Jay y Gio llevan juntos tanto tiempo que ya podrían escribir un manual de matrimonio... o al menos una lista de reglas para sobrevivirlo. Casados desde hace años, su vida es una montaña rusa de momentos caóticos, peleas absurdas y risas interminables. Como alfa dominante, Gio es paciente, aunque eso no significa que siempre tenga el control y es un alfa que disfruta de alterar la paz de su pareja. Jay, por otro lado, es un omega dominante con un espíritu indomable: terco, impulsivo y con una energía que desafía cualquier intento de orden.
Su matrimonio no es perfecto, pero es suyo, y aunque a veces parezca que están al borde del desastre, siempre encuentran la forma de volver a elegirse
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###**Capitulo 14: Gato salvaje **
—Ya llegué —se oyó la voz de Jay desde la entrada.
Gio sonrió, levantándose de inmediato para recibirlo.
—Bienvenido a ca—
Jay entró con la chaqueta medio abierta y apenas le dedicó una mirada fugaz antes de esquivar, con elegancia, el beso que Gio intentó darle. En su lugar, le sonrió con burla.
—Oh, ¿sigues enojado por lo de esta mañana? —preguntó Gio, siguiéndolo con los ojos mientras Jay se quitaba la chaqueta con calma, ignorándolo.
—¿Tú qué crees? Hoy tuve que cambiarme mas de tres veces en el trabajo —respondió lanzándole una mirada de reojo.
Gio suspiró dramáticamente.
—Amo—
Jay dejó caer su maletín sobre la mesa con un golpe seco, interrumpiendo a Gio antes de dirigirse a la cocina sin siquiera mirarlo.
Mientras tanto, Chris y Elia, que estaban terminando de preparar la cena, lo recibieron con una calidez que Gio nunca recibía.
—Jay, cariño, ven aquí —dijo Elia, abriendo los brazos.
Jay, sin pensarlo, fue directo a él y se dejó envolver en un abrazo.
—Te ves agotado, pobrecito —añadió Chris, con una mirada comprensiva.
Jay suspiró contra el pecho de Elia, disfrutando del mimo.
—Sí, mi padre ha estado llamando todo el día por la maldita gala.
—Ese hombre y sus eventos… —Elia chasqueó la lengua—. Debería relajarse un poco.
—Díselo tú —bufó Jay, acomodándose cómodamente contra él.
Gio, aún de pie en la entrada de la cocina, cruzó los brazos con incredulidad.
—Oye, ¿y mi abrazo dónde quedó?
Jay se separó de Elia solo para mirarlo con una sonrisa burlona.
—Aún no te lo ganas.
Chris se rió entre dientes mientras servía la comida.
—Vaya, hijo, parece que te quitaron el puesto de favorito.
—Ni siquiera pareces nuestro hijo en comparación —añadió Elia con diversión, rodeando a Jay por los hombros.
Gio puso una expresión ofendida.
—¡Hey! Yo soy su verdadero hijo, ¿recuerdan?
—Sí, sí, lo sabemos —dijo Elia con total desinterés, llevándole un plato de comida a Jay primero.
Jay sonrió de lado y miró a Gio con burla.
—Qué cosas. Querías un beso, pero tus propios padres me quieren más que a ti.
Gio puso los ojos en blanco y se dejó caer en la silla junto a él. Observó, con una mezcla de celos y desesperación, cómo su esposo era mimado sin medida por sus propios padres. Mientras tanto, él, su único hijo legítimo, quedaba relegado a un segundo plano como si no existiera.
—No puedo creer esto —murmuró, tomando su tenedor con dramatismo—. Esto es favoritismo descarado.
—No es favoritismo —respondió Chris con una sonrisa divertida mientras se sentaba a la mesa—. Solo estamos cuidando de Jay, que tuvo un día difícil.
—Exactamente —añadió Elia, pasando una mano por el cabello de Jay con cariño, como si fuera su propio hijo.
Jay, muy cómodo con todo el mimo, miró a Gio con una sonrisita de satisfacción antes de empezar a comer.
