Segunda parte de la Saga PROMESA Y DESTINO que narra la historia de Fafner y Lugus
La existencia de Taranis Lugus ha sido marcada por el dolor, creyéndose un ser maldito, que sólo puede llevar desgracia a los que lo rodean y que no merece la esperanza del amor. Decidido a ayudar a su pequeña Libelle a traer a sus crías al mundo, Lugus elige sacrificarse, creyendo que es lo mejor para sus seres queridos, a pesar de que esto pueda significar tener que dormir un par de siglos y no volverlos a ver...
Por su parte, Fafner intenta escapar nuevamente de lo que comienza a sentir por Lugus; embarcandose en una serie de misiones que en lugar de ayudarlo a olvidar lo harán conocer más sobre la raza demoníaca y quién es realmente Lugus.
¿Podrá Fafner regresar a tiempo para volver a ver a su demonio?
¿Lugus logrará superar su terrible pasado y aceptar que él también merece amor?
Acompaña en esta nueva historia al Clan Lanira y los Dragones del Clan Nithe Ragnar.
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La decisión de Libelle
Cerca del medio día, Lugus por fin había logrado entrar en trance, sintonizándose con el alma de Libelle, y aunque la sincronización no era perfecta, debido a que estaba la energía de Ejder constantemente interfiriendo, e incluso tratando de anular el enlace, todo a causa del instinto de protección que lo gobernaba, por el momento era suficiente. Ya que, una vez que llevaran a Libelle al área de alumbramiento, el sello de los dragones, aunado a las formaciones mágicas que se habían colocado en el lugar, ayudarían a que todo fuera perfecto... Para ese momento la caverna donde estaba Lugus, al igual que la habitación donde se encontraba Libelle, deberían ser aislados por completo, o cualquiera que interfiriera correría grandes riesgos, en especial porque a pesar de que Lugua había pasado un par de décadas investigando la maldición, todavía había demasiado que desconocía y le preocupaba que desafío al destino pudiera revotar en algún inocente.
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En el momento que colocaron a Libelle en la habitación preparada para el alumbramiento, el circuito mágico se cerró, y la sincronización se volvió perfecta. En ese instante Lugus dejó salir su transformación completa; y contrario a lo que le gustaba mostrar habitualmente, su verdadera forma era la de un joven de a penas 1.78 de estatura, delgado, con rasgos finos y un tanto angulosos que todavía mostraban un gesto infantil, su cabello negro y lacio caía como una cascada que llegaba más allá de su cadera, con su torso descubierto dejando ver sus músculos perfectamente definidos y sin un gramo de grasa. Al igual que su hermano, Lugus tenía en su espalda cuatro pares de alas; dos con un plumaje tan oscuro que parecía absorber la luz y dos con plumas tan blancas que daban la impresión de irradiar luz. Sus cuernos, igual de largos que los de su hermano, a diferencia de los de otros demonios, se elevaban sobre su cabeza completamente rectos, sus pantalones estaban hechos de aquella brea toxica que podía llegar a extenderse por todo su cuerpo a manera de armadura, las puntas de sus dedos se habían teñido de negro, mostrando las afiladas garras de un gran felino y sus ojos resplandecían de un rojo sangre que guardaban el sufrimiento de todas las almas condenadas a su propio infierno.
—Én, Taranis Lugus, a pokol hercege, akit választásom szerint száműztek, feláldozási jogomra hivatkozom— (Yo Taranis Lugus, Principe del Infierno, exiliado por elección, invoco mi derecho de sacrificio) recitó en su lengua materna, al tiempo que tomaba su largo cabello entre sus manos y lo cortaba limpiamente con sus garras —Vágyam jeléül adok magamból egy részt, mellyel hozzáférhetek energiám, erőm és időm áradatához— (Entrego una parte de mí como muestra de mi deseo, con lo cual doy acceso al torrente mi energía, fuerza y tiempo) el cuerpo del demonio se elevó en medio de las formaciones mágicas que brillaban intensamente, y mientras sus ojos se volvían blancos, su conciencia era arrastrada a través del torrente mágico.
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Cuando Libelle abrió los ojos por un momento creyó que por fin la muerte la había alcanzado, pero entonces pudo reconocer la calidez y la luz que la envolvían como parte de misma fuerza que mueve al mundo, era como estar dentro de una aurora boreal que llevaba la manifestación tangible de la vida, de repente, no muy lejos de ella, se encontró con un hermoso joven que le sonreía dulcemente; de cabello negro y ojos rojos, Libelle no tardó en darse cuenta que se trataba de su tío.
