El joven de sangre pura había sido encontrado por el gran gobernante, Theo. Noah Everhart nunca podría escapar de su destino.
Encerrado en la imponente presencia de Theo Langston, su cuerpo tembló involuntariamente cuando el aire se impregnó con el embriagador aroma de sus propias feromonas. El Alfa frente a él sonrió con satisfacción, sus ojos ámbar brillando con un peligroso fulgor depredador.
—No tiene sentido correr, Noah —murmuró Theo, su voz profunda y envolvente—. Ya eres mío.
Los latidos de Noah se aceleraron. No... no hay escapatoria.
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📌 BL / Omegaverse (Chico x Chico)
📌 Embarazo Masculino
📌 ¿Kitsunes?
📌 Fantasía BL
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Capítulo 15
"¡Theo!" chilló un pájaro desde la copa de un árbol justo cuando Theo bajó de su auto, en medio del silencioso atardecer.
El alfa alzó su mano izquierda, elegante y segura, permitiendo que dos pequeños pájaros de plumaje brillante se posaran obedientemente sobre sus dedos. Era una escena casi irreal.
"¡La serpiente ha muerto, Theo!" informó uno de los pájaros, agitando sus alas con ansiedad. "Rafael la mató, solo porque se negó a decirle dónde te encontrabas".
Theo guardó silencio, su expresión endureciéndose. Lo sabía. Rafael era un obstáculo que debía eliminar cuanto antes. Si ese espíritu descubría la existencia de Noah —su omega de sangre pura—, no dudaría en atacarlo. Noah sería presa fácil para él, y Theo jamás lo permitiría.
—Tranquilos —murmuró el alfa en voz baja, con un tono tan suave que parecía acariciar el aire—. Esta medianoche, o quizás pasado mañana, iré al bosque Lunar.
"¿Qué planeas hacer?" preguntó inquieto uno de los pájaros. "Sería más seguro quedarte aquí. Setenta días no es tanto tiempo…"
—No —negó Theo con firmeza, su mirada tan fría como una hoja de acero—. Para mí, setenta días aún es demasiado tiempo. No pienso esperar. Atacaré a Rafael primero.
"¿Pero tu cola ya ha disminuido, cierto?" insistió el pájaro. "¿Eso no significa que también tu poder se está debilitando? Es muy peligroso hacer eso".
—No te preocupes, tengo mis propios métodos para recuperar fuerzas —respondió Theo con una sonrisa enigmática, dejando entrever su colmillo afilado por un segundo.
"Está bien… se lo diré a los demás animales" concluyó el pájaro, batiendo las alas antes de perderse en el crepúsculo junto a su compañero.
Lo que Theo no notó fue que, mientras conversaba con las aves, un sirviente de la mansión lo observaba en secreto desde una ventana entreabierta. El joven, que había salido para abrirle la puerta, se había quedado paralizado al ver a su amo comunicándose tan naturalmente con criaturas del bosque.
—Dios mío… —murmuró el sirviente, su corazón latiendo desbocado—. ¿Es cierto que el señor Theo puede hablar con los animales? ¿Quién es realmente el señor Theo? ¿Y por qué siempre encontramos pelitos finos en su habitación si no hay ningún gato aquí?
Desesperado por no ser descubierto, el sirviente corrió a abrir la puerta, forzando una expresión tranquila en su rostro.
Theo entró con paso decidido, sin sospechar nada.
El sirviente bajó inmediatamente la cabeza, ocultando la confusión y el miedo que le embargaban.
Mientras tanto, Theo caminó a zancadas hacia la recámara principal, aquella habitación que compartía exclusivamente con Noah.
Sin molestarse en tocar, abrió la puerta.
Allí estaba Noah, recién salido de la ducha, su piel aún húmeda bajo la tenue luz. Apenas cubierto con una toalla, su cuerpo delicado y esbelto exudaba una fragancia dulce y natural que flotaba en el aire, una feromona omega irresistible para cualquier alfa.
Theo sonrió, casi embriagado por la presencia de su pareja.
