Ana vive una vida monótona y sin sabor. ¿Estará dispuesta a dejarse llevar por la tentación?
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He pedido el día libre por primera vez, no imaginé que iba a pasar tan rápido, ya casi va siendo hora de regresar a casa y enfrentar nuevamente mi rutina. No quiero, lo que he vivido en esta habitación ha sido un punto de inflexión en mi vida.
Este hombre desconocido se ha vuelto tan íntimo para mí, más que mi propio esposo, me ha enseñado tanto de mí misma en tan pocas horas, mucho más de lo que he aprendido a lo largo de mi vida.
Definitivamente tengo muchas cosas que replantearme y mucho que modificar. Pero ahora mismo, con mi cabeza en el pecho de Gabriel, con sus brazos rodeándome, escuchando su respiración tranquila y relajada, lo único que quiero es que el tiempo no pase. Sigo adormecida, me siento feliz.
He perdido la cuenta de cuántas veces hemos hecho el amor, este hombre es insaciable y descubrí que yo también lo soy, no ha quedado un solo rincón de esta habitación en el que no hayamos experimentado alguna posición, desde la pequeña cocina hasta el baño han quedado impregnados con nuestras huellas, nuestro sudor y nuestras ansias.
Gabriel está adormecido, acaricia suavemente mi brazo, siento que estoy en el lugar correcto. Jamás he sentido esto con Gonzalo, es algo que recorre cada célula de mi cuerpo. Me siento viva, audaz, sexy, capaz de comerme el mundo entero.
__ ¿Estás dormido? __ Pregunto en un susurro.
__ Mmmm __ Gabriel no tiene fuerzas para responderme.
__ Duerme, cariño. __ beso su pecho y me acomodo para dormir también.
A lo lejos escucho el timbre del teléfono, se oye como un eco, estoy cómoda y me molesta tener que levantarme a atender. No sé si es mío o de Gabriel, da igual, de todas maneras alguno deberá salir de ese cálido y confortable abrazo. Me levanto despacio para no despertarlo, cuando llego hasta el móvil la llamada se ha cortado, pero... veo la hora, "¡Dios santo!", si no me apuro perderé el último tren. Como un torbellino comienzo a vestirme, recojo lo que voy encontrando en la habitación y lo meto dentro del pequeño bolso. Llamo a la recepción para ordenar un taxi, no estoy lejos de la estación pero aún si corriera muy rápido no alcanzaría.
Gabriel se despierta por el revuelo que he armado, frotando sus ojos me pregunta qué sucede y respondo como loca que debo marchar. No era así como quería despedirme de él, de hecho no quiero hacerlo, pero debo. Lo beso rápidamente y salgo de la habitación casi volando hasta el lobby del hotel, el taxi ya está en la puerta y me lleva a la estación de trenes.
He alcanzado el tren de casualidad, unos segundos más y adiós. Una vez en el vagón, tomo el teléfono y llamo a Gabriel, sé que lo he dejado en una nube, espero que no esté enfadado.
__ Perdona por salir así, lo siento.
__ Está bien, entiendo que era la hora y no puedes faltar de tu hogar otra noche más. __ Enfatiza la palabra "hogar" y noto el sarcasmo en su voz, tiene razón, ya no se siente como mi hogar.
__ Debo resolver las cosas con Gonzalo, por favor ten paciencia.
__ ¿Me pides paciencia, Ana? ¿Cómo puedo estar seguro que todo esto no ha sido solo un juego y ya?
__ No estoy jugando, Gabriel__ trato de mantener la calma, sé lo que siente__ solo necesito tiempo para ordenar mis cosas. Ambos sabíamos cuál era mi situación.
__ ¡Pero si ese infeliz te engaña! Está clarísimo que no te ama, ¿Qué vas a resolver?
__ Ya lo hablamos, yo no hice anoche nada distinto de lo que hizo él. Estamos a mano, pero debo enfrentarlo, por favor, dame tiempo.
__ Como digas, cuando tengas tus respuestas me avisas.
Me acaba de colgar el teléfono, jamás nadie lo había hecho y me duele que sea así. Yo no le he mentido en ningún momento, él sabía que soy casada y aún así decidió seguir adelante, decidimos, yo también soy responsable. Lo que pensé sería algo de una noche se ha convertido en una relación definida donde la que está en falta soy yo. No. No voy a aceptar que me presione cuando no le he prometido nada. En cambio Gonzalo... a él sí le prometí fidelidad y amor eterno ante Dios, evidentemente ninguno de los dos pudo cumplir esa promesa.
Al otro lado de la ciudad Gonzalo espera a Ana con un cierto temor, sabe que lo sucedido la noche anterior es una gran falta, no fue su intención enredarse con esa mujer, estaba ebrio y sus compañeros lo desafiaron, pero él no debería haber cedido, ama a su esposa y le es fiel en su corazón. Pero la culpa lo está consumiendo, Ana notará, cuando lo vea, que la ha engañado, lo sabe, se conocen de toda la vida.
Gonzalo busca la manera de calmarse y actuar con normalidad, prepara la cena y consulta la hora a cada momento. Es raro que su esposa no haya llegado, últimamente toma el último tren, algo que no es habitual, recuerda que Ana le habló de una nueva compañera y se alegra de que tenga una amiga, las mujeres necesitan a sus pares para desahogarse de lo cotidiano. Seguramente se retrasa por chismear con ella. "Va a servirle mucho en estos momentos si se entera de mi infidelidad", piensa con amargura. Ellos jamás han tenido secretos, más que esposos son mejores amigos, pueden hablar de lo que sea cuando sea y saben que cuentan con el apoyo incondicional del otro... pero ¿su relación podrá soportar haber roto uno de los votos más importantes? ¿Si Ana lo descubre lo perdonará o lo pondrá de patitas en la calle? En medio de ese conflicto consigo mismo, Gonzalo toma el teléfono para asegurarse que su mujer esté bien. Hoy no la ha llamado en todo el día ni le ha escrito, tuvo temor de ser descubierto. Ana lo llamó varias veces en la mañana e, incluso, le envió un mensaje, pero no tuvo valor de responder. Marca el número y espera, luego de varios tonos la contestadora hace su trabajo y cuelga. Vuelve a intentarlo y de nuevo la contestadora. De repente siente el ruido que hace la llave de Ana en la puerta principal. "Llegó el momento", piensa Gonzalo y trata de poner una expresión 'normal' pero se nota a la legua que es forzada.
Ha llegado el momento para medir qué tan fuerte es su relación.