Alana una chica de 18 años, ha vivido sola con su madre desde que tenía 2 años de edad, yabque su padre las abandono, pero no fue empedimento para ellas, juntas salieron adelante y eran muy felices hasta que un día de pronto apareció su padre y la entregó para saldar una deuda que tenía.
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capítulo. 15
Alana se disponía a entrar nuevamente en su habitación, pero sintió un leve hambre y decidió bajar. Al encontrarse con Luna, la sirvienta, le dijo: Hola, buenos días. Tengo una pregunta: ¿está Martín?. Luna le respondió: Hola, señorita. Buenos días. Sí, el señor se encuentra en el comedor.
A pesar de que Alana había considerado subir de nuevo, al sentirse un poco nerviosa, Luna le indicó: Venga, señorita, le guiaré; el señor la está esperando. Sorprendida, Alana continuó bajando las escaleras. Al llegar al comedor, vio a Martín, quien lucía muy apuesto sentado allí.
—Buenos días, señor Martín —saludó ella con cortesía.
Martín la miró y respondió—: Buenos días, siéntate, te estaba esperando.
Alana tomó asiento y Luna le sirvió el desayuno. Al finalizar la comida, Alana preguntó:
—Señor, ¿sería posible que conociera la casa? No me gustaría estar encerrada en la habitación todo el tiempo.
Martín sonrió y le dijo:
—Puedes hacerlo, no es necesario que permanezcas en tu habitación todo el día. Esta es tu casa. La única razón por la que deberías quedarte dentro es si viene Sara, ya que ella podría reaccionar de manera desfavorable.
Alana abrió los ojos, sorprendida.
Y comentó, ella vendrá aquí con regularidad. Señor, es probable que desee establecerse aquí cuando me vea, aunque es posible que no le agrade mi presencia. Usted ¿Podría decirme si ella está al tanto de mi presencia en esta casa y de las razones detrás de ello?
Martín: No, no lo sabe y no tiene por qué saberlo. Además, no tengo conocimiento de cuándo llegará sienpre llega de forma inesperada.
Alana: Entonces, Puedo hacerme pasar por una sirvienta si ella desconoce esta situación.
Martín La miro y le pregunto sobre qué se refiere.
Alana: Me refiero a lo que sucede entre usted y yo.
Martín se levanta y le dice a Alana: Te reitero que no me llames 'señor' ni me digas 'usted'. Solo tengo dos años más que tú, y pronto serás mi esposa.
En cuanto a la situación entre nosotros, Alana permanece en silencio. Martín continúa: No hay nada, ¿verdad? Entonces, no tienes por qué preocuparte; no hay nada de lo que Sara, deba enterarse. No tienes que hacerte pasar por sirvienta; quédate tranquila, no pasará nada. Y se marchó.
Alana se queda reflexionando y se pregunta: ¿Qué haré entonces cuando llegue la novia?
Posteriormente, decide ayudar a Luna a recoger los platos, mientras Martín se retira a prepararse para ir a trabajar. Justo cuando estaba por salir, vio a Alana conversando de manera amena con Luna, algo que a Sara nunca le ha agradado. Optó por alejarse.
Alana le solicita a Luna que le muestre toda la casa, y ambas comienzan a caminar para que Alana pueda conocer el lugar. Es muy grande y hermosa, ¿verdad?, comenta Alana. Sí, responde Luna. Alana añade: ¿Y los padres del señor vienen con frecuencia?. Luna replica: No, es poco habitual que lo hagan. Alana expresa: Qué bien. Luego, Ambas se dirige al jardín.
Luna y Alana se encuentran disfrutando del jardín, donde Alana comenta con entusiasmo lo hermoso y bien cuidado que está. Luna, emocionada, le invita a ver el jardín del patio trasero. Alana, sonriendo, responde afirmativamente. Ambas se dirigen hacia allá, y Alana queda impresionada por la magnitud del lugar, pensando que no está tan mal quedarse aquí. Su deseo es que nunca la traten mal y que logre ganarse la confianza de Martín para poder traer a su madre con ella. Luego regresan a la casa para ayudar a Luna en la cocina.
