagonistas y eso es valorable