"Ash, cometí un error y ahora estoy pagando el precio. Guiar a esa alma era una tarea insignificante, pero la llevé al lugar equivocado. Ahora estoy atrapada en este patético cuerpo humano, cumpliendo la misión de Satanás. Pero no me preocupa; una vez que termine, regresaré al infierno para continuar con mi grandiosa existencia de demonio.Tarea fácil para alguien como yo. Aquí no hay espacio para sentimientos, solo estrategias. Así es como opera Dahna." Inspirada en un kdrama. (la jueza del infierno)
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Una cita
Javier llegó a casa, y su madre, Mónica, lo recibió con un beso en la mejilla.
—Hijo, tengo que hablar contigo —le dijo con un tono serio.
Javier, sabiendo lo que podía venir, intentó escabullirse.
—Mamá, ahora no, tengo cosas que hacer... —empezó a decir, pero la mirada de su madre lo detuvo. Mónica siempre tenía la capacidad de llevar a sus hijos exactamente donde quería.
—No, querido. Vamos a charlar, los dos —respondió con una dulzura que no admitía réplica—. Tengo algo que proponerte.
Sin esperar más, lo arrastró prácticamente hasta el sillón y lo obligó a sentarse a su lado. Lo miró con un gesto entre triste y preocupado, y Javier supo que lo que venía no le iba a gustar.
—Tu hermano ha dejado plantada a Sandra —dijo, haciendo un puchero—. Había preparado toda una cita en el hotel, y él simplemente optó por quedarse trabajando.
Javier suspiró, ya conocía esa historia.
—Mamá, Nicolás ya se disculpó. Fue un imprevisto, no lo culpes por eso.
Pero Mónica no estaba dispuesta a dejarlo pasar tan fácilmente.
—Bueno, ya no importa —dijo encogiéndose de hombros—. Ya les preparé otra cita, esta vez en el hotel Sirius. Habrá una fiesta con gente muy importante, Sandra y sus padres estarán allí, y tu hermano también. Me lo debe.
Javier se rascó la cabeza, un poco incómodo. Sabía que su madre ya estaba armando matrimonios, y eso que él ni siquiera había terminado la universidad, aunque no le faltaba mucho.
—¿Para qué me cuentas esto? —preguntó, desconfiado.
Su madre sonrió, una sonrisa que él ya conocía demasiado bien. Nada bueno saldría de allí.
—La hija de Braulio también irá. Es una joven muy hermosa —dijo Mónica con entusiasmo—. La vi de lejos hace un tiempo, y se nota que es encantadora. Braulio y yo acordamos que ustedes dos se encontrarían. Así que ambos irán, se divertirán y mato dos pájaros de un tiro. A tu hermano le consigo una futura esposa, y a ti, una novia que espero sea también tu esposa.
Javier quedó estupefacto.
—No.
La sonrisa de Mónica se borró.
—¿Qué?
—No iré —respondió Javier, tajante—. No sé ni quién es Braulio, mucho menos su hija. No quiero compromisos.
El rostro de su madre cambió en un instante. Ahora venía la manipulación, esa habilidad que solo ella sabía usar con maestría.
—Es por esa Cassandra, ¿verdad? —dijo con un tono cargado de lástima—. Javier, esa niña no te conviene. Me cae fatal, y no la aceptaré. Si te casas con ella, dejarás de tener madre. Y si no vas a esa cita, dejaré de hablarte. Solo quiero verte feliz, con una buena mujer a tu lado.
Al borde de las lágrimas, Mónica esperaba su respuesta, mientras la nana Mila observaba la escena desde la cocina, sonriendo con discreción.
—Está bien, iré. Pero para que sepas, Cassandra no me interesa —respondió Javier, cediendo con resignación.
Mónica saltó de la emoción, como si acabara de ganar una batalla.
—¡Perfecto! Y qué bueno que te alejes de esa niña. No hace más que humillar a los demás. La gente así no merece lo que tiene.
Javier tragó saliva, sintiendo cómo las palabras de su madre lo atravesaban. Si ella supiera la verdad sobre él, se decepcionaría mucho más. Sin decir nada más, miró a su madre y, con la frialdad que había heredado de su padre, se levantó y se dirigió a su habitación.
En la cocina, la nana Mila se rió en voz baja.
—Debió ser actriz, señora. Le queda muy bien el papel.
Mónica sonrió.
—Por cierto, señora, ¿quién es ese Braulio? —preguntó Mila mientras le ofrecía un vaso de agua.
—Oh, Braulio es un empresario. No es que tenga grandes empresas ni sea un buen hombre, pero su hija me pareció tan dulce. La vi hace un mes, ayudando a un gatito indefenso. Así que hablé con su padre y acordamos esta reunión. Es un hombre ambicioso, eso sí.
La nana Mila asintió, pero no pudo evitar preguntar:
—¿No le preocupa que ese hombre pueda aprovecharse de su hija si llega a entrar a la familia?
Mónica sonrió con tranquilidad.
—No te preocupes, Mila. Ese hombre no verá ni un centavo nuestro. Si pretende usar a su hija, prefiero que esté bajo nuestra protección y no la venda a cualquier degenerado.
Mila asintió de nuevo, impresionada por lo calculadora que era su señora.
—Quiero una chica dulce y gentil para Javier, que suavice esa frialdad en su corazón. Y para Nicolás, una mujer fuerte, con carácter, que lo desafíe y lo haga sentir vivo. Ya he escogido las adecuadas para ambos —dijo Mónica con una sonrisa satisfecha.
En su despacho, Nicolás recibió un mensaje de su madre con la dirección del hotel y una sola frase: "Me lo debes." Suspiró, sabía que esta vez no podía faltar, o su madre realmente lo mataría.
Mientras tanto, en otro lugar de la ciudad, Dahna entraba a su casa aburrida por la falta de emoción en su día. Apenas cruzó la puerta, su padre, Braulio, la interceptó.
—Necesito hablar contigo —dijo de inmediato.
Dahna lo miró con desdén.
—No quiero hablar contigo —respondió con indiferencia, intentando continuar su camino, pero su padre la sujetó del brazo.
—Todos quieren atravesarse en mi camino hoy, ¿qué es lo que quieres? —le dijo Dahna con fastidio.
—No seas grosera, muchachita. Mañana hay una fiesta en el hotel Sirius. He acordado una cita para ti con el hijo de uno de los hombres más importantes del país. Nos conviene mucho —dijo Braulio con una sonrisa que a Dahna le pareció repulsiva.
Dahna sonrió con burla.
—Por favor, Braulio. Aunque me casara con él, nunca lograrías alcanzar la posición de esos hombres. No sirves para los negocios.
Braulio la soltó bruscamente, molesto por el comentario.
—No importa lo que pienses. Mañana irás y conocerás al joven Moretti.
El apellido captó la atención de Dahna.
—¿Cuál de los Moretti? —preguntó, ahora intrigada.
—No lo sé, da igual cuál. Lo importante es que lo conquistes. Si es necesario, llévatelo a la cama —respondió Braulio, antes de subir a su habitación sin más.
—Idiota —murmuró Dahna, mientras pensaba si realmente debía asistir. Después de un momento, una sonrisa maliciosa apareció en su rostro. Quizá esa fiesta sería el lugar perfecto para empezar a preparar su próximo movimiento.