Rosas Y Armas

Y en ese mismo momento, me di cuenta que, aunque firmara o le dijera toda la verdad que quería, jamás podría escapar de él. Jamás se podría escapar del diablo. Aquí, el único que estaba mintiendo no era yo, sino él también, prometiéndome libertad a mí y a mi hermana, estaba mintiendo. Nunca nos iba a dejar ir, menos cuando se enteré del secreto de Nathan y Elizabeth.

Él dio un paso hacia atrás.

Aun ignorando toda advertencia, mis labios se curvaron hacia arriba y me gire solo un poco para tomar el papel y levantarlo hasta la altura de mi rostro.

—Ya no tengo ninguna razón para firmar esto. —rasgo el papel por la mitad y dejo que las mitades caigan al suelo en silencio. —Prefiero morir aquí a darte lo que quieres. ¿Qué te parece?

Un musculo palpitaba en su mandíbula, lo hacia al mismo ritmo de los segundos en que nuestras miradas se sostenían.

La irritación estalló en mi interior, este hombre iba a volverme loca. Solo le importaba completar los objetivos que tenia para llegar a la cima, no sabia con si él quería a su hermano, como yo quería a mi hermana. Y si lo hacía, debía entender que no le daría la ubicación de mi hermana por nada en el mundo.

Y si eso me costara la libertad y vivir bajo un techo con esta persona sin sentimientos, entonces, me tragaría todo sentimiento y lo aceptaría.

—Sita. Laurens, debe entender que mi paciencia hacia usted se esta acortando. —un pequeño titubeo en mi respiración parecía haberme indicado que lo que había dicho me había afectado, pero solo había sido porque no me había dado cuenta que volvía a sostener la respiración. —Y la próxima vez, no seré amable.

Sus ojos no se despegaron de los míos, cada segundo que pasaba en la que no decía nada y solo se limitaba a mirarme con frialdad, sentía que me encogía. Pero no podía dejar que él viera que me estaba afectando que me mirara así. No con aquella misma mirada con la que me hicieron sentir tan poca cosa, me menospreciaron en aquel punto. No iba a dejar que él me hiciera sentir así o viera que me afectaba.

—¡Disculpe, Sr. De´Ath´s! —a los lejos parece que resonaba la voz de Simon.

Demitri no aparto la mirada de mí y yo tampoco. Aunque pensé que ninguno íbamos a ceder, él deja de verme y clava su mirada en la figura de Simon, justo detrás de mí.

—¿Qué? —la fría respuesta de Demitri, parece no afectar a Simon.

—Tiene un invitado.

—No había cita de ningún invitado para hoy, Simon. —el frio e indiferencia vuelve a cubrir sus palabras, sus labios parecían estar cubierto de escarchas. —Quien quiere que sea, que se vaya. —su mirada vuelve a caer en mí, vuelvo a sentir el escalofrió correr por mi cuerpo. —Porque aún no he terminado de hablar.

Parecía que la misma oscuridad se envolvía entre nosotros. Cuya oscuridad daba la impresión de que emanaba de su cuerpo, sus manos fundadas por los guantes oscuros, se mantuvieron inertes a ambos lados de cuerpo. Me encogí, me sentí demasiado pequeña, pero aun así no dejé que él viera o sintiera como hacía que mi cuerpo diera un temblor en su presencia.

—Señor, es…—Simon vuelve a hablar, su voz suena ahogada y parece buscar las palabras correctas. —, es el Sr. De’Ath’s. Su padre.