Dorothea & Kendall

El aire de primavera se puede sentir por toda la ciudad. Observe por el balcón del segundo piso como los árboles danzaban. A lo lejos pude ver al señor Patrick podar los arbustos dándoles bonitas formas de animales como se lo había pedido.

Las rosas que mi esposo ayudo a plantar están floreciendo, y no hallo el día en el que decoren el jardín siendo las protagonistas.

Deje el libro de lado apreciando mi vientre abultado de casi ocho meses de embarazo. Una sonrisa se asomó en mis labios al sentirlo moverse. Será niño, es lo que mi esposo y yo junto con la doctora habíamos visto en el último ultrasonido.

Dejé salir un suspiro al sentir dolor por el fuerte moviendo del bebé. Me puse de pie dirigiéndome al primer piso.

—Señorita Smith, ya le he dicho varias veces que no baje sola por las escaleras.— Miré a Martha subir los pocos escalones qué me faltaban.

Martha, aparte de trabajar en la casa, siempre se encarga de regalarme cuando no acato las órdenes que deja mi esposo.

—No hay porque alarmarse, Martha. Puedo bajar los escalones yo sola.

—Nada de eso señorita. Esta embarazada y me preocupa que le pueda pasar algo malo.— Bajamos los últimos escalones con Martha sosteniéndome de un brazo y susurrando qué ojalá no me suceda nada malo.

—Puede seguir con su trabajo Martha, ya estoy en el primer piso.

—Nada de eso. El señor Smith me pidió que por nada del mundo la deje sola mientras está de pie.

Sonreí recordando lo protector que es Kendall.

Después de encontrarnos en el bar aquella vez, por culpa del alcohol nos la pasamos platicando todo el rato que estuvimos en el lugar. Al día siguiente él despertó en mi departamento.

Después de que me pidió perdón y de hablar por unas horas decidimos mantenernos en contacto. Él mencionó que nadie le había dicho lo de mi madre y que de haberlo sabido, y a pesar de nuestras diferencias, se hubiera encargado de asistir al funeral y darme el apoyo necesario.

Recuerdo que semanas después nos volvimos a reunir y llorando nos pedimos perdón por todo el daño que nos habíamos hecho. Aparte de que Nicol hablo muy seriamente con él, aunque ninguno me quiso decir sobre que.

Meses después en los que me estuvo insistiendo y en los que me invitó varias veces a salir, al final acepte y terminamos siendo novios, casándonos al año siguiente.

Dos años llevamos de casados y al fin a la espera de nuestro primer hijo.

Él y yo pasamos por mucho, pero me alegro de que al fin todo se haya resuelto y nos hayamos decidido dar la oportunidad de estar juntos.

—No me pasará nada si solo camino.— Le reste importancia a su preocupación caminando hacia la cocina.

Abrí el refrigerador sacando la fruta picada y poniéndole el yogur qué me recomendó la nutrióloga.

—Sabe que su esposo se preocupa demasiado por usted.

—Lo sé, él se ha convertido en una mamá gallina desde que nos enteramos del embarazo.

Metí un trozo de fruta a la boca saboreándola mientras acaricio mi vientre justo en el momento en el que miro a mi esposo entrar a la cocina.

—¡Oh! Señor Smith, que bueno que llega.

Solté una pequeña risa ante la mirada de Kendall, ambos sabemos que Martha me acusara como lo hace todos los días.

—Yo me encargaré de tratar de hacerla entender. Puede retirarse si ya termino su trabajo por hoy.

Seguí atenta a la fruta sin prestarle atención a la platica de ambos.

—¿Así que bajaste las escaleras sola?— Me miró con una pequeña sonrisa y una ceja alzada.

—Martha exagera, aparte ella me ayudo.— Hice un movimiento de manos restándole importancia.

Estire mis labios recibiendo gustosa el beso de mi esposo.

—¿Cómo se porto nuestro bebé?— Coloco sus grandes manos en mi vientre.

—Estuvo un poco inquieto al despertar y me hizo saber de su existencia antes de que llegaras.— Me puse de pie dejando la fruta de lado.

—Eso quiere decir que no le gustará despertarse temprano.

—Ni que llegues.

Bromee soltando una pequeña risa.

—¿Es en serio que quieres jugar sucio?— Me sostuvo de la cintura pegándome a él.

—¿Yo? No, el bebé es que dio a entender eso.

Intente alejarme de Kendall antes de que empezará la ronda de cosquillas, en las que casi siempre termino apunto de hacerme pipí.

—No sabes cuanto te amo.— Sostuvo mi rostro con sus manos antes de dejar un beso en mis labios.

—Yo también te amo mucho.

Esta vez fui yo la que se acercó a besarlo.

Me siento feliz de esta nueva vida que tenemos, en la que podemos ser nosotros mismo y podemos amarnos sin importarnos nada.

Mi vida ahora es como un sueño que comparto junto al amor de mi vida.

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