Un Golpe: Vínculo Mortal

Los días pasaron volando, y casi una semana después, Michael se había acostumbrado a la calidez de la vida cotidiana en la aldea. Nadie había vuelto a causar problemas, y el pelinegro comenzó a descubrir algunas de las extrañas tradiciones, así como la costumbre de los pobladores de llevar siempre un accesorio de plata, algo esencial para regular su aura entre los cazadores.

Por ejemplo, los niños disfrutaban de un juego llamado Detecta al Monstruo, donde uno de ellos hacía de vampiro y debía camuflarse mientras los demás intentaban atraparlo. El vampiro, sin embargo, podía eliminar del juego a cualquier cazador que encontrara solo. Michael observaba con curiosidad cómo hasta los juegos infantiles estaban impregnados de esa lucha constante entre la luz y la oscuridad.

Las mujeres casadas llevaban el cabello recogido en moños, coletas o trenzas, mientras que las solteras lucían el pelo corto, apenas rozando sus hombros. Este detalle le llamó la atención a Michael, pero no tanto como descubrir que los aldeanos solo dormían dos horas al día. Curiosamente, aparentaban ser mucho más jóvenes de lo que realmente eran. Su sorpresa fue mayor cuando se enteró de que una joven que parecía adolescente en realidad tenía 50 años. Esto lo llevó a mirar con sospecha a Elysian, preguntándole en silencio cuántos años tenía.

Elysian, sin entender la extraña mirada del humano, simplemente se encogió de hombros y respondió con calma: —Tengo 20—. ¿Acaso Michael había olvidado que le había mencionado su ceremonia de mayoría de edad, celebrada poco más de medio mes atrás?

A pesar de su actitud aparentemente despreocupada, había algo que inquietaba al peliplateado; el festival anual comenzaría mañana, y aunque el caos causado por la pelea cerca de la vitrina que contenía la reliquia Luz de Sangre no había dañado la reliquia, el vidrio protector, que había absorbido el impacto del choque de auras, estaba agrietado. Lo que más preocupaba a Elysian era la ausencia de su maestro. Este aún no había llegado, y su retraso comenzaba a pesar en su mente.

Elysian había evitado hablar sobre la ausencia del maestro para no inquietar a Lesia, la pequeña niña de la aldea, pero inevitablemente, ella lo mencionaba todos los días, preguntando cuándo regresaría. Aunque la Luz de Sangre no era una reliquia invaluable, sus propiedades curativas eran esenciales para mantener la barrera mágica que hacía parecer la aldea desolada desde la distancia. Además, para la rama del clan de Elysian, custodiar una reliquia tan poderosa era un honor y prueba de su habilidad y reputación dentro del clan principal.

Michael también notó el sutil cambio en la expresión de Elysian cada vez que escuchaba a Lesia hablar de su maestro. Sus ojos, que solían ser impenetrables, ahora reflejaban una preocupación que antes no estaba allí, una emoción que rápidamente reprimía antes de que la pequeña lo viera, y se disponía a distraerla con otra actividad. Michael no pudo evitar preguntarse qué más se escondía tras esos ojos; durante el tiempo que pasó a su lado, se percató de su tendencia a guardarse las cosas para sí.

Fue así que una tarde, mientras Michael se encontraba recostado en un sofá y Elysian leía un libro sentado en la mesa de la cocina, algo que no había dejado de hacer desde que llegó, como si estuviera buscando algo. El pelinegro le preguntó pensativo: —¿Crees que tu maestro volverá? Después de todo, suponía que él era la razón por la que el peliplateado lo trajo aquí; estaba seguro de que por otro motivo no lo hubiera invitado fácilmente.

Elysian paró su lectura y levantó la mirada mientras decía: —No lo sé—. A continuación, compartió sus dudas con el humano; no estaba seguro si su maestro regresaría o si aún estaba vivo. Por eso no había dejado de leer desde que llegó, si no podía consultar a su maestro para deshacer su vínculo, tendría que hallar él la manera.