Por Siempre Mío.

Carlo sostuvo su mejilla, justo donde la delgada pero poderosa mano de Adrien había golpeado. No iba a negarlo, estaba completamente sorprendido por la caridad de Gautier. Aunque sabía lo violento que podía llegar a ser, debía admitir que había subestimado sus sentimientos. Nunca imaginó que llegaría el día en que Adrien lo golpeara, y eso era otra prueba de cuánto había cambiado ese chico.

Pero en realidad, no lo desconcertó tanto el hecho de haber sido golpeado, y aunque le dolió, lo que más le movió el pecho fue ver el rostro de Adrien. Odio, tristeza, resentimiento, ira y un sinfín de sentimientos mezclados en una sola persona. Sin embargo, no había ni un rastro de felicidad ahí. Podría jurar que, en otro momento, Adrien le habría sonreído y correspondido las caricias con gusto, pero el Adrien que tenía frente a él parecía querer llorar de rabia.

—Adrien, yo...

Carlo dio un paso al frente y trató de explicar la situación, sin embargo, una fuerte patada en su estómago lo obligó a retroceder y, tras tambalearse un poco, cayó al pasto.

—¡Hijo de puta, ¿Qué crees que haces? —la voz furiosa de Cedric hizo que la ira en Carlo creciera. Ese infeliz solamente era un maldito estorbo entre él y Adrien, no tenía que meterse, no le correspondía.

—¡No te metas en donde no te hablan! —gritó mientras se ponía en pie y recuperaba el aire perdido.

—¿Qué no me hablan? Adrien es la persona más importante para mí y tú lo destrozaste, así que mantente alejado de él o te romperé la cara, imbécil de mierda. —Advirtió con tono severo.

—¡A mí no me amenaces, americanito de mierda! —Carlo dio un paso al frente sin dejarse intimidar. La presencia de Cedric realmente lo ponía mal.

Las miradas de ambos brillaban en rabia como si fueran enemigos de toda la vida. La tensión en el aire era palpable y la ligera línea de paciencia estaba por romperse si alguno se acercaba aún más, sin embargo, Adrien se interpuso entre ellos.

—Suficiente —mencionó con voz firme mientras volvía sus ojos de uno a otro—. Carlo, para con esto, ¿sí?, estamos en una fiesta de beneficencia y en cualquier momento alguien puede llegar.

—¡Entonces dile a tu amiguito que se largue y no intervenga entre nosotros!

—Cedric, vamos, no quiero que salgas lastimado —dijo Adrien mientras lo agarraba de la muñeca y lo llevaba con él—. Por cierto, Carlo, tú y yo ya no tenemos nada de qué hablar, así que, como lo pedías, me mantendré lejos y espero que hagas lo mismo.

El tono fue serio y con un matiz de enfado. Carlo vio a Adrien alejarse con aquella persona de la mano, y su ira únicamente incrementó.

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Carlo llegó a casa, deshizo el nudo de su corbata y la aventó a un lado con frustración. Se quitó el saco y lo hizo volar también, dejando escapar un suspiro pesado mientras se dejaba caer sobre el mullido colchón. Con el antebrazo sobre la frente, dejó escapar todo el aire de sus pulmones, sintiendo cómo la tensión acumulada se disipaba poco a poco. La sensación de ahogo se desvaneció, pero la angustia y el remordimiento permanecieron.

Lo que había hecho estaba claramente mal, era una actitud que nunca antes había tenido y jamás pensó en tener, al menos no hacia Adrien Gautier.

Giró sobre la cama y miró la fotografía que reposaba en la mesita de noche. La tenue luz de la lámpara de pared iluminaba la habitación, destacando la imagen de hace tres años cuando ambos asistieron a un evento en la playa. Recordaba ese día con claridad, después de cumplir con sus responsabilidades, Adrien había sugerido dar un paseo por la orilla del mar.

El recuerdo de la fotografía llegó, esa tarde estaban uno al lado del otro, chocando sus hombros intencionalmente. Todo era por Adrien. Adrien también había querido, sutilmente, entrelazar sus manos, buscando una cercanía que Carlo rechazó, prefiriendo mantenerlas detrás de su espalda, ignorando la mirada de tristeza de Adrien.

Pero Adrien olvidaba sus desplantes demasiado rápido. Al segundo siguiente, ya estaba sonriendo y corriendo alrededor de Carlo con una alegría contagiosa.

—Vamos, quita esa cara seria y pon una sonrisa —decía Adrien mientras seguía corriendo, disfrutando del atardecer.

Pero la imagen mental se desvaneció cuando Adrien tropezó y cayó en la arena, quejándose del dolor en su pie. Carlo se apresuró a acercarse, preocupado, olvidando cualquier distancia anterior.

—¡Mira quién se apresuró a llegar! —dijo Adrien con coquetería y algo de burla—. Admite que te mueres sin mí, Carlo.

—Solamente cumplo con cuidarte, se lo prometí a tu abuelo —murmuró Carlo, examinando el pie herido de Adrien—. No te hagas falsas ilusiones —añadió, levantando su mirada hacia él.

Adrien intentó una sonrisa feliz, pero era evidente su molestia y decepción.

—Vamos, te llevaré de regreso al hotel y atenderemos tu herida —se puso en cuclillas, esperando que Adrien subiera a su espalda. La herida era visible, probablemente causada por una caracola en la arena.

Adrien subió a su espalda y lo abrazó con las piernas, quedando muy cerca de su rostro.

—Vamos a tomarnos una foto para conmemorar este día —dijo Adrien con entusiasmo.

—No, ya sabes que no me gustan las fotos —respondió Carlo, tratando de mantener su distancia emocional.

—Y sabes que eso me tiene sin cuidado —Adrien sacó su celular del bolsillo de su short—, espera, espera, acomodate.

Carlo no pudo evitar una sonrisa leve ante la terquedad de Adrien. Aunque la situación entre ellos era complicada, esos momentos de complicidad y cercanía todavía tenían un lugar especial en su corazón.

—Está bien, solo una foto —cedió finalmente Carlo, resignándose a la insistencia de Adrien.

Adrien se acomodó en su espalda de manera más cómoda, sus cuerpos estaban tan cerca que Carlo podía sentir el calor que emanaba de él. Una sensación familiar y agridulce invadió sus pensamientos mientras Adrien buscaba el ángulo perfecto con el celular.

—¡Listo! —exclamó Adrien emocionado después de capturar el momento—. Esta se verá genial en nuestro álbum de recuerdos.

Carlo asintió con una mezcla de nostalgia y cariño. Por un momento, deseó poder retroceder en el tiempo y cambiar las cosas, evitar que la distancia y las tensiones se interpusieran entre ellos.

La imagen de la playa en el celular de Adrien se desvaneció cuando Carlo se encontró de nuevo en su habitación, solo y con un nudo en la garganta. La realidad era dura y la sensación de haber perdido algo valioso lo embargaba.

Con un suspiro resignado, decidió guardar la fotografía y levantarse de la cama. Sabía que no podía quedarse atrapado en el pasado, tenía que enfrentar los errores cometidos y buscar la manera de remediar las cosas, aunque el camino pareciera incierto y difícil.

Mientras se dirigía al baño para darse una ducha y refrescar sus pensamientos, una determinación silenciosa se formó en su mente. No podía dejar que su orgullo y sus malas decisiones arruinaran lo que realmente importaba en su vida.