Shanan es una enfermera profesional que se dedica especialmente a los niños. Ella fue recomendada por los altos directivos de ese hospital para cuidar a un niño enfermo. En cuanto ella entra a esa casa, siente una presencia extraña. Veamos como se va sucediendo esta historia...
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Ojos brillantes
Tres...
Mateo abrió la puerta y un enorme perro saltó encima de él.
Las dos chicas gritaron, afortunadamente, Mateo logró apartar al perro dándole un golpe con un bate que tocó su mano.
El perro quedó ahí tirado, al parecer... muerto.
¿Qué hacía un perro aquí?, pregunto Irina, quien no alcanzaba a comprender nada. ¿Qué familia de locos pudo habitar esta casa?
Irina volteó a ver a Aglaed y se disculpó.
Perdón, no lo dije por ti.
No pasa nada. Uno no sabe lo que le depara el futuro. Yo quisiera saber qué pasó con mi hijo.
¿Crees que haya corrido la misma suerte que tu esposo?, preguntó Irina.
No lo sé, esperemos que no, era solo un niño de cuatro años.
Irina comprendió que había metido la pata, perdón, dijo.
No te preocupes, ya no sé qué más puedo esperar de este lugar.
Y, antes de venirte a vivir aquí, ¿dónde vivías?, preguntó Irina más por sacar plática que por curiosidad.
Yo vengo de Monterrey, Nuevo León, pero a mi esposo le ofrecieron la planta acá en Saltillo por eso nos venimos para acá. Vimos esta casa en venta y nos gustó, pero no sabíamos que nos íbamos a encontrar con... esto. A Aglaed se le hizo un nudo en la garganta.
¿Cómo viniste a parar acá al sótano?
Es algo muy raro, oí ruidos y decidí Investigar. La llave estaba ahí a la mano, después, cuando abrí la puerta sentí que algo me arrastró hacia abajo y no supe más de mí.
Cuando desperté me encontré que estaba atada y amordazada, continuó diciendo Aglaed. Perdí la noción del tiempo; el tipo que me tenía aquí me traía de comer de vez en cuando y agua, pero nunca me preguntó cómo me sentía. Hacía mis necesidades donde podía por eso olía muy feo ahí en ese cuarto y yo necesito un buen baño.
Créeme que ese es el menor de tus problemas, dijo Irina, tratando de tranquilizarla. Y lo digo por los tres no sabemos qué destino nos depara en este lugar de mier€€da.
Hagan el favor de guardar silencio, dijo Mateo, no me dejan escuchar.
Pero, ¿qué quieres escuchar?, si aquí no se escucha nada, ¡maldita sea!, Irina explotó, ya no aguantaba la presión.
¡Shh!, dijo Mateo, poniéndose un dedo en los labios.
Irina dio un respingo y se quedó callada.
Lo que Mateo estaba escuchando eran pasos del otro lado del pasillo como si vinieran de afuera.
Trató de seguir la dirección por donde los escuchaba.
Con una mano les hizo señas a las dos mujeres para que lo siguieran.
Mateo llevaba la linterna e iluminaba cada rincón del pasillo con mucha cautela.
Más adelante encontró una puerta, pero al tratar de abrirla escuchó un ruido muy potente que les hizo estallar los oídos.
Los tres personajes se taparon los oídos porque el ruido era insoportable. Algo así como cuando se vicia un micrófono al pasar frente a una bocina. Claro, dos veces más fuerte.
Dos minutos después, todo quedó completamente en silencio.
¡Dios! ¿Qué está pasando aquí?, ¿están bien?, preguntó Mateo.
Yo creo que sí, dijo Irina.
Yo también estoy bien, dijo Aglaed.
Mateo intentó de nuevo abrir la puerta, pero al parecer estaba cerrada con llave.
De pronto Irina sintió que se mareaba y cayó al suelo.
Irina, ¿te sientes mal?, preguntó Mateo sosteniéndola por la cabeza y poniéndola en su regazo.
Sí, ya estoy bien, gracias, solo se me subió un poco la presión.
La puerta está cerrada no podremos salir, a menos que...
¿Qué?, preguntaron las dos mujeres casi al unísono.
Que una de ustedes dos salga por esa ventanilla que se ve allá, ¿se animan?
Mateo, ¿estás loco?, ¿qué crees que vamos a encontrar del otro lado?, y, ¿qué tal si nos sale un animal como el de ahorita?, es muy peligroso, dijo Irina al borde del colapso.
Aglaed vio una rata que salió de Dios sabe dónde, tipos y dio un grito que estremeció a los otros dos.
¿Por qué gritas?, dijo Mateo.
Vi una rata allá y me asusté.
En un lugar como este debe de haber muchas más así que, ve haciéndote a la idea.
No me digas eso yo le tengo terror a las ratas, Irina veía para todas partes, literal, porque la luz apenas era visible.
No seas payasa, las ratas han existido en el mundo a través de los siglos y no se van a extinguir nunca, dijo Mateo burlándose de su amiga.
De seguro tú estás acostumbrado a vivir entre ellas, ¿verdad?, dijo Irina devolviéndole el golpe.
De pronto, Aglaed se quedó tiesa, y sintió como si algo se metía a su cuerpo y a su alma.
Aglaed, ¿qué te pasa?
Luego, empezó a convulsionar. Mateo es Irina no sabían qué hacer eso parecía obra del demonio.
Después de unos segundos que parecieron siglos Aglaed volvió a su estado normal.
¿Qué me pasó?, ¿qué estoy haciendo aquí?
Tranquila, ya pasó.
Mateo alumbró toda la estancia a ver si encontraba agua para darle a la chica.
Casualmente, en un pequeño recoveco de la pared encontró varias botellitas de agua purificada. Tomó tres y las repartió quedándose una.
Los tres tomaron agua como si estuvieran en el desierto.
Hasta que Mateo cayó en cuenta de algo.
Creo que estas aguas nos las dejaron aquí a propósito, pero, ¿quién sería?
Debe de haber alguien merodeando por aquí sin que nos demos cuenta, dijo Irina. Ya estoy harta de este maldito lugar.
Y yo ni se diga, imagínate, llevo muchos años encerrada aquí, dijo Aglaed.
Perdón.
Por favor, Irina, deja de disculparte a cada momento, las cosas pasan y ya nadie tiene la culpa de nada.
Los ojos de Aglaed brillaban de una manera poco usual en una persona. Nadie se dio cuenta de esto, enfrascados como estaban en tratar de encontrar una salida.
🥹😢😥😱😱😱