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Entre Líneas

Entre Líneas

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Amor tras matrimonio / Intrigante / Maltrato Emocional / Padre soltero / Diferencia de edad
Popularitas:1.2k
Nilai: 5
nombre de autor: @AuraScript

"No todo lo importante se dice en voz alta. Algunas verdades, los sentimientos más incómodos y las decisiones que cambian todo, se esconden justo ahí: entre líneas."

©AuraScript

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Un pobre idiota.

La penumbra abraza la sala de mi casa, un velo roto apenas por el resplandor plateado de la luna que se filtra por las rendijas de las persianas, dibujando líneas afiladas sobre el suelo de madera. El aire lleva un aroma a madera gastada, mezclado con el eco tenue del jabón que aún impregna las manos de Damon, un vestigio de su rutina nocturna de lavar los platos. Estamos sentados en el sillón, con un espacio deliberado entre nosotros, el cuero gruñendo con cada movimiento, como si protestara por nuestra presencia. La libreta de tapa negra tiembla en las manos de Damon, sus dedos rozando las páginas con una cautela que delata su miedo. Lo observo, mi cuerpo rígido, las manos apretadas sobre las rodillas, los nudillos blanqueándose bajo la presión. Una lámpara en la esquina arroja una luz ámbar que no logra alcanzarnos del todo, dejando nuestras caras atrapadas entre sombras, un reflejo de la frágil cuerda que nos une y nos separa.

El silencio entre nosotros pesa, un silencio que no es vacío, sino cargado, como el aire antes de un relámpago. Damon respira con dificultad, un sonido entrecortado que rasga el quieto, y sus ojos grises, vidriosos, buscan los míos por un instante antes de desviarse hacia la libreta. Sus hombros están encorvados, su cuerpo hundido en el sillón, como si quisiera fundirse con él. Me inclino hacia adelante, el cuero crujiendo bajo mi peso, y mi mirada se clava en él, un intento de anclarlo, de mantenerlo aquí conmigo.

—Ya terminé, suegro— dice, su voz un hilo tembloroso que apenas atraviesa el espacio entre nosotros. Levanta la mirada hacia mí, sus ojos brillando con una vulnerabilidad que me estruja las entrañas, y sus dedos aprietan la libreta, arrugando el borde del papel. —Es... no sé si pueda leer esto. Es demasiado—. Su tono vacila, y su cuerpo se tensa, sus rodillas temblando ligeramente mientras se encoge aún más en el sillón.

—Lee— digo, mi voz grave, un mandato que no admite réplicas, pero con una calidez que busca tranquilizarlo. Me acerco un poco más, mis codos apoyados en las rodillas, mis manos entrelazándose con fuerza para ocultar el temblor que me recorre. —Eso acordamos, Damon. Todo lo que sientes, lo lees en voz alta. No te guardes nada—. Mis palabras son firmes, pero hay una urgencia en ellas, y mis ojos se clavan en los suyos, buscando alguna señal de que no se va a quebrar antes de empezar.

Damon traga saliva, su nuez de Adán subiendo y bajando con un movimiento lento, y asiente, un gesto casi imperceptible que parece costarle un esfuerzo inmenso. Respira hondo, un sonido áspero que resuena en la sala, y comienza a leer, su voz temblorosa pero clara, cada palabra cayendo como un golpe sordo contra el silencio. —No sé cómo seguir con esto— dice, su tono quebrándose mientras lee, las palabras resonando como un eco de su alma. —Hay noches en que no quiero encontrarla. Noches en que recuerdo cómo me miraba, con ese desprecio que me cortaba como un cuchillo. La última vez que discutimos, me empujó contra la pared, sus manos apretándome el cuello hasta que sentí que no podía respirar. Me dijo que no valía nada, que era un estorbo, y yo solo... solo me quedé ahí, dejándola gritar, dejándola herirme, porque la amo. La amo tanto que me odio por eso—. Su voz se quiebra al final, un sollozo escapándose de su garganta mientras baja la libreta, sus manos temblando tanto que las páginas crujen bajo sus dedos.