Mientras preparaban el almuerzo, Alana comentó: Es realmente hermosa la parte trasera, esa piscina tan grande, ¿será que se puede usar?. Luna la miró y respondió: El señor la ha utilizado pocas veces, casi parece más un adorno. Alana sonrió y dijo: Yo la utilizaría a diario, ¡ja, ja, ja!. Luna le sugirió: Puedes preguntarle cuando regrese, aunque creo que no debería estar ayudándome; el señor podría molestarse. Alana contestó: Me gusta ayudar, y aquí no tengo nada que hacer. Comenzaré en la universidad el lunes.
Luna: Me alegra saber que estás estudiando.
Alana: Estoy en la carrera de administración de empresas y también tengo el deseo de aprender idiomas.
Luna: Es una excelente elección de carrera.
Alana: Luna, ¿cuántos años tienes? Te ves muy joven para trabajar aquí.
Luna: Tengo 25 años.
Alana, sorprendida, responde: ¡Eres muy joven! ¿Por qué no estás estudiando?
Luna, sintiéndose a gusto con Alana, comienza a compartir su historia: Sabes, me fui de casa a los 14 años. En ese momento, no tenía interés en estudiar; prefería pasar el tiempo con mis amigos, disfrutando de fiestas, baile y bebidas.
No presté atención a mis estudios ni a mis padres y pasé hasta los 19 años en esa misma situación. Cuando cumplí 20, sentí la necesidad de regresar a ver a mis padres; algo en mi interior me indicaba que debía volver, además recordé lo tristes que los había dejado. Sin embargo, al llegar, encontré las puertas cerradas.
Alana: ¿Se mudaron?
Luna: Ojalá fuera así. Fui a donde la vecina y me dijo que. Mis padres estaban hospitalizados tras haber sufrido un accidente de tránsito.
Alana: ¿Qué? ¿Lo que tú sentiste fue lo que les ocurrió a ellos?
Luna: No estoy segura. Ellos estuvieron hospitalizados durante una semana. Decidí ir al hospital y pedí verlos. Primero me llevaron a ver a mi madre; se me partió el corazón al verla. Cuando abrió los ojos y me vio, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Luego dijo: Gracias, Dios, por cumplir mi deseo; mi hija ha regresado. Ahora solo pido que tenga una buena vida. Te amo, Dios te bendiga. Y murió. Luna lloraba mientras le relataba a Alana lo que había sucedido.
Alana la abraza y le dice: Esto todavía es muy difícil para ti, pero, ¿y tu padre?
Luna responde: Mi padre falleció el día anterior; llegué justo a tiempo para despedirme de su cuerpo. Le pedí perdón y le prometí que iba a cambiar mi vida. Desde entonces, empecé a buscar trabajo, pero al no haber estudiado, no encontraba nada. Me sentía tan abrumada que empecé a llorar en la plaza. En ese momento, la señora Marta pasó por allí, me vio y me preguntó qué me sucedía. Le conté mi situación y me ofreció este empleo. Aquí estoy, gracias a ella.
La señora Marta es una persona excepcional; siempre me ha tratado con amabilidad y me apoyó en la obtención de mi bachillerato. Sin embargo, he decidido quedarme a trabajar aquí.
Alana: Tienes mucho que agradecerle, pero recuerda que nunca es tarde para comenzar y perseguir tus sueños. Si tu deseo es estudiar y ser una mejor persona, puedes lograrlo; aún eres joven. Estoy segura de que tus padres estarían muy orgullosos de ti.
Luna: Orgullosos... Ya no están y jamás se sintieron orgullosos de mí; solo les he causado problemas debido a mi comportamiento.
se de cuenta del erro que cometio dejar a su hija y la madre de su hija