¿Entonces, Qué Somos?

"Es hora", pensó Ansel mientras se ponía de pie, con el corazón latiendo un poco más rápido de lo normal. El momento clave del plan había llegado, y aunque intentaba mantenerse sereno, los nervios lo traicionaban. Salió del aula detrás de sus compañeros, quienes ya habían salido al descanso, y encontró a Evan esperando en el pasillo. A su lado estaba Edgar, el chico que les ayudaría con la farsa.

—Edgar, este es Ansel, mi amigo —presentó Evan con una sonrisa confiada. Edgar dio un paso adelante y chocó el puño con Ansel de manera amistosa.

—¿Estás nervioso? —preguntó Ansel, aunque en realidad era él quien estaba temblando por dentro.

—No, para nada. Estoy estudiando actuación, así que esto me viene bien como práctica —respondió Edgar con naturalidad. Ansel asintió, intentando contagiarse de la calma de su nuevo aliado.

—Vamos entonces —dijo Ansel, liderando el camino hacia la cafetería.

Mientras caminaban por el pasillo, Ansel no podía evitar sentirse invadido por la duda. "¿Realmente funcionará esto?", se preguntaba una y otra vez. Sabía que el plan era riesgoso, pero la ansiedad de no saber lo que Emmett realmente sentía por él le había empujado a tomar medidas extremas. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, temía que las cosas no salieran como lo había imaginado.

Al llegar a la cafetería, los ojos de Ansel recorrieron el lugar en busca de sus amigos. No tardó mucho en encontrarlos. Emmett estaba de pie, explicando algo animadamente a los demás, con su característica sonrisa encantadora. El corazón de Ansel dio un vuelco al verlo, y una oleada de nervios recorrió su cuerpo. Su plan había comenzado el día anterior, pero ese momento era crucial.

—Ansel —saludó Alex desde el otro lado de la mesa, llamando su atención.

Emmett, quien estaba de espaldas, se giró para saludar también, pero su expresión cambió radicalmente al ver a Evan y Edgar acompañando a Ansel. Su sonrisa habitual desapareció en un segundo, y sus ojos azules, que solían ser cálidos, se volvieron fríos como el hielo. La atmósfera se tensó inmediatamente.

—Chicos, ellos son Ronan, Alex y Emmett —dijo Ansel, intentando romper la tensión. Señaló a sus amigos uno por uno—. Ellos son Evan y Edgar.

Evan, incómodo bajo las miradas penetrantes de Emmett y Ronan, simplemente levantó la mano en un saludo tímido. Edgar, en cambio, dio un paso al frente y, sin previo aviso, pasó su brazo por el cuello de Ansel de manera despreocupada. Se recostó ligeramente sobre él, haciendo contacto visual directo con Emmett, cuyo rostro reflejaba una creciente irritación.

—Hey, Emmett, ¿cómo te va? —preguntó Edgar con una sonrisa que destilaba confianza, mientras levantaba su puño para chocar con él en un gesto casual.

Pero Emmett no se inmutó. Sus ojos estaban fijos en el brazo de Edgar, que descansaba sobre los hombros de Ansel. La tensión era palpable, y Emmett, claramente molesto, apartó bruscamente la mano de Edgar y, con un movimiento rápido, tiró de Ansel hacia él, abrazándolo con una fuerza inusual. Ansel, sorprendido, sintió cómo el agarre de su amigo era más fuerte de lo necesario, casi doloroso. Su corazón comenzó a latir con más fuerza, no solo por la cercanía, sino por la evidente furia que emanaba de Emmett.

—Bien antes de que aparecieras —respondió Emmett de forma cortante, su tono impregnado de una hostilidad contenida. La tensión en su mandíbula era visible, y sus ojos, que ahora tenían una chispa de posesividad, no dejaban de mirar a Edgar.

—No seas tan celoso, yo también quiero ser su amigo —respondió Edgar con una sonrisa desafiante, sin retroceder ante la mirada amenazante de Emmett. Luego, dirigió su atención a Ansel—. ¿No vas a decir nada?

Ansel se quedó paralizado. Aunque todo aquello formaba parte de su plan, la intensidad de la situación lo había superado. La expresión de Emmett no era solo de celos; era de una furia contenida que Ansel no había previsto. El agarre en su brazo le estaba empezando a doler. Con un pequeño esfuerzo, logró apartar a Emmett.

—Vamos a comer —murmuró, su voz algo temblorosa—. Emmett, ellos también son amigos míos.

