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EL LEGADO DE HELENA

EL LEGADO DE HELENA

Status: En proceso
Genre:Traiciones y engaños / Secretos de la alta sociedad / Policial / Escena del crimen / Casos sin resolver
Popularitas:1.2k
Nilai: 5
nombre de autor: maite lucía

En una ciudad donde las apariencias son engañosas, Helena era la mujer perfecta: empresaria y una fiscal exitosa, amiga leal y esposa ejemplar. Pero su trágica muerte despierta un torbellino de secretos ocultos y traiciones. Cuando la policía inicia la investigación, se revela que Helena no era quien decía ser. Bajo su sonrisa impecable, ocultaba amores prohibidos, enemistades en cada esquina y un oscuro plan para desmantelar la empresa familiar de su esposo,o eso parecía.

A medida que el círculo de sospechosos y los investigadores comienzan a armar piezas clave en un juego de intrigas donde las lealtades son puestas a prueba

En un mundo donde nadie dice toda la verdad y todos tienen algo que ocultar, todo lo que parecía una investigación de un asesinato termina desatando una ola de secretos bien guardado que va descubriendo poco a poco.Descubrir quién mató a Helena podría ser más difícil de lo que pensaban.

NovelToon tiene autorización de maite lucía para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 10: Las Consecuencias

El caos reinaba en la Plaza Cívica. Las sirenas de las ambulancias desgarraban el aire mientras los equipos médicos se abrían paso entre la multitud aterrorizada. Montero mantenía la presión sobre la herida de Clara, sus manos teñidas de rojo.

—Resiste —le susurró—. La ayuda ya está aquí.

Clara intentó sonreír, pero el dolor transformó su gesto en una mueca. A pocos metros, Roberto Valverde permanecía en shock, su mirada fija en el cuerpo inmóvil de Solano sobre el escenario.

Los paramédicos llegaron finalmente, apartando suavemente a Montero para atender a Clara. Con movimientos precisos, estabilizaron la herida y la trasladaron a una camilla.

—La bala no parece haber dañado órganos vitales —informó uno de ellos mientras la subían a la ambulancia—. Pero ha perdido mucha sangre.

Montero quiso acompañarla, pero la mano firme de Velasco sobre su hombro lo detuvo.

—Necesitamos poner orden aquí primero —señaló la comisaria, dirigiendo su mirada hacia los periodistas que transmitían frenéticamente los acontecimientos y los equipos forenses que ya acordonaban el escenario—. Esto es sólo el comienzo de la tormenta.

Tenía razón. En menos de una hora, las principales cadenas de televisión transmitían las grabaciones incriminatorias. El rostro de Solano, alternando entre su discurso sobre transparencia y sus órdenes para eliminar a Helena Valverde, se convirtió en el símbolo de una hipocresía criminal que había engañado a todo un país.

La sede central de la policía se transformó en un hormiguero de actividad. Montero y Velasco establecieron un centro de operaciones temporal en una oficina apartada, donde comenzaron a coordinar las detenciones preventivas de los principales colaboradores identificados de Solano.

—El fiscal general ha desaparecido —informó Ortiz, entrando precipitadamente con una tableta en las manos—. Su residencia está vacía y su escolta personal no responde.

Velasco asintió como si esperara esa noticia.

—La hidra empieza a replegarse —comentó—. Debemos actuar rápido antes de que destruyan evidencia.

El teléfono de Montero vibró con un mensaje del hospital: Clara había entrado a cirugía con pronóstico reservado. Se permitió un momento de preocupación antes de volver a concentrarse en la tarea inmediata.

—Necesitamos protección para Roberto Valverde —indicó a Ortiz—. Es nuestro testigo principal y ahora mismo es el objetivo más vulnerable.

Las siguientes horas transcurrieron en un frenesí de órdenes, coordinación y análisis de información. Equipos especiales allanaban residencias y oficinas vinculadas a La Hidra. Cada hora traía nuevas revelaciones: cuentas bancarias ocultas, propiedades no declaradas, y lo más perturbador, una red de influencia que se extendía por juzgados, medios de comunicación y empresas estatales.

Cerca de la medianoche, cuando el ritmo frenético comenzaba a disminuir, Montero finalmente pudo escaparse al hospital. Los pasillos estaban inusualmente silenciosos mientras se dirigía a la UCI donde habían trasladado a Clara tras la cirugía.

La encontró conectada a varios monitores, su respiración estable pero débil. El médico le explicó que la operación había sido exitosa, aunque la recuperación sería lenta.

—Ha tenido suerte —concluyó el facultativo—. Dos centímetros a la derecha y estaríamos teniendo una conversación muy diferente.

Montero se sentó junto a la cama, observando el rostro pálido de Clara. Pensó en Helena Valverde, en cómo su muerte había iniciado esta cadena de eventos. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que su sacrificio comenzaba a cobrar sentido.

La puerta se abrió suavemente. Era Roberto Valverde, acompañado por un oficial de policía. Su rostro seguía marcado por la tortura, pero había algo diferente en su mirada: una determinación que había reemplazado al miedo.

—¿Cómo está? —preguntó en voz baja, acercándose a la cama.

—Estable. Los médicos son optimistas.

Roberto asintió, apretando los labios.

—Me salvó la vida —murmuró—. Primero su hermana, ahora ella... parece que le debo todo a esta familia.

