Olvidada por su familia, utilizada por el imperio y traicionada por aquellos en quienes más confiaba… así terminó la vida de Liliane, la hija ignorada del duque.
Amada en silencio por un príncipe que nunca llegó a tiempo, y asesinada por el hombre a quien había ayudado a coronar emperador junto a su amante rival, Seraphine.
Pero el destino le ofrece una segunda oportunidad.
Liliane renace en el mismo mundo que la vio caer, conservando los recuerdos de su trágica primera vida. Esta vez, no será una pieza en el tablero… será quien mueva las fichas.
Mientras el segundo príncipe intenta acercarse de nuevo y Seraphine teje sus planes desde las sombras, un inesperado aliado aparece: el primer príncipe, quien oculta un amor y un pasado que podrían cambiarlo todo.
Entre secretos, conspiraciones y promesas rotas, Liliane luchará no solo por su vida, sino por decidir si el amor merece otra oportunidad… o si la venganza es el verdadero camino hacia su libertad.
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Capítulo 15: El imperio dividido Maraton#3
El eco del escándalo en el banquete aún retumbaba en las paredes del palacio imperial. La noche había terminado con un clamor que ningún noble olvidaría jamás: la declaración de Liliane como Lirae de Vellmont, hija legítima de la emperatriz Elenora. El Imperio, hasta entonces unificado bajo una fachada de estabilidad, comenzaba a agrietarse.
Días después, el consejo imperial se reunió en una sesión extraordinaria. Por primera vez en décadas, los doce asientos de la Cámara de Nobles estaban ocupados. Los grandes duques, condes y marqueses intercambiaban miradas tensas mientras Elenora, con el rostro endurecido por la humillación, presidía el encuentro desde su trono de jade.
Liliane no esperó a ser convocada. Entró en la sala con una túnica de terciopelo azul oscuro, el cabello recogido en una trenza imperial, y con la mirada fija en su objetivo. A su lado caminaba Adrian, silencioso pero presente, como un muro que ni el tiempo ni la guerra podrían mover.
—Venís sin invitación, Lady Liliane —dijo Elenora, sin levantar la voz—. O debo decir… Lirae.
—Llamadme como prefiráis —respondió ella—. Pero sabed que ya no me ocultaré detrás de nombres falsos.
El duque de Belfort, uno de los aliados tradicionales de la corona, alzó una ceja.
—¿Pretendéis, joven dama, que aceptemos sin juicio alguno una afirmación tan grave como la que hicisteis en el banquete?
Liliane extendió sobre la mesa el registro imperial de nacimiento, junto a un testimonio jurado del antiguo médico de palacio.
—No es solo una afirmación. Es la verdad. Fui separada de mi madre tras el asesinato del príncipe consorte. Fui enviada lejos, criada por un noble sobornado… todo para ocultar que la línea de sucesión no terminaba con la figura que Elenora quiso imponer.
El documento pasó de mano en mano. Los rostros cambiaban. Algunos mostraban sorpresa. Otros, temor.
Fue entonces que la voz de Aiden rompió el momento, más cruda y amarga que nunca.
—¿Y con eso crees que te has ganado el derecho a todo, Liliane?
Liliane se giró, enfrentando al segundo príncipe. Aiden caminó hasta el centro de la sala, su mirada repleta de algo más que celos: traición, orgullo herido, y dolor contenido.
—Te busqué. Te protegí cuando nadie más lo hizo. Y sin embargo, cuando llegó el momento, ¿a quién elegiste? —su mirada se desvió hacia Adrian—. A él. El hijo favorito. El que todo lo tiene aunque no lo reclame.
Adrian frunció el ceño.
—No es un premio, Aiden. Es su decisión.
—¿Y tú no hiciste nada para evitarlo? —Aiden alzó la voz—. ¿Dormiste con ella sabiendo quién era, sabiendo lo que eso significaba para todos?
El murmullo de los nobles fue ensordecedor. La palabra “escándalo” se deslizó entre los labios como una maldición.
Liliane no retrocedió.
—No soy una moneda en disputa. Lo que hice, lo hice con el corazón. Y aunque te duela, Aiden, nunca me diste una razón para quedarme contigo. Solo promesas vacías y silencios cuando más necesitaba tu voz.
La emperatriz madre se puso de pie.
—¡Basta! Esta asamblea no es para disputar amantes. El trono está en juego. La sangre que reclama esta niña puede ser real, pero el imperio necesita orden, no emociones.
Liliane dio un paso adelante.
—El imperio necesita justicia. Y si eso significa romper con sus cimientos podridos, lo haré. Ya no lucharé por sobrevivir… lucharé por gobernar.
Los nobles se dividieron en ese instante. Algunos apoyaban abiertamente a Liliane, impresionados por su temple, su linaje y el respaldo del primer príncipe. Otros se mantenían fieles a Elenora, temerosos de perder sus privilegios. Y no faltaban los que, en silencio, comenzaban a ver a Aiden como una alternativa más controlable que cualquiera de los dos.
La guerra de sucesión había comenzado, aunque nadie la hubiese declarado aún.
Esa noche, en sus aposentos, Liliane se reunió con Adrian, el mapa del imperio desplegado entre ellos. Las marcas de las casas leales, las fronteras inciertas, los nombres de los generales.
—¿Estás segura de lo que viene? —preguntó él, con voz grave.
Liliane lo miró con la misma determinación con la que había entrado al salón imperial.
—No he llegado tan lejos para ceder ahora. Si Elenora quiere una guerra, le daremos una que no pueda ganar.
Adrian la tomó de la mano.
—Entonces, desde esta noche… la historia cambia.
Desde las torres del palacio, la bandera imperial aún ondeaba en lo alto. Pero en la sombra de su tela, ya se tejían otras. Una con el emblema de una rosa con espinas: la de Lirae de Vellmont.
Y el imperio… nunca volvería a ser el mismo.
Ah no ser q ella se hace la Marcela q no sabe nada o sea ?
Pero se están repitiendo los capítulos ya van 2.