Bruno se niega a una vida impuesta por su padre y acaba cuidando a Nicolás, el hijo ciego de un mafioso. Lo que comienza como un castigo pronto se convierte en una encrucijada entre lealtad, deseo y un amor tan intenso como imposible, destinado a arder en secreto… y a consumirse en la tragedia.
NovelToon tiene autorización de Irwin Saudade para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
DE UN
Salió de la bañera y al instante lo cubrí con su toalla. La humedad aún corría por su piel tibia.
—¿Sabes si hay galletas Oreo?
—Sí. Ahorita te traigo unas.
—¡Gracias!
Con la toalla comenzó a secarse entre sus piernas. Yo aparté la mirada un segundo; había cosas que jamás pensaba tocar. Preferí concentrarme en sus piernas y en sus pies, cuidando cada movimiento.
—Te ayudaré con la ropa interior —murmuré, casi en un susurro.
Tomé su pie y lo alcé con cuidado, introduje el bóxer y después repetí lo mismo con el otro pie. Deslicé la prenda por sus piernas hasta sus muslos. El resto lo hizo él, mientras yo contenía el aire.
Pasó lo mismo con las demás prendas.
—¡Muchas gracias por vestirme! —dijo con una sonrisa que no veía, pero que podía imaginar.
—Claro. Es hora de ir a la cama.
—¿Me traerás mis galletas?
—Y tu taza de té también.
Ya no pedía permiso para tocarlo. Unir nuestras manos se había vuelto un gesto natural, una forma sencilla de crear calor.
Paso a paso, con calma, lo llevé hasta la cama. Lo ayudé a acomodarse, coloqué una almohada en su espalda y lo observé recargarse contra la cabecera. Su respiración se acompasaba con la mía, tan cerca que me sorprendía lo fácil que era acostumbrarme a cuidarlo.
—En un momento te traigo tus galletas.
—¡Gracias!
Estaba por salir cuando su voz me detuvo:
—Alexa, reproduce Hot Blooded.
La bocina respondió. Mientras bajaba las escaleras, la melodía ya envolvía la casa.
En la cocina, Ernesto preparaba la cena.
—¿Quieres un poco? —preguntó, sin levantar la vista.
—Gracias, pero aún no termino de atender a Nicolás.
—Bueno…
—Disfruta tú, no te preocupes por mí.
Fui a la alacena y tomé un paquete de galletas. La taza de té ya estaba servida; añadí un poco de miel, como sabía que a él le gustaba.
—Veo que eres muy detallista con el amo —comentó Ernesto de pronto.
Sus palabras me tomaron por sorpresa.
—¿Detallista? No lo sé.
Él sonrió apenas.
—Lo eres. Me he dado cuenta, y creo que es algo genial de tu parte. ¿Podrías ser así de gentil conmigo también?
Lo miré un instante, intentando descifrarlo. ¿De verdad hablaba en serio?
—¿Quieres que te prepare té?
—Sí.
—En la tetera quedó un poco. Puedes servirte.
No entendía del todo a qué se refería. Sus palabras parecían tener un peso oculto.
—Gracias —dijo al fin, en tono neutro.
Lo dejé ahí y subí con la charolita. Apenas entré a la habitación, el aroma de Nicolás me envolvió, cálido, cercano.
—Volví. Traje tus galletas.
—¡Qué bueno! ¿Las encontraste?
—Sí.
Ya no era pesado atenderlo; al contrario, comenzaba a resultarme natural. Le sostuve la taza mientras mordía una galleta. El crujido llenó el silencio. Bebía, tragaba, me devolvía la taza. Era un ciclo simple, pero íntimo. Su rostro se relajaba, como si conmigo pudiera olvidarse de todo.
—¿Quieres que te ayude a cepillarte los dientes? —pregunté en voz baja.
—Mejor tráeme mis cigarros. Sé que me quieres cuidar al máximo, pero se me antoja fumar.
Lo miré. Sus ojos, cubiertos por el paliacate, lo hacían verse vulnerable, incluso hermoso. Pero su petición me inquietó.
Fui por la cajetilla y regresé.
—¿Por qué te gusta fumar?
—Siento que puedo sacar el estrés.
—Pensé que el té te ayudaba con eso.
Encendí el cigarro, lo acerqué a sus labios y vi cómo lo sostenía con los dientes. Su mano derecha tembló apenas al afianzarlo.
—El té me ayuda, sí… pero hay otro tipo de estrés que no puedo controlar.
—¿Y por qué te sientes así?
Inhaló, retuvo el humo y lo dejó escapar por la nariz. La penumbra de la habitación lo hacía ver distinto, casi enigmático.
—Hay algo que quiero. Siempre lo he querido. Pero me da miedo pensar que tal vez no resulte como espero.
Su voz cargaba un peso extraño. Me acerqué y me senté en la orilla de su cama, casi frente a él.
—Deberías dejar que todo fluya. Si está fuera de tu control, no te castigues por eso.
—Son cosas del corazón —respondió con gravedad.
Mi pecho se apretó. Pensé en una chica, en una historia ajena.
—Aun así, no deberías sufrir tanto por eso.
Él sonrió de medio lado.
—Suenas a despecho.
Suspiré y, por primera vez, sentí la necesidad de desnudar mis pensamientos frente a él.
—Mi madre es una gran mujer… pero no entiendo cómo puede ser tan ciega con mi padre. Él es un ingrato. Ella lo ama, sí, pero creo que tiene miedo de quedarse sola. Y por eso soporta todo el maltrato. Sus sentimientos no le dejan enfrentarlo, y termina enfermándose por todo el estrés que él le provoca.
—Aparte de borracho, ¿la trata mal?
—Son los efectos de su adicción. El alcohol le da poder, pero lo vuelve ciego al daño que causa.
—¿Una adicción…?
—Sí. Y es lo que me preocupa en ti. No me gusta que fumes.
Él inclinó el rostro hacia mí, atento.
—¿Por qué no te gusta?
—Porque te estás dañando. Poco a poco, te quemas por dentro.
—¿Y eso te afecta? —preguntó, llevándose el cigarro a la boca.
—Más de lo que crees. Igual que mi padre, su vicio me privó de mis sueños. ¡Tu cigarro me priva de cuidarte por completo!
Mi mano, casi sin querer, se apoyó sobre su pierna. Sentí la tensión en sus músculos.
—¿Alguna vez has fumado?
—Estoy fumando contigo ahora.
—¿Prendiste un cigarro para ti?
—No. Tú eres mi cigarro. Me consumes y me haces mal.
—¿Por qué te hago mal?
Sonreí, nervioso.
—Porque quieres hacerme creer que lo malo es bueno. ¡Pero no lo es! No vas a convencerme. Te ayudaré a dejar de fumar.
Él bajó el rostro, como ocultando algo.
—No tiene caso. Yo…
—Tal vez no pueda cambiar a mi papá, pero contigo es distinto. Quiero ayudarte a recuperarte y también a dejar de depender de un cigarro.
Entonces sonrió. Una sonrisa breve, misteriosa, que me atravesó por dentro.
—Bueno… no sé por qué insistes tanto, pero…
—¡Porque me preocupas! —dije, con un nudo en la garganta—. Esa es la razón. Quiero que estés bien.
Nico me gusta... quiero saber más!!!
unos capítulos más, porfaaaaa
Estoy encantada de leerte nuevamente 🤗
Voy leyendo todas tus novelas de a poco...
Dejo unas flores y pronto algún voto!!! por favor no dejes de actualizar, me gusta mucho como viene esta historia 💪♥️