Si una vez dije que te amaba, hoy me arrepiento. Ese error es cosa de ayer.
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Capitulo 16
Finalmente, aterrizaron en Italia, dónde un coche los esperaba para llevarlos a su destino final: La Costa Amalfitana. Luna no podía contener su entusiasmo mientras miraba por la ventana, maravillada por la belleza que la rodeaba.
Llegaron a un íntimo hotel en el corazón de Positano, el Hotel L'Ancora es el material del que están hechas las lunas de miel de ensueño. Por un lado, el mar azul brillante y los olores de LibGalli; por el otro, el centro histórico de Positano, que , con sus casitas de colores apiladas contra las rocas, es, para muchos, el más encantador de todos los de la legendaria costa Amalfitana de Italia.
La vista desde la habitación era sumamente bella.
Luna estaba totalmente encantada con hermosa habitación. Era amplia, de color blanco, con grandes ventanales desde donde entraba la luz de sol.
Luna se acercó a la terraza donde tenían un jacuzzi desde donde podían disfrutar la vista.
Ella inhaló profundamente el aire salado y sintiendo la brisa fresca en su rostro.
- Esto es... Increíble - dijo, volviéndose hacia Daniel con una sonrisa radiante.
- Si, lo es - respondió Daniel, abrazándola por detrás y mirando la vista junto a ella.
Daniel, la volteo y tomo su rostro con las dos manos y beso a Luna, fuerte y profundo, Luna separa los labios en señal de invitación, la agarra por la cintura para acercarla aún más a él. La sensación de su lengua chocando contra la de Luna, es como una llama que la prende por dentro.
Las manos de Daniel empiezan a desabrochar los botones del vestido de Luna, la necesidad, la lujuria, el deseo recorren por el cuerpo de Luna. Se pone de puntitas y toda con sus brazos el cuello de Daniel, Pero sienten que aún no están lo suficientemente cerca. La lleva hasta la cama, sin soltar ese beso.
Ella le quita la camisa y el termina de desabotonar el vestido que cae lentamente al piso y deja al descubierto la piel cálida y húmeda de Luna.
Luna recorre el torso de Daniel, toca cada músculo bien formado, y los surcos de su vientre. No hay nada en ese momento que se pueda comparar. Es perfecto, su cuerpo está esculpido deliciosamente.
La recuesta en la cama y la besa lento y suave cambiando el ritmo a fuerte y profundo, las manos de Luna trazan líneas en la espalda de Daniel mientras el enreda sus dedos en el cabello de Luna. Luego Daniel va haciendo reconocimiento por el cuerpo de Luna, besando, chupando, lamiendo.
Luna sentía que perdía el control.
- Daniel - dijo entre gemidos.
Daniel baja dando suaves besos hasta llegar a la sexualidad de Luna, dónde introduce dos dedos provocando una explosión que recorre todo el cuerpo de Luna. Entonces su boca vuelve a tomar la decisión Luna robándose la cordura y sustituyéndola por pura necesidad. Ese beso está cargado de un toque salvaje y carnal. La masculinidad de Daniel está dura y se tensa contra la cintura de Luna. Al sentirlo su núcleo se aprieta. Ella lo desliza sus manos, a acariciándolo desde la raíz a la punta, la boca de Daniel rodea el sensible pecho de Luna, mientras ella gime y se arquea, no puede controlar su cuerpo ni las sensaciones que son nuevas para ella.
Cuando sus dedos penetran nuevamente y acarician su clítoris hinchado, Luna se siente como un volcán en erupción.
- Daniel - gimió Luna, le suplica mientras clava las uñas en sus hombros, cada movimiento de sus dedos y sé su lengua es como un relámpago que le recorre el cuerpo.
Luna respira entre jadeos y gemidos, mientras aumenta la presión que siente al sentir como la masculinidad de Daniel está penetrando la sexualidad de Luna.
- Te va a doler solo un poco, resiste amor - le susurro Daniel.
Ella asintió mientras respiraba profundo. Él empujó dentro llenándola de una sola vez. Luna soltó un grito que Daniel cayó con un beso. No sé movió más, esperando que el cuerpo de Luna se ajustará al de él. Luego empezó a embestir suavemente y luego con más intensidad, llevando a Luna hasta la locura. Únicamente se veía, un frenesí de manos y besos y se escuchaban gemidos de placer sublime.
Daniel solo se retiraba para embestir una vez y otra vez, ella se arqueaba ante cada embestida, era demasiado bueno e insuficiente al mismo tiempo. Cada caricia la hacía desear más.
- Más fuertes, más profundo - gemía Luna.
El placer era tan dulce, no quería que terminara, ella quería más. Hasta que su cuerpo exploto llevándola al infinito. Cayeron los dos agotados de tanto deseo y lujuria uno al lado del otro.
Esa hembra no quiere, esa hembra te miente...