Se hizo un silencio, roto únicamente por el pitido rítmico de los monitores.

—He estado pensando —continuó Roberto después de un momento—. Las grabaciones que tenemos son sólo una parte. Conozco nombres, fechas, operaciones completas. Estoy listo para testificar.

Montero lo miró con intensidad.

—Eso te convertirá en el blanco principal de La Hidra. Solano era importante, pero no era la cabeza principal.

—Lo sé —respondió Roberto con una calma sorprendente—. Pero ya no tengo miedo. Helena no lo tuvo, Clara tampoco... ¿quién soy yo para acobardarme ahora?

Antes de que Montero pudiera responder, su teléfono vibró nuevamente. Era un mensaje de Velasco: "Encontramos algo. Ven inmediatamente."

La comisaría central parecía ajena al reloj. A pesar de ser las dos de la madrugada, el edificio bullía con actividad como en pleno día. Montero encontró a Velasco en la sala de evidencias, rodeada de documentos y con un equipo técnico trabajando en varios ordenadores.

—¿Qué tenemos? —preguntó Montero, aceptando agradecido el café que le ofrecía uno de los agentes.

Velasco señaló una pantalla donde aparecía un correo electrónico codificado.

—Lo encontramos en un servidor privado de La Hidra. Nuestros técnicos acaban de descifrarlo. Es una comunicación entre Solano y alguien que solo se identifica como "Cronos".

—¿Cronos? ¿Como el dios griego?

—Exacto. Parece ser el verdadero líder de La Hidra. Según estos mensajes, Solano solo era la cara pública, el político que eventualmente legitimaría todas sus operaciones desde el poder.

Montero estudió los documentos con creciente inquietud. Las comunicaciones revelaban una estrategia a largo plazo para infiltrar no solo las instituciones de la ciudad, sino expandirse a nivel nacional.

—Hay algo más —continuó Velasco, pasándole una carpeta con fotografías—. Encontramos esto en la caja fuerte de la oficina privada de Solano.

Las imágenes mostraban a importantes figuras políticas y empresariales en situaciones comprometedoras. Chantaje. El arma preferida de La Hidra.

—Esto explica muchas lealtades inexplicables —murmuró Montero, pasando las fotografías—.

¿Alguna pista sobre la identidad real de Cronos?

Velasco negó con la cabeza.

—Solano era cuidadoso. Las comunicaciones nunca mencionan nombres reales ni lugares específicos. Pero sabemos que existe un archivo, algo que Helena Valverde descubrió antes de morir. Lo llamaban "Protocolo Alejandría".

—¿Como la biblioteca antigua?

—Aparentemente. Según estos mensajes fragmentados, contiene la identidad de todos los miembros principales de La Hidra, incluyendo a Cronos.

Montero sintió que las piezas comenzaban a encajar.

—Helena lo encontró. Por eso la mataron —razonó en voz alta—. Y Roberto probablemente sabe dónde está.

El amanecer sorprendió a Montero en su oficina, estudiando cada detalle de la información recuperada. La caída de Solano había sido solo el primer paso. La verdadera batalla apenas comenzaba.

Su teléfono sonó. Era Clara.

—¿Cómo te sientes? —preguntó con genuina preocupación.

—Como si me hubieran disparado —respondió ella con débil ironía—. Pero los médicos dicen que me recuperaré. ¿Qué está pasando?

Montero dudó, no queriendo preocuparla durante su recuperación, pero finalmente decidió ser sincero.

—Solano era solo una pieza. Estamos tras alguien llamado Cronos, aparentemente el verdadero líder de La Hidra. Y necesitamos encontrar algo llamado "Protocolo Alejandría".

Hubo un largo silencio al otro lado de la línea antes de que Clara hablara nuevamente.

—Helena mencionó ese nombre —dijo finalmente—. Creo... creo que sé dónde puede estar.

El corazón de Montero se aceleró.

—¿Dónde?

—No por teléfono —susurró Clara—. No es seguro. Ven esta tarde. Hay algo que debo mostrarte.

La llamada terminó, dejando a Montero con una mezcla de esperanza y aprensión. Se acercó a la ventana, observando cómo la ciudad despertaba, ajena al terremoto político y criminal que sacudía sus cimientos.

Un nuevo día comenzaba. La Hidra había perdido una cabeza, pero otras ya se movían en las sombras, más cautelosas, más letales.

La verdadera cacería acababa de empezar.

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Michica Omegavers
espero que le guste
Silvia Barreto
hermosa istoria
Fina
actualiza mija que esto es un enrredo total , elena amo a todo 🤣🤣🤣🤣
Michica Omegavers: Helena es casi inmortal más a delante lo vas a dar cuentas tal vez no hemos llegado allí todavía mi querida Helena era bisexual.espero que sea de su agrado Helena es una cajita de sorpresas 😃
Michica Omegavers: falta más jajaja
total 2 replies
Fina
no puedo con tanto , 🤣🤣🤣🤣
Michica Omegavers
muchas gracias 😊 voy a seguir subiendo más capítulos
Hector Figueroa
Está bien interesante esta historia del asesinato de Helena
Michica Omegavers
No lo puedo encontrar
Lee la mia/Smile/
Michica Omegavers: esta bien
total 1 replies
Es interesante
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