Después de una ruptura, Camila encuentra consuelo en un hombre prohibido con el que descubre sensaciones que nunca había sentido, Pero las cosas cambiarán cuando descubra que es casado
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suposición
Salí de mi oficina y me dirigí directamente a la de Emiliano. Allí le pregunté sobre los proyectos que tenía bajo su responsabilidad.
En particular, había un proyecto en el que Sebastián no quiso involucrarse. A pesar de que le expliqué las ganancias que podríamos obtener, a él no le pareció relevante y no mostró interés._ dijo emiliano
No obstante, esa charla me llenó de aún más entusiasmo respecto al proyecto. Mientras conversábamos, Emiliano y yo decidimos sentarnos en la alfombra de su oficina, despojándonos de nuestros zapatos para estar más cómodos. Él, por su parte, se desabrochó la corbata, mientras que yo me quité el suéter para relajarme aún más. Había pedido pizza, así que entre risas y buenos momentos comenzamos a idear maneras de hacer que nuestra propuesta resultara más atractiva.
En ese preciso instante, alguien tocó la puerta, y ambos supusimos que se trataba de la secretaria.
¡Adelante! —exclamó Emilio mientras yo trataba de soplar suavemente en su ojo para ayudarlo, ya que algo le había entrado y le causaba molestias. En ese momento, nuestras caras estaban muy cerca, compartiendo la preocupación por su incomodidad.
¿Qué está ocurriendo aquí? escuché la voz de Sebastián, la cual sonaba más firme y varonil de lo habitual. Tanto Emilio como yo nos sorprendimos al oírlo, y de inmediato nos levantamos. Sebastián era nuestro jefe, así que su tono de voz exigente y autoritario nos hizo reaccionar de inmediato.
Sebastián, ambos estábamos concentrados en nuestro trabajo, dijo Emiliano, mirándolo de manera directa.
Eso no se ve así. Además, sabes perfectamente que no se permite comer en las oficinas, y aquí la situación parece indicar que ambos están haciendo algo más que simplemente trabajar, respondió Sebastián, mientras yo podía sentir su mirada recorriendo mi cuerpo, lo que me incomodó mucho.
Por favor, no pienses eso. Camila y yo solo estábamos trabajando. Jamás le faltaría el respeto a ella, insistió Emiliano, dirigiéndose a mí con una expresión seria y nuevamente manteniendo su mirada.
¡Basta! ¿Acaso está sordo? Emiliano ya te explicó que solo estábamos trabajando, le respondí, sintiéndome invadida por una ola de enojo mirando a Sebastián y su amigo alado de el.
Enseguida tome mis zapatos y me los puse al igual que mi suéter estaba realmente molesta por las insinuaciones de Sebastián.
Señorita Sincler, apenas ha pasado tres días desde que comenzó a trabajar en la empresa y ya está dando un mal ejemplo. Aquí en la oficina no se permiten relaciones personales entre los empleados, y mucho menos es adecuado andar sin zapatos, como si estuviéramos en una sala de recreo. Por lo tanto, sería mejor que se dirija a su estación de trabajo y me deje hablar con Emiliano a solas, dijo Sebastián, con el rostro serio y mirándome con sus ojos desbordantes de odio, como era habitual en él.
Observé a Emiliano con una sensación de vergüenza que me invadía. Era consciente de que Sebastián, al enterarse de la situación, lo iba a reprender y sabía que yo era la causa de ese conflicto. Con ese pensamiento en mente, decidí salir de la oficina, aunque me sentía molesta y deseaba expresarle algunas cosas a Sebastián. Sin embargo, comprendí que eso solo agravaría la situación de Emiliano. Así que no me quedó más remedio que marcharme.