Emmett, evidentemente molesto, se sentó de mala gana, lanzando una última mirada de advertencia a Edgar antes de sumirse en un incómodo silencio. Ansel, por su parte, respiró profundamente y tomó asiento a su lado, mientras que Evan se acomodaba al otro lado de la mesa y Edgar a su lado. Ansel sentía un nudo en el estómago. "¿Es esto lo que realmente quería?" se preguntó, observando de reojo a Emmett, cuya mandíbula seguía tensa. No era la reacción que había esperado. Sí, quería despertar celos en él, pero no de esa manera tan violenta.

—¿Y cómo se conocieron? —preguntó Alex, intentando aliviar la tensión con una sonrisa sarcástica que solo Ansel pudo notar.

—Evan y yo nos conocimos por un accidente —respondió Ansel rápidamente, echando una mirada nerviosa hacia Emmett. Como esperaba, las cejas de Emmett se fruncieron ante la mención de Evan.

—Yo conocí a Ansel cuando fui a ver a Evan —añadió Edgar, con una sonrisa que parecía tener un toque de burla—. La verdad es que Ansel es muy amable y conectamos rápidamente. —Con ese comentario, volvió a poner su brazo sobre los hombros de Ansel—. Creo que podemos ser muy buenos amigos... o tal vez algo más, quién sabe.

El tenedor en la mano de Emmett se apretó con tanta fuerza que Ansel temió que lo rompiera. Edgar, notando la tensión, lanzó una última provocación:

—O incluso mejores amigos —concluyó, mientras observaba cómo la cara de Emmett se tornaba aún más oscura.

Finalmente, Emmett no pudo soportarlo más. Se levantó abruptamente de la mesa, su rostro una máscara de ira contenida.

—Nos vemos luego. Si sigo aquí, me va a dar indigestión —espetó antes de recoger su bandeja y marcharse sin mirar atrás.

Ansel lo vio alejarse, con el corazón apretado en el pecho. Su primera reacción fue levantarse y seguirlo, pero justo antes de hacerlo, sintió un golpe suave en su pie. Miró a Alex, quien le hizo un sutil gesto con la cabeza para que se quedara. Dudó por un momento, pero finalmente decidió sentarse de nuevo. Apretó las manos bajo la mesa, conteniendo las ganas de salir corriendo tras Emmett. Sabía que Alex tenía razón; seguirlo en ese momento solo empeoraría las cosas.

El ambiente en la mesa quedó enrarecido por unos minutos, pero pronto, Edgar, con su carisma habitual, consiguió que la conversación fluyera nuevamente. Sin embargo, Ansel no podía dejar de pensar en la expresión en el rostro de Emmett al marcharse. "¿Qué he hecho?", se repetía una y otra vez, con el peso de la duda cada vez más presente en su pecho.

Ansel estaba en su última clase del día. No podía evitar mirar repetidamente el reloj de la pared, contando los minutos que faltaban para que terminara la sesión. Su mente no dejaba de divagar en la idea de pasar tiempo con Emmett. Quería invitarle a comer o simplemente pasar el rato a solas, como solían hacer. Sin embargo, algo le seguía inquietando: la manera tan familiar en la que Emmett había hablado con Edgar aún lo tenía intrigado. ¿Acaso ya se conocían? Esa sensación le había estado rondando la cabeza desde su último encuentro.

Cuando finalmente el profesor concluyó la clase, Ansel recogió sus cosas de forma apresurada y salió del aula con prisa, ansioso por encontrarse con Emmett. Mientras caminaba rápidamente por el pasillo, sintió una mano firme que lo detenía. Al girarse, se encontró cara a cara con Edgar, quien lo había sujetado del brazo. El repentino contacto los dejó demasiado cerca el uno del otro, lo que provocó que Ansel retrocediera casi de inmediato.

—¿Tienes prisa? —preguntó Edgar con una sonrisa que no lograba ocultar su intención, dando un paso hacia él.

Ansel, incómodo, volvió a retroceder un poco más, aumentando la distancia entre ambos.

—Emmett me está esperando... así que, debo irme —respondió Ansel, intentando sonar firme, pero el nerviosismo en su voz era evidente.

Antes de que pudiera continuar hablando, su teléfono vibró en el bolsillo. El nombre de Emmett apareció en la pantalla, lo que le dio un leve respiro de la tensa situación. Sin pensarlo dos veces, contestó la llamada, esperando escuchar la voz de su amigo, pero para su sorpresa, Emmett no le dio tiempo ni siquiera para saludar.

—Ansel, no hace falta que me acompañes. Voy a salir con un nuevo amigo, nos vemos mañana —dijo Emmett rápidamente antes de colgar abruptamente.