Mí Sirvienta.

Luego de tan incómodo primer encuentro, me dieron la orden de seguir a la señora Malenka a el gran comedor, en donde se llevaría a cabo la cena entre los amantes.

Junto con las demás sirvientas asignadas, nos acomodamos a un lado del rincón, esperando alguna posible órden.

La mesa era demasiado larga y estaba repleta de comida que nunca antes había visto, se me hacía agua la boca. ¿De verdad iban a comerse todo eso? Podrían alimentar muchos niños en la calle y aún así les sobraría comida.

Intenté concentrarme, no podía cometer errores, mucho menos ahora que los señores Winchester estaban en la mansión, un sólo error y me echarían a la calle.

Observé con atención, el esposo de mí jefa estaba a un extremo. Y en los demás asientos, habían otros seis hombres, similares a él. Todos tenían el mismo cuerpo bien definido y aquéllos ojos vacíos.

La señora Malenka era la única mujer en la mesa, ella estaba sentada junto al jefe. Nadie hablaba, simplemente comían en silencio, como si fueran robots.

Pero, por sólo una fracción de segundos, sentí una mirada penetrante sobre mí. Busqué aquéllos ojos que me observaban, creí que era Christian, pero no; era el señor Winchester.

Sus ojos recorrían mí cuerpo sin vergüenza alguna, ví como se llevó la copa de vino a su boca, bebiendo un trago. Mientras su mirada perforaba mí cuerpo con descaro.

Me moví levemente con incomodidad, rápidamente centré mí atención al suelo. No quería verlo, ni a él ni a nadie, sólo estaba ahí porque mí trabajo es seguir a su esposa a todas partes.

—Quiero más vino, Rowellin, sirveme más. –Ordenó aquél hombre, causando que me estremezca cuando mí nombre sale de su boca–.

Levanté la vista rápidamente, y los ojos de todos los presentes ahora estaban sobre mí.

Buford estaba junto a él, tomó la botella de vino y dijo:

—Yo puedo servirle, señor. Es mí trabajo.

Pero aquél hombre no daba marcha atrás, le dió una mirada fulminante al pobre anciano y continuó.

—¿Te lo pedí a ti? –Su voz era ronca y gélida, más que hablar; parecía gruñir. Era obvio que no le gustaba que le llevarán la contra, y yo no quería que regañaran al único anciano que ha sido bueno conmigo en la mansión, entonces dí un paso al frente–.

—Lo haré, señor. –Aunque mí cuerpo se movía con determinación, mí voz era apenas un susurro tembloroso, éstas personas me asustaban y no quería estar cerca suyo, pero no tenía otra opción–.

Agarré la botella de vino, directo de las manos de Buford y acerqué el pico a la copa del esposo de la señora Malenka.

Vertí el líquido en el interior, cuando que un leve aroma a uvas inundara el ambiente. Cuándo terminé, dí un paso atrás, esperando a que él lo bebiera; pero no lo hizo.

Sujetó la copa con delicadeza y arrojó el líquido al suelo, sin apartar sus ojos de los míos.

Estaba repitiendo la misma acción que su esposa, ¿Acaso nadie aquí tenía modales?

—Limpialo. –Ordenó, y pude escuchar una suave risa femenina en el fondo, no necesitaba voltear para saber que se trataba de su mujer–.

—Señor, yo lo haré... –Buford intentó interferir nuevamente, pero él lo interrumpió antes de que pudiera acabar su discurso–.

—Creo que haber estado tanto tiempo fuera, hizo que mis sirvientes olviden quién es el dueño y señor de ésta casa. –La tensión en el lugar era palpable, creo saber que no era la única aterrorizada del salón– ¿Debo repetirlo? –Sujetó mí cabello con fuerza– ¡¿ACASO ESTÁS SORDA?! –Gritó y mí cuerpo comenzó a temblar del miedo–

No dije nada, rápidamente me agaché al suelo y comencé a limpiar aquél líquido con un pequeño trapo que llevaba conmigo a todas partes.

Quería llorar, ¿Realmente valía la pena soportar éste tipo de humillación sólo por dinero?

Podía sentir los ojos de todos sobre mí, y la única mirada de simpatía que recibía, era del señor Buford. El pobre viejo se sentía mal por mí, por estar en ésta situación de mierda.

Cuándo terminé, me puse de pié nuevamente.

—No es tan difícil obedecer, ¿Verdad?

La voz de la señora Malenka estaba repleta de burla y superioridad, ella estaba disfrutando que su esposo me humillara.

Esa maldita vieja... ¿Cómo se atrevía? Me vengaré algún día.

—Puedes irte ahora, Rowellin.

No espere más instrucciones, salí de ahí tan rápido que ni siquiera se oyeron mis pasos. Regresé a mí habitación, la que por suerte, estaba vacía.

Me oculté bajo las mantas y comencé a llorar.

¿Por qué debía soportar éste tipo de humillaciones?

¿Qué hice para merecer ésto?

¿Por qué diablos mis padres me abandonaron en un puto basurero?

Me quedé dormida luego de haber llorado tanto, a la mañana siguiente desperté para ir a trabajar de nuevo. Christian estaba durmiedo, no me molesté en despertarlo ya que asumí que estaba muy agotado.

Al salir de mí cuarto, fui directamente al dormitorio de la señora Malenka; ella aún estaba dormida, así que mi deber era esperar afuera hasta que ella despertara.

Mientras estaba ahí, esperando pacientemente, las puertas de otra habitación se abrió; revelando al mismo hombre que me había humillado la noche anterior.

Él apenas estaba usando una bata de seda, dejaba al descubierto su pecho musculoso; cubierto de tatuajes. No necesité mirar hacia abajo para darme cuenta que no traía ropa interior.

Era obvio que acaba de despertar.

Aparté la mirada rápidamente de él, enfocándome únicamente en el suelo. Pero entonces, él habló.

—Ven aquí, Rowellin. –Llamó mí nombre con tal autoridad y sabía que no podía negarme–.

Caminé rápidamente en su dirección y él se hizo aún lado, dejándome ingresar a su habitación.