Sin perder tiempo, cerró la puerta con llave y avanzó decidido hasta Noah, quien lo recibió con una expresión tímida, sus mejillas sonrojadas.
El alfa lo abrazó por la cintura, acercándolo de golpe a su pecho, y hundió su rostro en el cuello húmedo de Noah, inhalando profundamente el aroma adictivo que solo pertenecía al pequeño omega.
—Te deseo tanto, Noah —susurró Theo, su voz ronca de necesidad.
Desde el momento en que se había unido con Noah, Theo sentía que había adquirido un nuevo tipo de poder, uno que fortalecía su cuerpo y alma más allá de cualquier magia o energía.
Noah sonrió dulcemente, alzando sus manos para acariciar las facciones tensas y agotadas de su Alfa.
—¿Mucho trabajo en la oficina? —preguntó, su voz tan suave como una pluma.
—Mmm, agotador —murmuró Theo, frotando su nariz contra la de Noah en un gesto íntimo y posesivo—. ¿Puedes hacerme sentir mejor?
Noah soltó una pequeña risa, su pecho vibrando ligeramente contra el del Alfa.
—¿Cómo? —susurró.
—Quítate la toalla —pidió Theo, su tono tan grave y cargado de deseo que Noah sintió la piel erizarse.
Ruborizándose hasta las orejas, Noah se mordió el labio inferior en un gesto travieso, conteniendo una risa nerviosa.
Con un poco de torpeza, el Omega dio un pequeño paso adelante y, antes de obedecer, besó primero a Theo en los labios.
Ese beso, dulce al principio, encendió en cuestión de segundos un fuego abrasador entre ellos. La chispa de su vínculo Alfa-Omega los consumió, envolviéndolos en una pasión urgente, en caricias cada vez más desesperadas. Theo, completamente enloquecido por Noah, apenas era consciente de su propia obsesión. Una vez jamás era suficiente; siempre deseaba más, mucho más.
La noche transcurrió entre jadeos, sudor compartido y susurros posesivos.
Cuando Noah, exhausto, cayó dormido en brazos de su alfa, Theo abrió los ojos. Su instinto de cazador seguía despierto.
El reloj marcaba las doce en punto.
Sin despertar a su pareja, Theo saltó ágilmente por la ventana, desapareciendo en la oscuridad rumbo al bosque Lunar.
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El amanecer llegó.
Noah se removió adormilado, buscando el calor del Alfa en la cama, pero se encontró solo. Abrió los ojos, confuso, y miró a los sirvientes que estaban limpiando la habitación.
—¿Nana, Theo ya se fue a la oficina? —preguntó, levantándose de la cama y dirigiéndose a tocador.
—Lo siento, señor Noah —respondió la sirvienta con un gesto preocupado—, no lo he visto salir esta mañana.
Frunciendo el ceño, Noah suspiró, una inquietud creciendo en su pecho.
—Perdón, señor —intervino otro sirviente que sacudía cuidadosamente las sábanas—, ¿de qué son todos estos pelitos?
Noah, que se encontraba frente al tocador cepillándose su cabello, se congeló unos instantes, sin saber qué contestar.
—Disculpe que le diga esto, señor —continuó el sirviente, bajando aún más la voz, lleno de temor—, pero ayer por la tarde vi al señor Theo hablando… con dos pájaros. Señor, los sirvientes pensamos que el señor Theo no es un humano común. Nos preocupa mucho su seguridad.
El sirviente bajó la cabeza, sus hombros temblando levemente. Lágrimas, sin comprender del todo por qué, resbalaron silenciosas por sus mejillas.
Noah, sintiendo un fuerte remordimiento y también una punzada de ternura hacia ellos, se acercó con calma.
—Oigan —dijo, con su tono más suave y sincero—, pase lo que pase en esta casa… ¿podrían, por favor, mantenerlo en secreto? Y no se preocupen, no me pasará nada. — Dijo con una pequeña sonrisa.
Los sirvientes asintieron de inmediato, apretando sus puños contra el pecho en señal de promesa, aunque aún así, todavía sentían una pequeña preocupación por Noah.
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