Reviví de entre los muertos, eso suena descabellado pero es prácticamente lo que sucedio.
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Capitulo: 16
MORGAN.
—¿Qué mierda? —espetó Dante, estupefacto, mirando a Hunter.
—¿Qué? —Hunter no respondió, solo se miraron el uno al otro—. ¿Qué ocurre?
—¡Está vacío! —gritó Hunter, sin poder creerlo.
—¿Es una broma, verdad? —pregunté esperanzada, pero al parecer no lo era, ya que sus rostros reflejaban una genuina estupefacción.
Reacia a creerlo, me acerqué al hoyo y muy lentamente miré dentro, dándome cuenta de que sí, efectivamente, el maldito ataúd estaba vacío.
—¿Cómo carajos es esto posible? —pregunté a nadie en específico.
—Esto no es bueno, ¿verdad? —murmuró Hunter, mientras me miraba cauteloso.
No, no es bueno. Si esa mujer está con vida, no creo que se quede de brazos cruzados después de lo que le hicieron
Caleb y Connor.
¡Oh, Dios mío!
Connor.
Cómo lo extraño.
—¿Crees que si está con vida esté con el padre de Caleb? —preguntó Dante, espantado.
—No, no está con él. En todo el tiempo que estuve con él, nunca la vi y él nunca se marchaba de la casa. Siempre estaba alrededor, torturándome y…
Me callé abruptamente y me maldije por ser tan descuidada al hablar.
—¿Estuviste de su lado? —preguntó Dante, receloso.
—No, fue cuando perdí mi voz por un tiempo después de mi supuesta muerte.
—¿De qué me perdí? —cuestionó, intrigado.
—Es una larga historia. Por ahora, tenemos que darnos prisa. Enterremos a Lorenzo y vayamos a investigar qué pasó con Samantha. —Con mi pie, empujé el cuerpo de Lorenzo al hoyo, y cayó de una manera totalmente anormal, pero no le di importancia y simplemente asentí con la cabeza para que cerraran el ataúd y enterraran al maldito.
Los dejé haciendo su trabajo y caminé un poco para alejarme lo suficiente y poder llamar a Caleb.
—¿Qué pasa? —su voz era fría, claramente aún seguía molesto después de nuestra última charla.
—Caleb, pasó algo y creo que tienes que saberlo, así que deja tu estúpida frialdad para otro momento y pon atención —dije, exasperada por su actitud.
—Bien, habla —ordenó en el mismo tono.
Rodé los ojos antes de hablar.
—Samantha puede estar viva —lo dije rápido y sin cuidado.
—¿De qué coño hablas, Morgan? —su voz se tornó amenazante.
—Yo… yo maté a Lorenzo y lo dejé tirado donde lo maté. Después me fui con Elijah, y después de que tú te fueras, llegaron Raquel y Dante. Ellos me obligaron a sepultar a Lorenzo, entonces a mí se me ocurrió la grandiosa idea de sepultarlo con su amante, y cuando abrimos el ataúd de Samantha, estaba vacío.
—¿Mataste a Lorenzo y no me lo dijiste? —me reprochó.
—¿En serio? Te digo que Samantha puede estar con vida y a ti solo te importa que haya matado a Lorenzo y que no te lo contara.
—¿Y qué pasa si está viva? Si está con mi padre, no podrá hacernos nada. Mi padre quiere que juntemos ambas mafias, no lo estropeará por la mujer que lo engañó con su peor enemigo —alegó sin preocupación.
—Caleb, no lo entiendes. Ella no está con tu padre. Todo el tiempo que tu padre me tuvo en su casa, nunca la vi, y Elijah jamás me dijo que ella estuviera viva. No creo que siquiera tu padre sepa que está viva.
—¿Y tú piensas que tu querido Elijah te dirá todo?
—Él, a diferencia de ti, no es un mentiroso ni un traicionero —lo defendí con los dientes apretados.
—Solo recuérdalo, Morgan, te casarás conmigo. Y cuando eso suceda, tu amigo tendrá que salir de tu vida.
—Es el único que de verdad se preocupa por mí, no me alejaré de él solo por tu estúpida inseguridad.
—No me retes, Morgan —rugió, molesto.
—Adiós, Caleb.
Colgué la llamada, furiosa y frustrada.
Es un idiota, ¿quién se cree que es para decirme que me aleje de Elijah?
—¡Terminamos! —gritó Hunter, muy cansado.
—Bien, vamos. Tenemos que hacer una parada antes de volver a casa de Caleb.
Caminé a la camioneta, con Hunter y Dante detrás de mí, cargando las palas y otros objetos que utilizaron.
—Hunter, las llaves —pedí mientras caminaba al lado del conductor.
Me las lanzó y las atrapé en el aire.
—¿Segura de que quieres conducir? —me preguntó cauteloso.
—Sí, cambié de planes y primero iré a dejarlos a casa de Caleb. Yo tengo algo más importante que hacer.
