Idealizado es una novela juvenil que narra la vida de Elena, una adolescente atrapada en un hogar marcado por la violencia doméstica y el abuso psicológico de su padre. A través de su amistad con Carla, un breve romance con Lucas y su propio proceso de resiliencia, Elena enfrenta el dolor, la pérdida de su madre y la búsqueda de justicia. Con un estilo emotivo y crudo, la historia explora temas de empoderamiento, superación y la lucha contra el silencio, culminando en un mensaje de esperanza y amor propio.
NovelToon tiene autorización de criis jara para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Entre sus brazos
La noche había caído sobre la ciudad como un susurro cálido.
Elena miró el techo durante varios minutos, envuelta en la penumbra de la habitación. El tic del reloj del hotel marcaba cada segundo, mientras el murmullo del mar llegaba desde lejos como una canción lejana que solo ella podía oír.
A su lado, su madre dormía profundamente, con la respiración pausada y serena.
Elena se incorporó con suavidad. Tomó aire. Su corazón latía con fuerza, como si quisiera advertirle que aún podía cambiar de idea. Pero ella ya lo había decidido. Se puso un abrigo liviano, abrió la puerta despacio y salió, cuidando que no se oyera ni un clic.
Caminó por el pasillo en penumbras hasta llegar a la puerta que ya conocía. Golpeó dos veces. La puerta se abrió al instante, como si Lucas hubiese estado esperándola.
Él la miró… y no dijo nada. Solo sonrió. Una de esas sonrisas que Elena sentía que le detenían el tiempo.
—Hola —dijo él en un susurro.
—Hola —repitió ella, con la voz temblando apenas.
Lucas se acercó, la abrazó por la cintura y la besó. Pero no era como otros besos. Este era más lento, más profundo, cargado de una promesa muda. Sus labios se encontraron con dulzura, pero al poco tiempo, cuando él quiso ir un paso más allá, Elena puso una mano sobre su pecho y lo detuvo.
—Esperá —susurró, mirándolo a los ojos.
Lucas no se molestó. Asintió y se apartó, respetando cada gesto, cada silencio.
Y entonces pasó algo inesperado. Fue solo una mirada.
Una forma en que sus ojos se encontraron.
Y Elena lo supo.
No era lo que decía, no era lo que hacía, era cómo la miraba. En ese instante, supo que estaba enamorada. Que lo que sentía ya no podía esconderse ni medirse.
No hizo falta decir nada más.
Fue ella quien dio el primer paso esta vez. Se acercó y lo besó con una ternura casi dolorosa. Y poco a poco, sin prisa, sin ruidos, se entregó al amor por completo.
Lucas le acariciaba el rostro como si fuera de cristal. Elena sentía cada roce como si le hablase con las manos, como si le prometiera quedarse. Nada fue apresurado. Nada forzado. Solo dos cuerpos aprendiendo a confiarse, a encontrarse, a sentirse sin miedo.
Cuando las luces se apagaron por completo, cuando el murmullo del mar se hizo más lejano, el mundo pareció detenerse.
Y allí, en esa habitación que no decía nada desde fuera, pero que lo contenía todo por dentro, Elena vivió algo que jamás olvidaría.
No por lo físico. Sino por lo que significaba.
Por lo que el silencio no dijo, pero sus latidos gritaron.
La habitación estaba en silencio.
Lucas la abrazaba desde atrás, su respiración acariciaba su cuello. No hablaban. No hacía falta. Solo se escuchaba el leve golpeteo de la lluvia fina en la ventana, como si el mundo entero hubiese decidido callar para respetar ese momento.
Elena se mantenía en silencio, con la mirada fija en el techo, abrazando la manta hasta el pecho. Sentía un cosquilleo en el estómago, pero no era nervios. Era paz.
Un tipo de paz nueva. Diferente.
Se sentía más ligera, como si hubiera dejado parte de sí misma flotando en ese instante.
Lucas le acarició el brazo lentamente.
—¿Estás bien? —preguntó con voz suave.
Elena giró apenas la cabeza, encontrando sus ojos. Sonrió.
—Sí. Mucho.
Él se acercó, le besó la frente, y luego sus labios con la misma ternura de antes. No había urgencia en su cuerpo. Solo cercanía. Calidez.
—Gracias —susurró él.
—¿Por qué?
—Por confiar en mí. Por elegirme esta noche.
Elena cerró los ojos. Sabía que debía volver a su habitación. Su mamá no podía descubrirla allí.
Se incorporó lentamente, recogió su ropa con cuidado. Lucas la observaba en silencio, y por primera vez, parecía distinto. No más distante. No más confiado. Lo que había ocurrido lo había tocado también, aunque él no lo dijera.
Cuando estuvo lista, él se acercó y la ayudó a abrochar su abrigo.
—¿Querés que te acompañe?
—No, mejor no. No quiero que se despierte.
Lucas tomó su mano, la besó con cuidado y le sonrió. Esa sonrisa que tenía el poder de calmarlo todo.
—Nos vemos mañana, princesa.
Elena asintió. Le dio un último beso y salió de la habitación, cruzando el pasillo en puntas de pie, sintiendo que su cuerpo aún temblaba… pero no de miedo, sino de emoción.
Entró a su habitación. Su mamá seguía dormida, envuelta entre mantas. Elena se quitó el abrigo, volvió a la cama, y por un instante, no supo si sonreír o llorar.
Estaba feliz.
Pero también tenía miedo.
Había dado un paso enorme, y aunque en ese momento se sentía segura, en el fondo de su alma algo le decía que debía cuidarse el doble de ahora en adelante. No por Lucas. No todavía. Sino por ella.
Se abrazó a sí misma bajo las sábanas, respiró hondo, y se permitió sonreír en la oscuridad.
...----------------...
A la mañana siguiente
Lucas la esperaba en el desayuno del hotel. Cuando la vio llegar, se levantó y le sacó la silla como un caballero. Elena notó que la miraba de una forma distinta… como si ya no fuera una adolescente, como si en sus ojos hubiera algo nuevo.
—Dormiste bien —dijo él con una sonrisa cómplice.
—Más o menos —respondió ella, bajando la mirada, pero riendo.
Durante el desayuno, Lucas fue más dulce que nunca. Le alcanzaba la servilleta, le cortaba trozos de fruta, le hacía chistes tontos solo para verla reír.
Elena lo observaba, sintiendo que todo era demasiado perfecto… ¿pero duraría?
Su madre, por su parte, no dijo nada. Solo los miraba de vez en cuando con una expresión que mezclaba intuición, cariño y… quizás, una pizca de preocupación.