En un mundo donde la lealtad y el deseo se entrelazan, una joven se encuentra atrapada entre la pasión y el peligro. Tras un encuentro inesperado con un enigmático mafioso, su vida da un giro inesperado hacia lo prohibido. Mientras la atracción entre ellos crece, también lo hace el riesgo de entrar en un juego mortal de poder y traición.
Sumérgete en una historia cargada de erotismo y tensión, donde cada decisión puede costar caro. ¿Podrá su amor desafiar las sombras del crimen, o caerá presa de un destino que la dejará marcada para siempre? Una novela que explora los límites del deseo y la redención, perfecta para quienes buscan emociones intensas y giros inesperados.
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Cap 13: El Precio del Poder
La camioneta se deslizaba por las calles desiertas de la ciudad, alejándose del caos y del olor a pólvora que aún impregnaba el aire. Ana miraba por la ventana, su mente atrapada en un torbellino de pensamientos. Las luces de neón iluminaban su rostro pálido mientras el auto tomaba una curva cerrada, dejándola cada vez más lejos de Alessandro, más lejos del lugar donde había dejado una parte de su alma.
El hombre que la había sacado del almacén, cuyo nombre aún no sabía, conducía en silencio. Su expresión era tan dura como la de cualquiera de los hombres de Alessandro, pero sus ojos destilaban una mezcla de preocupación y urgencia. No había pronunciado una palabra desde que abandonaron el lugar. Ana tampoco habló; su cabeza bullía con imágenes de la batalla, de los cuerpos cayendo, de la mirada fría y calculadora de Marco cuando sus ojos se cruzaron.
Pero sobre todo, su mente estaba ocupada por Alessandro. ¿Estaba vivo? ¿Había caído bajo el fuego cruzado o, peor aún, a manos de Marco? La incertidumbre la consumía. Sintió un nudo en la garganta y apretó el puño sobre su regazo. No podía quedarse al margen; debía volver. No importaba lo peligroso que fuera, no podía abandonar a Alessandro en ese infierno.
Finalmente, el hombre rompió el silencio. “Estaremos seguros por ahora. Alessandro me pidió que te sacara de ahí si todo se ponía mal. Pero no podemos quedarnos en la ciudad. Necesitamos movernos rápido.”
Ana giró la cabeza hacia él, sus ojos ardiendo con determinación. “No puedo irme. Alessandro sigue ahí. Necesito volver.”
El hombre negó con la cabeza, su expresión firme. “Alessandro es un sobreviviente. Él puede cuidarse solo. Pero tú… si Marco te encuentra, no habrá lugar donde puedas esconderte. Alessandro no me lo perdonaría si te dejo regresar.”
Ana sintió la rabia arder en su interior. “No soy una pieza que puede ser movida a voluntad. No entiendes… él me necesita. Marco no se detendrá hasta destruirlo, y si eso pasa, todo esto habrá sido en vano.”
“Es una guerra, Ana. Las personas caen, incluso los más fuertes.” El hombre suspiró, como si las palabras le pesaran. “Alessandro sabe lo que está en juego. Si decidió quedarse, es porque tiene un plan. No eres responsable de él.”
La dureza en las palabras del hombre la hirió, pero sabía que había verdad en ellas. No podía actuar impulsivamente, pero la idea de simplemente escapar la sofocaba. Alessandro había peleado por ella, había arriesgado su vida, y ahora, ¿iba a huir y dejarlo enfrentarse a Marco solo?
Tomó una decisión en ese momento, una que sabía que cambiaría todo. “Llévame con Marco.”
El hombre giró la cabeza, sorprendido, y la miró como si estuviera loca. “¿Qué estás diciendo? Eso sería una sentencia de muerte.”
Ana se inclinó hacia él, su voz baja pero llena de una determinación helada. “Si me llevas con Marco, puedo negociar. Puedo detener todo esto. Él me quiere viva, eso lo sabemos. Puedo poner fin a la guerra.”
“Estás hablando de traición. Alessandro te mataría si lo supiera.”
Ana sonrió con amargura. “Si Marco lo mata primero, no habrá Alessandro del que preocuparse. Y si sobrevivo, entonces podré salvar a ambos.”
