En un mundo donde las familias toman formas diversas, León se enfrenta a los desafíos y recompensas de crecer en un hogar que rompe con las normas tradicionales. Mientras navega la relación con su novia Clara, León descubre que no solo está construyendo su propia identidad, sino también reconciliando las influencias de un padre bisexual, un padrastro con quien compartió momentos cruciales, y una madre que ha sido un pilar de fortaleza.
Las raíces de su historia no solo se hunden en su familia inmediata, sino que también se entrelazan con las de Clara y su mundo, revelando tensiones, aprendizajes y momentos de unión entre dos realidades aparentemente opuestas. León deberá balancear la autenticidad con las expectativas externas, mientras ambos jóvenes enfrentan el peso de los prejuicios y el poder del amor.
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El cumpleaños de Alex
Leon estaba en su habitación, absorto en un videojuego de acción en su PlayStation 5. El ruido de disparos y explosiones llenaba el cuarto decorado con posters y figuras de sus franquicias favoritas. Apenas notó los golpes suaves en la puerta.
—¿Puedo entrar, Leon? —preguntó Rebeca, asomándose antes de que él contestara.
—Sí, mamá —respondió sin apartar la mirada de la pantalla.
Rebeca entró y se detuvo en el centro de la habitación, con los brazos cruzados y una leve sonrisa que pronto desapareció al darse cuenta de que su hijo no le estaba prestando atención.
—Hoy es el cumpleaños de Alex —dijo, esperando alguna reacción.
Leon siguió jugando, pero asintió con la cabeza, emitiendo un "Hmm".
—Está muy mal desde que se separó de tu papá. Creo que deberíamos llevarle algo —continuó Rebeca, su tono ahora más insistente.
—Claro, mamá. Está bien —dijo Leon, sin desviar los ojos de la pantalla.
Rebeca suspiró profundamente, caminó hasta el televisor y apagó la consola. Leon giró la cabeza, sorprendido.
—¿Qué haces? ¡Estaba a punto de ganar!
—Quiero que me prestes atención, Leon. No es solo por Alex, es por ti. Estas cosas son importantes —respondió Rebeca, con una mezcla de firmeza y ternura.
Leon suspiró y dejó el control a un lado, recostándose en la cama.
—Está bien, mamá. ¿Qué regalo podemos llevarle?
Rebeca se sentó junto a él.
—Pensé en algo significativo. Algo que le muestre que, aunque las cosas no salieron como él quería, siempre fue una parte importante de nuestra familia.
Leon se quedó pensativo, mirando el techo.
—Tengo una idea. Le daré un dibujo que hice de niño. Es un garabato, pero sale él con papá y contigo. Alex siempre creyó que sobraba en la familia, ¿no? Quizás esto le ayude a entender que no era así.
Rebeca lo miró con ternura, sorprendida por la madurez de su hijo.
—Es una gran idea, hijo. Estoy segura de que le gustará.
Se levantó y caminó hacia la puerta.
—Tu padre llegará en una hora. Vamos los tres.
Leon asintió, con una sonrisa relajada, mientras ella salía del cuarto.
El departamento de Alex estaba en penumbra cuando Rebeca, León y Daniel tocaron la puerta. Alex abrió después de unos segundos, con ojeras profundas y una expresión que denotaba sorpresa al verlos.
—¿Qué hacen aquí?
—Es tu cumpleaños, Alex. Pensamos que sería bueno pasar un rato contigo —respondió Rebeca, sonriendo suavemente.
Alex dejó la puerta abierta, invitándolos a pasar. El lugar estaba limpio pero vacío, salvo por una mesa con una botella de vino y un plato sin terminar.
—Gracias por venir. No tenían que hacerlo —dijo Alex, con voz apagada.
León sacó el dibujo de su mochila y se lo extendió.
—Esto es para ti.
Alex lo tomó, desconcertado. Al desplegar el papel, vio un dibujo infantil, hecho con crayones. En él estaban representados él, Daniel, Rebeca y un pequeño León. Aunque las proporciones eran desastrosas, el mensaje era claro.
Alex soltó una carcajada seca, pero sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Esto lo hiciste tú?
—Sí. Siempre estuviste ahí, Alex. Solo que a veces no lo veías —respondió León.
Daniel cruzó los brazos, como preparando las palabras que sabía debía decir.
—Alex, hay algo que necesito que escuches.
Alex levantó la mirada, visiblemente nervioso.
—Lo nuestro terminó porque tus celos se volvieron incontrolables. Yo intenté justificarlo, pero no podía seguir viviendo así.
Alex se encogió ligeramente, como si las palabras fueran un golpe físico.
—Lo sé. Me equivoqué. Mi inseguridad me ganó... Tu madre, Daniel, decía cosas como que tú y Rebeca eran la pareja perfecta y que yo estaba de más. Me convencí de que no tenía un lugar real en tu vida.
Rebeca negó con la cabeza, apenada.
—Lamento que hayas interpretado eso así, Alex. Nunca fue nuestra intención excluirte.
Alex asintió lentamente.
—Lo sé. Pero entenderlo ahora no cambia el daño que hice. Solo espero que puedas perdonarme.
Un silencio pesado llenó la sala. Fue León quien rompió la tensión al levantarse.
—Bueno, ¿qué tal si hacemos algo de comer? Es tu cumpleaños.