—Lo ven, es porque me lo merezco.
Gio bufó, sirviéndose un poco de agua.
—Seguro, seguro… Mientras tanto, yo aquí, abandonado y olvidado por mi propia sangre.
Chris rodó los ojos.
—Dramático como siempre.
—Lo aprendí de ustedes.
Elia soltó una risita, pero no dijo nada más, enfocándose en la comida.
Después de la cena, Chris y Elia ya estaban en su habitación, dejando a Gio y Jay solos.
Jay se puso su pijama: una camisa holgada—una de las de Gio, en realidad—y unos pantalones cómodos. Mientras tanto, Gio ya estaba en la cama, apoyado contra el cabecero, observándolo con una sonrisa perezosa y, claramente, con intenciones de fastidiarlo.
—Vaya, vaya… —murmuró Gio con tono juguetón—. No sabía que mi esposo lucía tan bien con mi ropa.
Jay le lanzó una mirada aburrida mientras entraba al baño, ignorándolo.
—No empieces.
—Pero si ni siquiera he dicho nada malo —insistió Gio con dramatismo falso—. ¿Acaso es un crimen apreciar la belleza de mi esposo?
Jay rodó los ojos y cerró la puerta, dejando a Gio en su pequeño monólogo.
Unos minutos después, Jay salió del baño, pasándose una mano por el cabello mientras caminaba hacia la cama. Su camisa, un poco suelta en los hombros, se deslizó apenas, dejando ver un poco de piel. No le dio importancia, pero Gio sí.
—Jay… —canturreó Gio, sentándose sobre la cama y acercándose a él como si hubiera visto algo irresistible.
Jay se detuvo, mirándolo con desconfianza.
—¿Qué?
Gio sonrió de lado, inclinándose apenas.
—Nada, solo que te ves demasiado lindo así.
Jay frunció el ceño, sintiendo el calor subirle al rostro.
—Cállate.
—Oh, Dios mío, ¿estás sonrojado? —Gio puso una expresión exagerada de sorpresa—. Qué adorable.
Jay lo fulminó con la mirada y, antes de que Gio pudiera reaccionar, se inclinó y le mordió el hombro.
—¡Oye! —Gio se quejó entre risas, llevándose una mano al lugar donde lo había mordido—. ¡Eso dolió!
Jay cruzó los brazos, mirándolo con satisfacción.
—Eso te pasa por hablar de más.
Gio negó con la cabeza, frotándose el hombro con exageración.
—Mi esposo es un gato salvaje.
Jay bufó y se subió a la cama, acomodándose en su lado. Gio, sin perder la oportunidad, se deslizó a su lado y lo rodeó con un brazo.
—No te pegues tanto —murmuró Jay, aunque no hizo ningún intento real por apartarlo.
—¿Por qué? Si sé que te gusta —respondió Gio con confianza.
Jay no dijo nada, pero después de unos segundos, se giró con cautela y, con timidez, se abrazó a Gio, escondiendo un poco el rostro contra su pecho.
Gio sintió su corazón derretirse de inmediato.
—Oh, no… —susurró con un tono travieso—. Eres tan lindo.
Jay lo mordió otra vez, esta vez en el brazo.
—¡Agh! ¡Basta con las mordidas!
Jay solo resopló, manteniéndose pegado a él con una terquedad silenciosa.
Gio rió bajo y, ignorando la “agresión”, lo estrechó entre sus brazos con ternura.
—Buenas noches, amor.
Jay solo murmuró algo inentendible contra su pecho, pero el pequeño apretón de su abrazo fue suficiente para que Gio supiera que estaba feliz.
Y con eso, Gio cerró los ojos, sonriendo mientras se dejaba llevar por el sueño.
⋆。°✩
La mañana comenzó con el aroma del café recién hecho y el sonido de los platos en la cocina. Jay y Gio se levantaron a tiempo, aunque Jay no tenía tanta energía como de costumbre.
