El clan de brujas Lanira suele vivir en la clandestinidad, las reglas de su clan son claras, no busques más de lo que necesitas o puedes llamar la atención de un dragón.
Aisha miembro de este clan estaba por terminar su año en solitario y sus practicas profesionales cuando desapareció del radar, el clan ha implorado saber, pero hay un poder muy grande que la retiene y la oculta de su familia.
Dos años después ella regresa herida y sin memoria de lo que le ocurrió durante su ausencia y con la cría de un dragón creciendo dentro de ella...
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Agradezcan a mi muñequita que siguen vivos
Desde el interior de la casa una tierna voz habló adormilada —¿Tío?
De inmediato Lugus empujó a Fafner hacia su padre, guardó sus garras y la brea que conformaba su cuerpo se retrajo hasta formar parte de un elegante traje negro. Taranis Lugus en su forma humana se veía exactamente igual que como lo recordaba Nidhogg, hermoso. Su cuerpo delgado y alto con un semblante sereno, casi dulce, cuando no estaba molesto, y su cabello negro azulado, largo hasta la mitad de su espalda y que caía como el agua de una cascada a mitad de la noche lo dotaba de una presencia etérea. Antes, cuando Fafner lo había visto sólo como un humano más, no le había puesto mucha atención, pero ahora podía darse cuenta que todo en ese hombre gritaba peligro.
La oscuridad aplastante se desvaneció al instante, al tiempo que el cadáver se disolvía en cenizas y el aire se volvía un poco más ligero. Y con una zancada Lugus llegó hasta una pequeña niña amodorrada, vestida con un pijama rosa, llevaba su pelo color caoba suelto, cayéndole en gruesos mechones desordenados que le cubrían la mitad de su cara y sujetaba de su pata a un gato multicolor tejido con su pequeña mano. Lugus quedó dándole la espalda por completo a sus presas, obstruyendo la visión de la pequeña, él la observaba con atención, mientras ella parecía sólo mirar con pereza los dedos de sus pies descalzos.
—¿Qué ocurre mi muñequita? ¿Qué haces despierta?— preguntó Lugus con una voz grave y melodiosa, al tiempo que se agachaba para quedar a la altura de ella, y con un movimiento delicado le acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja para poder ver mejor el rostro de la pequeña.
—Tenía sed y vine por agua— respondió al tiempo que levantó su rostro para mirarlo, los ojos de Lugus aún permanecían encendidos como dos brazas al rojo vivo, sin embargo la pequeña no parecía sorprendida o asustada, y aunque la oscuridad ya no estaba, los hombres de Fafner aún se sentían paralizados.
—Entonces vamos— al tiempo que decía ésto, Lugus extendió sus brazos y la pequeña se abrazó a su cuello, acurrucándose en él mientras la levantaba —Zahori no traes zapatos, se te van a enfriar tus piecitos— la ternura en sus palabras parecía infinita, al igual que la crueldad que había mostrado unos instantes atrás, ese contraste aumentaba la inquietud de los hombres que observaban, confirmándoles lo frío y calculador que era ese sujeto —Te acompaño a tomar agua y te llevo a la cama— arrulló a la pequeña frotando con suavidad su espalda.
—¿Quiénes son esas personas tío?— preguntó frotándose los ojos, aún más adormilada.
—¿Ellos?, ni los mires, no importan, son mis juguetes de esta noche...— dijo volteando a verlos con una sonrisa macabra.
—Pero mamá dice que la noche no es para jugar, es para dormir...
—Eso sólo aplica a los bebés lindos como tú— refutó Lugus con una voz aún más melosa mientras le acariciaba con suavidad la cabeza, girando para tener a sus presas nuevamente de frente.
—No soy bebé— contestó la pequeña con un gran bostezo y los ojitos casi cerrados —Ya casi tengo siete...
—Esta bien, no eres tan bebé— le contestó casi en un susurro, dándole suaves palmaditas en la espalda. Entonces Lugus dirigió su mirada encendida a los dragones y proyectó su voz hueca en un susurro escalofriante que penetró en sus nucas —Agradezcan a mi pequeña muñequita que siguen vivos— y como si su voz los atravesara licuándoles los huesos, ordenó —¡Ahora váyanse!, pronto tendremos una platica, yo los contactaré— Y al instante la puerta se cerró de un golpe, al tiempo que un aura oscura, a manera de escudo, envolvía la casa, impidiendo que alguno de ellos pudiera siquiera llegar a pensar en acercarse.
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Después de que Lugus desapareciera, su equipo trató de localizar a su compañero que se encontraba apostado frente a la casa, descubriendo un cadáver similar al de su anterior compañero y al tratar de tocarlo, para cerrale los ojos, el cuerpo se convirtió en cenizas que se dispersaron en el viento, quedando sólo las llaves del vehículo en el que había llegado. El mensaje era claro, el demonio sabía que ellos los habían estado vigilando y quería que se marcharan.
Fafner se encontraba tan débil que no se podía sostenerse en pie, tenía los labios blancos y su piel había adquirido un tono grisáceo. Su equipo aún estaba conmocionado por lo que Nidhogg dio la orden de regresar y pidiendo que le ayudaran a llevar a su hijo, así que entre dos de sus hombres tomaron a Fafner de los brazos y la cintura para ayudarlo a salir del lugar.
El regreso a las camionetas fue largo y penoso, nadie se quejó, pero todos se sentían debilitados y enfermos por lo que habían visto, sin mencionar que habían perdido a dos de sus compañeros, sin haber podido hacer nada al respecto, lo que los llenaba de culpa e impotencia. Ingenuamente habían pensado que esa noche sería la misión más fácil que habían tenido en mucho tiempo, sin imaginar lo que los esperaba, ahora se encontraban completamente derrotados y con una amenaza de muerte apuntando a sus cuellos.
Cuando Edjer los vio saliendo del bosque se sorprendió de las penosas condiciones del grupo, incluso su padre se veía agotado. Se apresuró a ayudar a cargar a su hermano que de inmediato emitió un quejido gutural y empezó a convulsionar, vomitando un liquido negro y espeso como la brea, idéntico a la sustancia que había asesinado a sus hombres, y al instante de sacar esa cosa comenzó a temblar violentamente, Fafner sentía un frío insoportable que salia desde el centro de sus huesos y que lo hacia añorar la calidez de los brazos de aquel monstruo. Al ver el malestar de su hijo, Nidhogg sintió una punzada de preocupación atravesar su corazón, conocía esos síntomas y al menos que el demonio de Taranis Lugus deseara liberarlo, su hijo estaba por atravesar un horrible y largo calvario.