Los adultos rieron suavemente, agradeciendo la ligereza del momento. Mientras iban a la cocina, León se quedó un momento atrás, mirando a Alex.
—Feliz cumpleaños, Alex.
Alex sonrió débilmente y le revolvió el cabello, como cuando León era niño.
—Gracias, León
Después de cenar y compartir risas tímidas, León y Alex se quedaron solos en el balcón del departamento. La noche era fría, y León llevaba puesta su campera de cuero, mientras Alex sostenía una copa de vino. El silencio entre ellos no era incómodo, pero León sabía que tenía algo que decir.
—Alex, ¿puedo preguntarte algo?
Alex asintió, tomando un sorbo de su copa.
—Claro, dime.
León miró las luces de la ciudad y tomó aire antes de continuar.
—Estoy saliendo con una chica de mi escuela. Se llama Clara. Es increíble, divertida, inteligente... y también es bisexual, como mi papá.
Alex se quedó en silencio, su expresión era neutra, pero sus dedos apretaron ligeramente la copa.
—Me gusta mucho, y creo que ella también me quiere. Pero… —León se detuvo un momento, buscando las palabras adecuadas—, no quiero que nuestra relación termine como la tuya y la de mi papá.
Alex dejó la copa en la baranda y lo miró fijamente, como si quisiera asegurarse de entender bien.
—¿Tienes miedo de que ella se sienta atraída por alguien más? —preguntó, con un tono cuidadoso.
León negó con la cabeza.
—No. Eso no me preocupa. Pero veo cómo tu relación con mi papá se fue desgastando, y sé que parte de eso tuvo que ver con su bisexualidad, o al menos con cómo te hacía sentir. No quiero cometer los mismos errores.
Alex suspiró, apoyándose en la baranda.
—León, lo que pasó entre tu papá y yo no fue solo por su bisexualidad. Fue por mi inseguridad. Yo creía que no era suficiente para él, que siempre iba a buscar algo que yo no podía darle. Y en lugar de hablarlo, dejé que esas ideas me consumieran.
León asintió, procesando las palabras de Alex.
—Entonces, ¿qué me aconsejas?
Alex sonrió débilmente.
—Habla con ella. Siempre. Si algo te molesta o te preocupa, dilo. Y escucha lo que ella tiene que decir. La confianza no se construye de la noche a la mañana, pero si los dos están comprometidos, pueden superar cualquier cosa.
León lo miró, notando una sinceridad en los ojos de Alex que pocas veces había visto.
—Gracias, Alex.
Alex volvió a sonreír y le dio un ligero golpe en el hombro.
—Clara tiene suerte de tenerte, León. Eres un buen chico. Mejor de lo que yo fui en su momento.
León se quedó en silencio por un momento, y luego dijo:
—No creo que seas un mal tipo, Alex. Cometiste errores, como todos, pero siempre me cuidaste. Eso no lo olvidaré.
Cuando León entró de nuevo al departamento, Daniel se quedó unos momentos en el balcón con Alex. Había evitado la confrontación directa durante la cena, pero ahora que estaban solos, el ambiente entre ellos se volvió tenso, aunque no necesariamente hostil.
—León te admira mucho, ¿sabes? —dijo Daniel, rompiendo el silencio mientras miraba hacia la ciudad.
Alex levantó la vista, sorprendido.
—¿De verdad? Nunca lo habría imaginado.
Daniel lo miró de reojo, cruzando los brazos.
—No sé si alguna vez te lo dije, pero creo que hiciste un buen trabajo con él.
Alex sonrió débilmente, aunque había un atisbo de tristeza en su expresión.
—Siempre quise que sintiera que tenía una familia, incluso cuando nosotros dos... bueno, ya sabes.
Daniel asintió, reconociendo el esfuerzo que Alex había puesto, a pesar de sus defectos y errores.
—Y lo hiciste. León es un buen chico, ¿sabes? Mejor de lo que nosotros éramos a su edad.
Alex soltó una risa corta, mirando al suelo.
—Eso no es decir mucho. Éramos un desastre.
Daniel sonrió también, aunque el comentario llevaba un toque de melancolía.
—Sí, lo éramos. Pero ver a León ahora... me da esperanza. Él tiene la oportunidad de hacer las cosas bien.
Alex lo miró, con algo de curiosidad.
—¿Y tú? ¿Estás bien, Daniel?
Daniel se tomó unos segundos antes de responder.
—No lo sé. Pero creo que estoy en el camino correcto.
Antes de que Alex pudiera decir algo más, Rebeca apareció nuevamente en el balcón, con un abrigo puesto y las llaves en la mano.
—Daniel, León ya está en el coche. Es hora de irnos.
Daniel asintió, volviendo a mirar a Alex.
—Bueno, feliz cumpleaños, Alex.
—Gracias, Daniel. Y… gracias por venir.
Daniel le dio una última mirada, con una mezcla de gratitud y reconciliación, antes de seguir a Rebeca. Cuando el coche arrancó, Alex se quedó en el balcón, sosteniendo la copa de vino, con una extraña sensación de cierre. Por primera vez, sentía que su pasado con Daniel no lo perseguía tanto como antes.
En el coche, León rompió el silencio.
—Papá, ¿estás bien?
Daniel miró a su hijo a través del espejo retrovisor y sonrió débilmente.
—Sí, León. Creo que si mi hijo, solo pienso que tan diferente resultó mi vida de lo que había planeado.