—Sabía que tu alma era hermosa— exclamó Lugus al acercarse a ella.
—¿Qué haces aquí tío?— preguntó y dándose cuenta que eso no era lo más importante añadió una nueva pregunta —¿Por qué no estoy muerta?
—Ja, ja, ja... ¿Es eso lo que te preocupa?— respondió Lugus, encontrando muy divertidas las preocupaciones de su pequeña sobrina —Estoy cumpliendo mi promesa...
—Eso, exactamente, ¿qué significa?— preguntó Libelle llena de desconfianza.
—Sólo tienes que elegir cuanto tiempo deseas quedarte junto a tu familia— respondió Lugus tratando de evitar el tener que explicar lo que estaba pasando —Yo me aseguraré de que te sea concedido— afirmó con una sonrisa de vendedor.
—¿Cuál es el costo?— preguntó Libelle, que conocía mejor que nadie las leyes del universo —No soy tan ingenua como crees, sé perfectamente que tú has pagado por cada segundo que se me ha regalado— replicó sorprendiendo al demonio —Admito que he sido muy egoísta, porque a pesar de saberlo, he continuado aceptándolo, como si fuera un regalo fácil de obtener— y con los ojos llenos de lagrimas concluyó —Pero estando aquí, puedo ver que ya hemos llegado al limite...
—No, tú sólo tienes que pedirlo y yo me aseguraré de que tengas una larga vida al lado de tu familia— rogó Lugus, ya que el ritual no podría ser completado hasta que Libelle dictara la cantidad de tiempo por la que se haría el sacrificio.
—No hasta que me digas el costo— repitió Libelle con lágrimas escurriendo por sus mejillas.
Lugus al ver que no podría convencer a su sobrina por fin se explicó con una sonrisa llena de melancolía —Soy inmortal, por lo que para mi el costo es irrelevante, si a cambio puedo asegurar que tú puedas continuar con vida— entonces limpio las lagrimas de una de las mejillas de su niña y las probó, sabían a aceptación sin culpa, lo que lo asustó —Yo estaré bien, sólo tendré que dormir un siglo por cada luna que te de, pero para un inmortal como yo, cien mil años se pueden volver insignificantes...
—Ya es suficiente...— sollozó Libelle —Si llegara a aceptar, en lugar de un regalo, tú sacrificio sería una carga— admitió desconsolada y mirándolo a los ojos le preguntó —¿Has pensado en lo doloroso que será para todos los demás perderte?
—No tienes porque recordarlo...— trató de justificarse —El mundo no extrañará a un ser maldito como yo, en lugar de una existencia que sólo puede traer desgracias, ¿no sería mejor que se quedara alguien como tú?— la expresión de Lugus reflejaba el dolor de un corazón roto que nunca sanó —Tú llenaste mi existencia de una cálida luz— admitió el demonio y derrumbándose preguntó —¿Qué se supone que debo hacer si ya no estas? Yo tengo miedo de regresar a esa oscuridad...
—Esta bien, todo va a estar bien— consoló Libelle a su tío, quizás era verdad que ella había llevado luz a la vida de Lugus, pero ella esperaba que también él tuviera la oportunidad de sanar, fue por eso que tomó la sedición de ser un poco egoísta por última vez, esperando que cuando él despertara, alguien pudiera ayudarlo —Acepto tu sacrificio, yo deseo vivir dos lunas más, después de ese tiempo, deseo que me dejes marchar— las palabras de Libelle, pronunciadas con la intención y fuerza de un conjuro cerraron el ritual.
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La conexión se rompió y Lugus cayó inconsciente al suelo, de sus ojos, boca, nariz y oídos brotaba sangre; el ritual lo había llevado al limite, drenando su energía, provocando múltiples heridas con apariencia de cortes profundos en todo su cuerpo. En poco tiempo el demonio se encontró tirado en medio de un charco de su propia sangre, sin embargo, al despertar, ni el sofocante olor de su propia sangre, ni el inmenso dolor que le hacía sentir como si cada uno de sus huesos hubiera sido pulverizado, ni el hecho de que fue incapaz de ver o levantarse, significó una milésima parte del dolor y frustración que lo invadió al recordar la decisión de su adorada Libelle, sólo dos lunas, lo que en el corazón de Lugus equivalía a un espantoso fracaso, por lo que el demonio lloró.
Lo que estoy sufriendo con esta historia la espera me desespera jaja!! 😍🙄😘.
No tardes tanto en actualizar!! 🥺🙏😉
al final autora la historia es tuya...
wmotivos capitulos /Plusone/ plis