El aire se espesa a mi alrededor, un peso invisible que me oprime mientras sus palabras se hunden en mí como un veneno lento. La imagen de Heather, mi propia hija, apretando el cuello de Damon, su voz cargada de desprecio, me golpea como un puñetazo. Siento un nudo en el estómago, una mezcla de incredulidad y furia que me quema por dentro, pero también una culpa que me atraviesa como un filo. Mis manos se aprietan en puños, las uñas clavándose en las palmas hasta que siento un pinchazo de dolor, y miro a Damon, su rostro pálido y surcado por lágrimas, su figura encorvada como si quisiera desaparecer. Me muevo ligeramente, mi respiración está acelerándose.

—Damon— digo, mi voz baja pero cargada de una intensidad que no puedo contener, mientras extiendo una mano hacia él, mis dedos deteniéndose a pocos centímetros de su brazo, temblando en el aire antes de dejarlos caer sobre mi regazo. —¿Por qué no me dijiste esto antes? ¿Por qué dejaste que llegara tan lejos?—. Mis palabras son un murmullo, pero hay un filo en ellas, una mezcla de preocupación y frustración que no puedo ocultar. Por un momento, nuestras miradas se cruzan, un instante que me eriza la piel.

Los ojos de Damon están brillando con lágrimas frescas, y se limpia el rostro con el dorso de la mano, su piel enrojecida por el llanto. —No lo sé— dice, su voz temblando mientras se encoge de hombros, un gesto que parece costarle un esfuerzo inmenso. —No quería que usted pensara mal de ella. No quería que me viera como un débil, como alguien que no puede manejar su propia vida. Pero estoy tan cansado de esto, tan cansado de sentir que no valgo nada—. Su tono se quiebra al final, y baja la mirada, sus manos apretando su libreta con fuerza.

Me quedo en silencio, mi mente dando vueltas mientras intento procesar lo que acaba de decir. El sonido de la respiración entrecortada de Damon llena el espacio entre nosotros, un ritmo irregular que me pone los nervios en punta. Pienso en Heather, en cómo solía ser de niña, con sus risas llenando esta misma sala, y me pregunto en qué momento se convirtió en alguien capaz de herir así a otro ser humano. Pienso en Damon, en su amor ciego, en su devoción que lo está destruyendo, y siento una mezcla de lástima y enojo que me quema por dentro. No puedo seguir viendo cómo se humilla por mi hija, cómo se aferra a un amor que lo está matando. Tengo que decir algo, aunque sé que va a encender una chispa que no podré controlar.

—Damon— digo, mi voz más firme ahora, mientras me enderezo en el sillón. —Escucha lo que te voy a decir, y escúchalo bien. ¿Por qué no dejas de buscar a Heather? ¿Por qué no buscas a alguien más, alguien que te quiera de verdad, una mujer que no te haga tanto daño?—. Hago una pausa, mirándolo con atención, y añado, con un tono que no admite réplicas: —No puedes seguir humillándote por mi hija. No después de lo que acabas de decirme. No lo mereces—. Mis palabras son duras, pero hay una sinceridad en ellas, un deseo genuino de verlo libre de este dolor que lo consume. Mis ojos se clavan en los suyos, y siento un calor que sube por mi nuca, un nerviosismo que me hace estremecer.

Damon se tensa de inmediato, su cuerpo rígido como si lo hubiera abofeteado. Sus ojos se abren de golpe, brillando con una furia que no esperaba, y sus manos sueltan la libreta, que cae sobre el sillón con un golpe sordo. Se pone de pie de un salto, y antes de que pueda reaccionar, se mueve hacia mí con una rapidez que me toma desprevenido, su figura alta y ancha cubriendo la mía como una sombra imponente. Me acorrala contra el respaldo del sillón, sus manos apoyándose en los reposabrazos a ambos lados de mí, encerrándome en un espacio que de repente se siente demasiado pequeño. Su aliento cálido me roza el rostro, cargado con un aroma amargo que me hace contener la respiración. Su cuerpo está tan cerca que siento el calor que emana de él, una corriente que me envuelve de una manera incómoda.

