Mia Saviano sabe lo quiere desde que era una niña, ser la Capo de la Camorra y no dejará que nada intervenga en su camino, menos el hombre que es su enemigo número uno y al cual deberá matar eventualmente.
Leo Saviano quiere ser presidente de los EEUU y no dejará que ningún escándalo arruine su oportunidad.
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Chichón
Gabby
Entro al departamento de Leo, lugar que todavía no puedo sentir como mi hogar, después de haber pasado toda una tarde con mi futura suegra, escuchando cuánto su pequeño me ama.
Dejo las bolsas con las muestras de telas sobre el sillón mientras trato de entender por qué su mamá cree que Leo me ama, aparte de que quiere casarse conmigo.
Siempre hemos sido amigos. Y pasamos más tiempo juntos de lo que cualquier par de personas debería pasar en la vida. Pero eso es todo. Solo una hermosa amistad que se ha forjado a través de los años. ¿Pero amor? No. Al menos no de parte de Leo hacia a mí.
Tomo mi iPad que dejé cargando y entro a la aplicación de correo. Suspiro al ver cincuenta y ocho correos sin leer, ¡y eso que es domingo!
Comienzo a despachar los correos más urgentes. El lunes volveré al trabajo y toda esta locura con Leo me parecerá menos intimidante. O al menos eso me estoy repitiendo desde que me llevó a su casa.
Gruño al recordar lo fácil que fue para Leo engañar a su familia. Claramente es mejor actor que yo.
–Es político, Gabby, por supuesto que actúa mejor que tú –me digo irritada conmigo misma.
Si sigo sintiéndome así de nerviosa ante los demás esto no va a resultar. Y necesito su ayuda para que mi mamá pueda recibir un mejor tratamiento. Leo ya se ocupó de eso y el próximo miércoles la trasladan.
Quisiera acompañarla, pero cuando lo sugerí puso el grito en el cielo y me convenció de no hacerlo. Ya es bastante perturbador cambiarse de casa para cualquier persona, pero para mamá puede ser muchísimo peor, y temo que verme empeorará la situación.
Dejo el IPad a un lado y camino hacia mi baño. Leo fue lo suficientemente dulce para cederme su habitación, que es la más grande del departamento, y además su baño tiene una enorme tina.
Abro la puerta y lanzo un grito al ver a Leo desnudo frente a mí, paralizado al igual que yo.
Mierda. Mierda. Mierda.
–Lo siento. Debería haber tocado –digo y camino hacia atrás tan rápidamente que tropiezo y caigo contra la pared de la pieza.
–Ay –me quejo al sentir dolor en mi espalda y cabeza.
–¿Estás bien? –pregunta arrodillado a mi lado.
–No lo sé. Todo da vueltas.
–Mierda, Gabby, es mi culpa. Quise darme una ducha rápida y olvidé… Lo siento –se disculpa–. ¿Cuántos dedos ves? –pregunta a la vez que toma mi barbilla y me obliga a mirarlo.
–¿Dedos? –pregunto confundida.
Mis ojos bajan por la perfección de su torso hasta su vientre prieto lleno de abdominales. Maldita sea, que bueno está. Sigo bajando la mirada y muerdo mis labios al ver lo perfecto que en realidad es.
–¿Cuántos? –insiste.
–Uno –respondo sin despegar mis ojos de la parte más masculina de su cuerpo.
¿Es mi idea o está creciendo?
–Maldita sea, Gabby –masculla molesto.
–Eres hermoso –digo sin pensar.
Acerco mi mano a su duro estómago y tiemblo por el calor que encuentro ahí, esperando por mi tacto.
–¿Gabby?
Paso mis dedos por sus abdominales y subo hasta sus pectorales. El cuerpo masculino es precioso. Con razón el David de Miguel Ángel es tan admirado en el mundo.
–Haría una estatua con tu cuerpo. Eres más impresionante que el David. ¿Qué estaría pensando Miguel Ángel que decidió retratar a otro hombre y no a ti?
–Probablemente fue porque yo no había nacido –devuelve divertido.
–Todas estas venas, todos estos músculos –digo antes de suspirar–. ¿Por qué soy tan insignificante? –pregunto molesta–. Si fuera hermosa podría conquistarte. Sé que lo haría.
–Eres la mujer más hermosa del puto mundo –masculla tomando mi barbilla–. He soñado con besar cada centímetro de tu cuerpo todos los putos días desde mi adolescencia.
–Tengo marcas –devuelvo.
–Eres hermosa.
–Tengo marcas por todo mi cuerpo –insisto.
–¿Qué marcas? –pregunta en un siseo.
Abro mi blusa y le muestro el corte en mi hombro. Levanto mi falda y le muestro mi muslo y pierna quemada. Paso mis dedos por las marcas de cortes en mi vientre y en mi pecho derecho.
–Eres hermosa –insiste–. No sabía que no usabas brasier –agrega con voz ronca–. Por favor, dime que estás bien.
Asiento, pero todo comienza a girar a una gran velocidad y luego todo se oscurece.
*****
Despierto sobre mi cama con Leo a mi lado.
–¿Qué pasó? –pregunto.
–Te diste un buen golpe en la cabeza y luego te desmayaste. El médico te revisó y dijo que estaba todo bien, pero tengo que despertarte cada media hora por precaución.
–¿Me caí?
–Sí, cerca del baño. ¿Recuerdas algo?
Trato de recordar, pero todo está en penumbras.
–Recuerdo haber estado con tu mamá, y luego recuerdo haber llegado al departamento, pero nada más –digo y hago una mueca cuando paso mi mano por mi cabeza y descubro un enorme chichón.
–No te toques –pide.
Toma mi mano y sus ojos me miran como buscando algo.
–¿En serio no recuerdas nada más? –pregunta en un susurro–. Por favor, recuerda –pide.
–Lo siento. Lo último que recuerdo es revisar mi IPad. Mierda, creo que no terminé de responder los correos.
Leo suspira y su rostro se entristece.
–¿Pasa algo? –pregunto curiosa.
–Nada. Pensé que… No importa ya –agrega antes de pasarme un bol con sopa–. Come. Tengo que hacer unas llamadas –ordena antes de salir de la habitación.
Mientras tomo mi sopa me pregunto qué bicho le habrá picado hoy.
Gracias 🌟⭐🌟⭐🌟⭐🌟⭐🌟⭐