Sentado a la mesa, con una taza caliente entre las manos, Jay escuchaba a medias la conversación de los padres de Gio mientras intentaba terminar de despertarse. No estaba completamente agotado, pero sí más lento de lo habitual.
Chris, que estaba sirviendo más café, desvió la mirada hacia el brazo de su hijo y arqueó una ceja.
—¿Y eso? —preguntó, señalando las marcas de dientes en la piel de Gio.
Jay apenas giró la cabeza para mirar, mientras Gio soltaba una risa.
—Ah, esto. Jay me mordió anoche.
Jay lo fulminó con la mirada.
—No inventes cosas.
—No lo invento. Lo hiciste porque te llamé lindo —respondió Gio con una sonrisa burlona—. Y aquí está la prueba.
Elia se inclinó un poco para ver la marca y luego miró a Jay con diversión.
—Es una mordida bastante clara…
Jay bufó y tomó otro sorbo de café.
—Es tu culpa por ser molesto.
Chris rió por lo bajo.
—Así que así resuelven sus problemas de pareja.
Jay rodó los ojos, mientras Gio sonreía satisfecho.
—Dormiste bien, ¿verdad? —preguntó Elia, notando que Jay no estaba tan adormilado como otras veces.
—Sí —asintió Jay, dejando la taza en la mesa—. Solo me levanté un poco lento.
—Lo que pasa es que se la pasa pegándose a mí en la noche y luego alejándose, como si estuviera indeciso sobre si quiere calor o no —dijo Gio con tono casual mientras untaba mantequilla en una tostada.
Jay entrecerró los ojos.
—Eso no es cierto.
—Totalmente cierto. Y cuando intenté abrazarte, me empujaste.
—No lo recuerdo —murmuró Jay, llevándose una tostada a la boca.
—Conveniente.
Chris y Elia intercambiaron una mirada divertida mientras veían a los dos discutir de la forma más cotidiana posible.
—Bueno, hoy tienen que ir a trabajar, ¿no? —comentó Chris.
—Sí —asintió Gio—. Nos vamos en un rato.
Jay suspiró.
—Va a ser un día largo.
—Entonces terminen de comer y vayan a alistarse. No queremos que lleguen tarde.
—Voy a ducharme primero.
Gio levantó la vista de su plato con una sonrisa pícara.
—¿Seguro que no quieres compañía? Jay lo miró con cansancio y entrecerró los ojos. —Ni en tus sueños. —Lástima… porque en los míos sí me dejas entrar.
Jay resopló, ignorándolo por completo mientras se dirigía al baño.
Chris, que había estado bebiendo café en silencio, sacudió la cabeza con una expresión de resignación.
—Eres incorregible, hijo.
Gio sonrió con autosuficiencia, recargándose en la silla con aire satisfecho.
—¿Y qué puedo hacer? Estoy locamente enamorado.
Elia suspiró mientras terminaba de acomodar algunas cosas en la cocina.
—Me sorprende que Jay no haya huido de esta casa.
Gio se encogió de hombros sin negarlo.
Mientras tanto, Jay disfrutaba de la ducha caliente, dejando que el agua lo despertara por completo. No había dormido mal, pero aún sentía el peso del cansancio en los hombros. Sin embargo, no tenía tiempo para holgazanear; hoy tenía una reunión importante con inversionistas, así que debía verse impecable.
Cuando salió del baño, con el cabello aún húmedo y envuelto en una toalla, Gio echó un vistazo en su dirección, esperando hacer algún comentario coqueto. Pero Jay pasó de largo sin prestarle atención, entrando a la habitación para vestirse.
Gio regresó a revisar su teléfono, aburrido, esperando su turno para la ducha. Pero cuando Jay salió minutos después, completamente vestido, todos en la casa se quedaron en silencio.