—No diga eso, suegro— dice, su voz baja pero cargada de un filo que me pone los nervios en punta, mientras su rostro se aproxima al mío. —No tiene derecho a decirme eso. ¿Cree que no he pensado en dejarla? ¿Cree que no me he imaginado una vida sin ella? Pero no puedo. La amo. La amo con todo lo que soy, aunque me duela, aunque me mate—. Su tono es voluble, pasando de la furia a la desesperación en un instante, y su respiración entrecortada roza mi piel, un ritmo acelerado que hace que mi propio pulso se dispare. Sus brazos tiemblan ligeramente, los músculos tensándose mientras me mantiene atrapado, y por un momento, siento una mezcla de peligro que me acelera el corazón.

Intento mantener la calma, pero mi respiración se acelera, y el cuero del sillón cruje bajo mi peso mientras mi espalda se presiona contra el respaldo, atrapado bajo su figura imponente. Alzo una mano con un movimiento lento pero firme, mis dedos rozando su torso con una delicadeza que contrasta con la tensión del momento, y lo empujo hacia atrás con suavidad, mi palma sintiendo el calor de su cuerpo a través de la camiseta, un contacto que me quema la piel y me hace contener un escalofrío. —No se trata de lo que siento, Damon— digo, mi voz firme pero cargada de una emoción que no puedo contener, mientras lo mantengo a una distancia segura, mi mano todavía sobre su torso, sintiendo el latido acelerado bajo mis dedos. —Se trata de lo que tú mereces. No puedes seguir viviendo así, dejando que te destruya. ¿No ves lo que te está haciendo? Estás hecho pedazos, y sigues aferrándote a ella como si fuera lo único que tienes—. Mis palabras son un grito contenido, un intento de hacerlo reaccionar, y mis ojos se clavan en los suyos, nuestras miradas chocando con intensidad.

Damon retrocede un paso, mi mano deslizándose de su torso con un roce que siento como un relámpago, y su mirada se endurece, parecía estar luchando con muchas cosas. —Usted no entiende nada, suegro— dice, su voz temblando de furia mientras se pasa una mano por el cabello, los mechones rubios cayendo desordenados sobre su frente. —No entiende lo que es amarla, lo que es sentir que sin ella no soy nada. No me pida que la deje, porque no puedo. No voy a hacerlo—. Su tono es un rugido ahora, un eco de su dolor que llena la sala, y sus manos tiemblan mientras se las pasa por el rostro, su respiración entrecortada resonando como un tambor.

Me quedo inmóvil, mi respiración atrapada en el aire mientras lo miro, el eco de su calor todavía quemándome la palma de la mano. Finalmente me enderezo y alzo una mano hacia él, mis dedos deteniéndose a medio camino, un gesto que busca calmarlo. —No te estoy pidiendo que la dejes, Damon— digo, mi voz baja pero cargada de una intensidad que no puedo ocultar. —Te estoy pidiendo que te salves. Porque si sigues así, no vas a sobrevivir. Y no quiero verte caer—. Mis palabras son un murmullo, un ruego disfrazado de mandato, y siento cómo su cuerpo se tensa frente a mí, un eco de su dolor que resuena en mí.

Damon me mira y por un momento, parece que va a decir algo más, pero luego baja la mirada, su cuerpo relajándose ligeramente mientras se deja caer de nuevo en el sillón. Se cubre el rostro con las manos, su respiración entrecortada resonando en el silencio. —No sé cómo, suegro— murmura, su voz apenas un susurro mientras sus hombros tiemblan con sollozos que no puede contener. —No sé cómo salvarme—.

Me quedo sentado a su lado, paso mi mano en su espalda con un gesto torpe pero firme. —Un día a la vez— digo, mi voz suave mientras aprieto su espalda. —Eso es todo lo que puedes hacer. Un día a la vez—.

Mis palabras son un murmullo, cargadas de una emoción que no puedo contener, y siento cómo su cuerpo tiembla bajo mi mano, un temblor que habla de un dolor que no tiene fin.

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