El hombre la observó en silencio durante unos segundos. La decisión no era suya, pero la idea de entregarla a Marco era casi impensable. Finalmente, negó con la cabeza. “No puedo hacer eso. Mi lealtad está con Alessandro. Lo siento.”
Antes de que pudiera reaccionar, el auto se detuvo bruscamente frente a un pequeño edificio. No era un lugar ostentoso, ni llamaba la atención. Parecía una casa común, una fachada perfectamente normal para alguien que deseaba desaparecer.
El hombre apagó el motor y se giró hacia Ana. “Vas a quedarte aquí hasta que las cosas se calmen. Alessandro vendrá por ti, te lo prometo.”
Ana lo miró fijamente, sus labios apretados en una fina línea. Sabía que no tenía sentido discutir más con él. Si quería cambiar el rumbo de esta guerra, tendría que actuar sola. Asintió lentamente, manteniendo la fachada de sumisión, pero su mente ya estaba maquinando un plan.
Cuando entraron al edificio, Ana se dio cuenta de que el lugar estaba cuidadosamente preparado para pasar desapercibido. Había pocas habitaciones, y todas estaban decoradas de forma sencilla. El hombre la guió hasta una pequeña sala y cerró la puerta detrás de él, dejándola sola.
Ana miró alrededor, buscando posibles salidas. Sabía que la ventana no era una opción, pues estaba reforzada, y salir por la puerta principal sin levantar sospechas sería imposible. Pero no podía quedarse ahí, esperando, mientras Alessandro luchaba por su vida. La angustia la corroía, y la sensación de impotencia era insoportable.
Se acercó a la ventana y miró hacia afuera. La calle estaba desierta, solo un par de farolas iluminaban débilmente la escena. Tenía que salir de alguna manera, tenía que encontrar a Marco. Aunque odiaba la idea, era la única opción que le quedaba. Si podía negociar con él, si podía ofrecerse como moneda de cambio, tal vez podría salvar a Alessandro antes de que fuera demasiado tarde.
Con esa idea en mente, Ana comenzó a examinar la habitación más detenidamente. Sabía que si quería salir, necesitaría algo más que una simple distracción. Necesitaba un plan, uno que le permitiera llegar a Marco sin que sus hombres la mataran al instante.
Horas más tarde, cuando todo parecía en calma y el silencio llenaba el edificio, Ana tomó su decisión. Había memorizado los movimientos del guardia que patrullaba la casa, y sabía que pronto tendría una pequeña ventana de tiempo para actuar. Con el corazón latiéndole con fuerza, tomó una profunda bocanada de aire y se preparó para lo que vendría.
Cuando el guardia pasó por la puerta una vez más, Ana se lanzó sobre él, con la fuerza de la desesperación. El hombre no esperaba el ataque, y aunque ella no tenía entrenamiento en combate, el factor sorpresa estaba de su lado. Lucharon brevemente, pero Ana logró golpearlo en la cabeza con una lámpara, dejándolo inconsciente en el suelo.
Respirando con dificultad, tomó su pistola y salió de la habitación. El edificio estaba en completo silencio. Sigilosamente, se deslizó por el pasillo, asegurándose de que nadie la viera. Su mente estaba centrada en un solo objetivo: llegar a Marco antes de que Alessandro pereciera en esa guerra absurda.
Mientras se escabullía hacia la puerta de salida, sabía que estaba a punto de cruzar otra línea. Una vez que se acercara a Marco, no habría vuelta atrás. Estaba entregándose al enemigo, con la esperanza de que pudiera manipular la situación para salvar a Alessandro y, quizás, a sí misma.
Salió a la fría noche, donde un coche abandonado en la esquina parecía ser su mejor opción. Con manos temblorosas, logró abrir la puerta y encender el motor. Mientras conducía hacia el lugar que Marco controlaba, sentía que el peso de su decisión se volvía insoportable.
**El camino hacia Marco sería más peligroso de lo que imaginaba. Y el precio que pagaría por salvar a Alessandro sería mucho mayor de lo que estaba dispuesta a admitir.**