Comenzando Amar
Narra Arie
A veces me pregunto si algún día mi vida cambiará. Si llegará ese momento en el que todo dejará de sentirse tan monótono, tan vacío. Estoy cansada de retener tantas emociones, de guardármelo todo. Quisiera tener una amiga con quien hablar, un novio que me apoye, alguien que esté ahí para mí. Pero esas son cosas que simplemente no me pasan.
La soledad me envuelve, y no sé cómo escapar de ella.
Suspiro mientras espero el autobús de la universidad, balanceándome levemente sobre mis pies. Llevo la capucha de mi abrigo puesta y las manos enterradas en los bolsillos. El viento es frío, pero no tanto como la sensación de estar siempre sola.
—Ya viene el autobús —dice una voz a mi lado.
Me giro y veo a un chico parado con los brazos cruzados.
Miro a mi alrededor. Solo estamos él y yo.
—¿Me hablas a mí? —pregunto, desconcertada.
Asiente.
—¿Nos conocemos de alguna parte? —frunzo el ceño, tratando de recordar si lo he visto antes.
Él arquea una ceja, como si no entendiera la pregunta.
—¿Cómo dices?
—Que si nos conocemos de algún lado —repito, sintiéndome un poco torpe.
—Ah… —suelta un pequeño sonido de comprensión y niega con la cabeza—. No, solo dije que venía el bus. Pero si te molesta, no te hablo más.
Se gira, como si no quisiera incomodarme.
—No, no me molesta —me apresuro a decir—. Solo pensé que, como me hablaste con tanta confianza, tal vez nos conocíamos y yo no lo recordaba.
Me siento ridícula. Sí, claro, la más sociable yo.
Él sonríe levemente.
—No, tranquila.
El autobús llega y se detiene en su puesto. El chofer baja y se dirige a los baños. Ambos entregamos nuestros boletos al ayudante y subimos. Voy directo a los asientos de atrás, buscando mi espacio.
No pasa mucho tiempo antes de que el chico aparezca de nuevo y se siente justo a mi lado.
—Nos vemos de nuevo —dice con una sonrisa.
—Espero que no se haga costumbre —respondo, fingiendo una expresión seria.
Él ríe, divertido.
—¿Siempre eres así de amable?
—No, solo contigo hoy.
Su risa se intensifica. En lugar de tomar el asiento de al lado, se acomoda en el mismo asiento que yo, a una distancia más corta de lo necesario.
—Entonces no te va a importar que me siente aquí, justo a tu lado.
Me sonríe, y por un segundo me quedo sin palabras. Su sonrisa es preciosa.
—Puedes hacerlo.
No sé en qué momento comenzamos a hablar con tanta naturalidad, pero la conversación fluye sin esfuerzo. Nos reímos de tonterías y bromeamos como si nos conociéramos de siempre. Es atractivo, mucho más de lo que me gustaría admitir. Tiene una sonrisa encantadora, barba bien marcada, unos ojos café intensos y unas cejas gruesas que enmarcan su expresión de una manera hipnótica.
Y sin darnos cuenta, en ese instante, nos volvimos mejores amigos.
Tres años después
—¡Andy, ven a comer! —grito desde la cocina.
—¡Ya voy! —responde a los pocos segundos.
Escucho sus pasos apresurados bajando por las escaleras antes de sentir un beso ruidoso en mi mejilla.
—¿Qué ha preparado hoy la mejor amiga del mundo? —pregunta con emoción, frotándose las manos antes de sentarse.
—Pasta… y no cualquiera —destapo la sartén y le muestro mi especialidad—. Tus favoritas, con salsa blanca.
Sus ojos se iluminan como los de un niño pequeño.
—Eres la mejor.
Le sirvo un plato generoso mientras él ya se acomoda, listo para devorarlo. Mientras come, yo empiezo a recoger y limpiar la cocina.
—Me tengo que ir más tarde —comento.
—¿A dónde?
—Voy a cuidar a Liam esta tarde.
Andy suspira y deja el tenedor sobre la mesa.
—Tu hermana debería dejar de usarte como niñera. Ni siquiera te paga.
Ruedo los ojos.
—No necesito que me pague. Es mi sobrino, y me encanta cuidarlo.
—Sí, pero por su culpa ya no pasamos tanto tiempo juntos —hace un puchero, como si de verdad le doliera.
—No seas así —resoplo, cansada de esta conversación.
—Es la verdad. Ya no nos vemos como antes.
—Eso es porque ya te graduaste y trabajas con tu papá. Yo aún no termino la universidad y estoy al borde del colapso con mi proyecto final —me dejo caer en la silla, apoyando los codos sobre la mesa.
Andy suspira, comprendiendo la situación.
—Lo siento, tienes razón —murmura, pasando una mano por mi cabello en un gesto cariñoso.
Pero ese no es el verdadero problema.
El verdadero problema es que estoy enamorada de Andy desde el primer día que lo conocí.
Y él nunca lo ha sabido.
Cuando lo conocí, estaba casado y a punto de ser padre. Su matrimonio con Evelin se fue desmoronando con el tiempo, especialmente después del nacimiento de Charlotte. Descubrió que ella le había sido infiel, y todo se derrumbó.
Yo nunca le caí bien a Evelin.
Siempre me odió porque Andy nunca había tenido una mejor amiga… hasta que llegué yo. Nuestra conexión era tan fuerte que no podía soportarlo, y lo peor es que tenía razón.
Porque estoy completamente enamorada de él.
Pero eso no cambia nada.
Andy tiene una hija de casi tres años y, aunque su relación con Evelin está rota, sigue viéndola por Charlotte. Y yo no puedo hacer nada. No tengo derecho a sentirme así.
Solo sé que estar cerca de él, sin poder decirle lo que siento, duele.
Duele demasiado.
Y aun así, no sé cómo alejarme. Porque él es mi debilidad, y nunca le he podido negar nada.
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Comments
lisbeth mijares
interesante comienzo
2025-03-01
1