Jay se presentó con una elegancia que robó el aliento de la habitación. Llevaba una blusa negra transparente de cuello alto, ceñida en los lugares justos, con un detalle dorado en el cuello que resaltaba su porte sofisticado. La prenda insinuaba sin revelar demasiado, dejando sus hombros apenas descubiertos de una manera provocadora pero sofisticada. Su cintura estaba acentuada por un juego de cinturones anchos con hebillas doradas, que complementaban a la perfección el pantalón negro de corte impecable. Encima, llevaba un abrigo largo de estructura refinada, que se movía con gracia con cada paso que daba.
Gio dejó de masticar su pan tostado y simplemente lo miró, boquiabierto.
Chris bajó lentamente su taza de café, alzando una ceja con sorpresa.
Elia sonrió con aprobación, admirando la elegancia de su yerno.
—Vaya… te ves espectacular.
Jay acomodó los puños de su abrigo con naturalidad.
—Tengo una reunión con inversionistas —explicó—. Tengo que verme decente.
Gio seguía sin reaccionar, con la boca ligeramente abierta, sin darse cuenta de que había dejado caer su tenedor en el plato.
Jay lo miró con fastidio.
—¿Por qué tienes cara de idiota?
Gio parpadeó varias veces, procesando la visión celestial que tenía frente a él.
—Dios… —susurró—. Me casé con el omega más hermoso del planeta.
Jay rodó los ojos y tomó su maletín.
—Ya bájate del pedestal del romance, que llegaré tarde.
Gio lo siguió con la mirada mientras caminaba hacia la puerta, todavía aturdido.
Chris negó con la cabeza y murmuró con sorna:
—Parece que tu esposo se quedó con la boca llena de babas.
Jay sonrió con satisfacción.
—Como debe ser—Abrio la puerta del departamento con una leve sonrisa y antes de cerrarla asomó la cabeza — .Nos vemos mas tarde.
Y con eso, salió rumbo a su trabajo, dejando a Gio recuperándose del impacto.
Gio finalmente salió de su estado de trance cuando escuchó la puerta cerrarse tras Jay. Parpadeó un par de veces, como si apenas estuviera volviendo a la realidad, y luego dejó caer su frente contra la mesa con un golpe seco.
—Estoy perdido —murmuró con una voz dramática—. Perdido, arruinado… completamente enamorado.
Chris soltó una risa nasal y le dio una palmada en la espalda.
—Eso ya lo sabíamos, hijo.
Elia, por su parte, suspiró con una sonrisa divertida.
—Si sigues babeando así, voy a tener que trapear el piso.
Gio se enderezó y se pasó una mano por la cara, como si intentara componerse.
—No es mi culpa —se defendió—. ¿Viste cómo se veía? Dios, casi me da un infarto.
Chris negó con la cabeza mientras tomaba su taza de café.
—Te casaste con un diseñador de modas. ¿Qué esperabas?
Gio sonrió con orgullo.
—Lo sé, pero no me acostumbro. Cada vez que lo veo así, me vuelve a enamorar.
—Eres un caso perdido —dijo Elia, pero en el fondo estaba encantada de ver a su hijo tan enamorado.
Gio se apresuró a terminar su desayuno y se levantó para alistarse también. A diferencia de Jay, él tenía menos presión con su vestimenta, pero aún así optó por una camisa de manga larga bien ajustada y pantalones oscuros, lo suficientemente formales para el hospital, pero cómodos para moverse.
Antes de salir, revisó su teléfono y vio que Jay le había enviado un mensaje corto:
"Llegué bien. No olvides almorzar."
Una sonrisa tonta se extendió en su rostro. Se apresuró a responder:
"Lo haré si me das un beso de recompensa más tarde."
No tardó mucho en recibir una respuesta.
"No seas ridículo."
Gio rió entre dientes mientras guardaba su teléfono. No necesitaba una respuesta diferente. Con Jay, hasta las negativas tenían cariño escondido.
—Me voy —anunció, tomando sus llaves.
—Cuídate —dijo Elia, y Chris solo levantó una mano en despedida mientras seguía con su café.
Salió de casa con energía renovada. Su turno en el hospital lo esperaba, pero lo único en lo que podía pensar era en el momento en que volvería a ver a su esposo.