—Si tú quieres —le restó importancia, subiéndose después de haber colocado las cosas en el maletero.
Estando todos montados en la camioneta, la encendí dándole vida al motor que rugió rápidamente, y yo me puse en marcha incorporando la camioneta a la carretera principal. Por el retrovisor, observé cómo Dante se colocaba unos auriculares y se dormía al instante.
Durante todo el trayecto de camino a casa de Caleb, en mis pensamientos solo estaba la casa en la que crecí, esa casa que no piso hace años.
—¿Morgan? —la suave voz de Hunter captó mi atención, y lo vi por un milisegundo.
—¿Sí?
—¿Estás aquí? Pareciera que estás en otro mundo.
Solté un suspiro cansino y asentí levemente.
—Sí, estoy bien, solo tengo muchas cosas en la cabeza. Con la boda, el secuestro de Sofía, la discusión con Madison, la pelea con Caleb, y la posibilidad de que Samantha esté con vida, no logro dejar de tener esas cosas en mi cabeza, dándole vueltas a cada situación.
—¿Sabes?, siempre te admiré. Admiraba cómo a pesar de toda la mierda que tenías en tu contra, levantabas la cabeza y no te dejabas amedrentar por nadie.
—Ahora debes de estar decepcionado, ¿no? Es decir, ahora me convertí en una perra, sarcástica y asesina.
—No, no es admirable que asesinaras a tu padre, pero lo entiendo. Explotaste. Todo lo que llevabas en tu interior explotó, y sé que tú no querías dañar a nadie ni mucho menos matar, pero todos llegamos a nuestro límite y, créeme, es admirable ver cuánto aguantaste antes de explotar y tomar cartas en el asunto. Si te soy sincero, yo pensé que tu límite había sido cuando Brandon te utilizó. Veo que me equivoqué.
—Si te soy sincera, no me siento mejor después de haber matado a Lorenzo, incluso después de matarlo y cuando nadie miraba, a excepción de Elijah, me rompí, lloré y sollocé hasta el cansancio. Lloré como una niña cuando pierde a su mamá y me sentí horriblemente peor que como me sentía antes de matarlo, pero ya no había vuelta atrás, ya había jalado el gatillo y le había arrebatado la vida al primer hombre que rompió mi corazón.
—¿Qué fue especialmente lo que sentiste cuando te diste cuenta de que lo habías matado?
—En ese preciso momento, nada.
Me quedé en blanco. No lo asimilaba, solo se me ocurrió irme de ahí. Caminé al auto y me subí, esperando que Elijah también lo hiciera. En el camino fue donde la resolución de lo que había hecho llegó a mí y me rompí. Comencé a sentir que prefería ser yo la muerta.
—¿Y ahora? ¿Qué sientes ahora que ya lo asimilaste?
—Bueno, creo que lo que hice no estuvo bien. Sin embargo, ya no me arrepiento ni mucho menos siento remordimiento. Me siento mal por haber asesinado, más no por quién fue.
—Creo que te entiendo.
Después de eso, ninguno de los dos volvió a hablar. Al llegar a la casa de Caleb, no apagué el auto, solo lo orillé a la acera para que Hunter y Dante pudieran bajar. Vi cómo Hunter despertaba a Dante y lo obligaba a bajar. Me despedí de ellos con la mano y volví a poner la camioneta en marcha.
Conduje a mi destino, que estaba más que claro, y traté de calmar mi nerviosismo. El temblor que sentía en mi cuerpo no ayudaba en nada a disminuir el nerviosismo y la incertidumbre.
Llegué a mi destino y bajé de la camioneta. El amanecer estaba llegando y el alba me lo avisaba.
Frente a mis ojos vi la casa de dos pisos, con fachada moderna y a la vez antigua. Sus ventanas estaban rotas, las plantas que adornaban el frente de la casa estaban marchitas y secas, la pintura amarilla estaba deteriorada y los cimientos de esta avisaban el estado deplorable en el que se encontraba la casa que en su tiempo fue mi hogar.
Abrí la reja principal —que ya era prácticamente solo un pedazo de madera— y caminé por el sendero directamente a la puerta de entrada. Le di un ligero empujón y la puerta se cayó con un ruido sordo.
Al mirar el interior, un escalofrío recorrió mi espina dorsal, pero aun así me armé de valor y di un paso dentro.
El olor a guardado y a polvo le daba un aspecto lúgubre al lugar. Los pocos muebles que se quedaron después de todo lo sucedido estaban como los dejó papá, cubiertos con sábanas blancas, y la mancha de mi sangre también estaba ahí en el piso, esa mancha que me recordaba cómo comenzó el verdadero infierno para mí, el día en que Samantha trató de matarme y, gracias al cielo, simplemente consiguió rozar mi espalda. Agradecí a todos los dioses el hecho de que eso no dejara marca.
Me dispuse a dar otro paso cuando la madera del piso rechinó sin que yo me hubiese movido, y mis alarmas se encendieron.
—Bienvenida a casa. —Lo sabía.
—Samantha.