Alexander es un joven príncipe, que debido a sus responsabilidades está obligado a contraer matrimonio a sus veintiún años.
Para su buena suerte, o no. En su Reino existe una regla que le da la posibilidad de tener un mes para sí mismo, un mes en el cual él dejará de ser quien es para convertirse en una persona común.
Ahora bien, ¿Qué pasará durante ese mes? ¿La vida de Alexander cambiará a causa de lo que está por vivir?
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Entre copas y sueños
Capítulo 15:
Era casi medianoche, y el bar estaba en su punto máximo. Las luces tenues creaban un ambiente íntimo, mientras la música suave fluía entre las risas y conversaciones de los clientes. Amelie se movía con gracia entre las mesas, equilibrando una bandeja llena de copas y esquivando a los más insistentes con la misma facilidad con la que cambiaba una sonrisa por una mirada firme.
— ¡Otra ronda por aquí, Meli!— gritó un hombre desde la barra, levantando su vaso vacío mientras su grupo de amigos lo animaba.
Ella levantó un dedo en señal de espera y se dirigió rápidamente al área donde Dana preparaba las bebidas.
— El grupo de siempre ya está pidiendo otra— dijo la muchacha mientras dejaba la bandeja en la barra y sacaba un pequeño cuaderno donde anotaba los pedidos.
Dana, una joven de cabello corto y teñido de un rojo intenso, rodó los ojos mientras llenaba un vaso con whisky.
— ¿Cómo hacen para seguir bebiendo a este ritmo? Si yo tomara tanto, ya estaría debajo de la mesa.
Amelie rió y se apoyó en la barra por un momento.
— Creo que tienen más alcohol que sangre en las venas.
Dana le entregó la bandeja con las bebidas, y Meli volvió al ruedo. Había algo reconfortante en la rutina del trabajo, aunque no siempre fuera fácil. Con cada vaso que servía y cada cliente que atendía, ella sentía que estaba haciendo algo para mantener a flote su pequeña familia.
Mientras pasaba junto a una mesa donde dos mujeres discutían animadamente, uno de los hombres del grupo al que había llevado las copas se levantó y la interceptó.
— Oye, Amelie, ¿te quedarás a tomar algo con nosotros cuando termines?— le preguntó con una sonrisa ladeada que intentaba ser encantadora pero fallaba en el intento.
La muchacha mantuvo la calma, acostumbrada a ese tipo de comentarios.
— Gracias, pero ya sabes que no está permitido para el personal. Además, tengo que volver al trabajo— respondió con cortesía, pero sin detenerse demasiado.
El hombre resopló y regresó a su asiento mientras ella seguía con su recorrido. Sabía manejar esas situaciones, pero había noches en las que el peso de todo parecía mayor, y esa era una de esas noches.
Un par de horas más tarde, la multitud comenzó a reducirse, y el bar recuperó algo de tranquilidad. Amelie estaba limpiando una de las mesas cuando Dana se le acercó con dos vasos en la mano.
— Tómate un descanso. Tenemos cinco minutos antes de que vuelva a llenarse de clientes que piden café y agua porque ya no tienen más dinero.
Amelie aceptó el vaso de agua y se sentó junto a su amiga.
— ¿Crees que algún día saldremos de aquí?—preguntó mientras giraba el vaso en sus manos.
Dana la miró con una ceja levantada.
— ¿De aquí, del bar? Seguro. ¿De la ciudad? Eso depende de ti. Pero si sigues poniéndote a todos los demás antes que a ti misma, no sé cuánto tiempo más puedas hacerlo.
Amelie suspiró, pero no respondió. Era una conversación que habían tenido muchas veces antes, y aunque quería soñar con algo más, la realidad era que tenía responsabilidades que no podía dejar de lado.
La noche finalmente llegó a su fin, y mientras limpiaba las últimas mesas, la muchacha se encontró mirando hacia la puerta, preguntándose si algo, o alguien, entraría algún día para cambiar el curso de su vida.
La calidez del sol de media mañana bañaba las calles bulliciosas de Nueva York mientras el auto negro, discreto pero elegante, se detenía frente a una casa de dos pisos en una zona popular de la ciudad. Aunque era una construcción sencilla comparada con los majestuosos palacios de Eldoria, la casa tenía su propio encanto: una fachada de ladrillos rojizos con contraventanas blancas, un pequeño jardín delantero y una puerta azul que parecía invitar a la tranquilidad.
— Así que este es nuestro "hogar lejos de casa"—comentó Lucas mientras bajaba del auto y se quitaba las gafas de sol, inspeccionando la casa con una mezcla de curiosidad y escepticismo.
Ethan soltó una carcajada mientras ayudaba al conductor a descargar las maletas.
—¡Hogar, dulce hogar, Lucas!— exclamó— Pero ya sabes, sin mayordomos ni banquetes de tres tiempos.
Alexander, que había estado observando el vecindario con atención desde el auto, finalmente bajó y se unió a sus amigos. Su expresión era serena, pero los ojos celestes reflejaban cierta emoción contenida.
— Es perfecto. Justo lo que necesitábamos.
Lucas se encogió de hombros.
— Si tú lo dices, Su Alteza— bromeó mientras le daba un golpecito en la espalda— Pero no olvides que tú eres el que tiene que sobrevivir a esto sin llamar la atención, no yo.
Una vez dentro de la casa, los jóvenes comenzaron a explorar su nuevo espacio. El interior era acogedor, con pisos de madera, muebles modernos y tonos cálidos que invitaban a sentirse en casa. Había una pequeña sala de estar con un sofá gris y una televisión, una cocina completamente equipada y tres habitaciones en el piso superior.
— ¡Esta es mía!— gritó Lucas mientras corría hacia una de las habitaciones y se lanzaba sobre la cama, dejando caer su maleta al suelo.
— Por supuesto que la más grande iba a ser para ti — comentó Ethan mientras sacudía la cabeza y entraba a la habitación contigua.
Alexander caminó con calma hacia la tercera habitación, dejando que sus amigos bromearan a gusto. La suya era la más sencilla de todas, pero al abrir la ventana y sentir el aire fresco entrar, supo que era justo lo que necesitaba. Cerró los ojos por un momento, permitiéndose disfrutar del instante. Por primera vez en mucho tiempo, no sentía el peso del título de príncipe sobre sus hombros.
Cuando bajó a la sala, encontró a Lucas y Ethan ya sentados, revisando un mapa de la ciudad que la reina había incluido en la carpeta de información sobre el viaje.
— Bien, caballeros— dijo Lucas, adoptando un tono solemne mientras señalaba el mapa con un bolígrafo— tenemos treinta días para hacer de este viaje algo inolvidable. ¿Sugerencias?
Ethan se inclinó hacia el mapa con una sonrisa divertida.
— Podríamos empezar por las atracciones turísticas y luego buscar algo más emocionante. ¿Qué opinas, Alex?
Alexander se cruzó de brazos y los miró con una sonrisa ligera.
— Opino que lo primero es adaptarnos al ritmo de este lugar. Nadie debe sospechar quiénes somos.
Lucas levantó una ceja.
— ¿Adaptarnos? Alex, esto no es una misión diplomática. Estamos aquí para relajarnos, divertirnos y, en tu caso, olvidar por un rato que tienes una boda esperándote al regresar.
Alexander suspiró pero no pudo evitar sonreír.
— Lo sé, Lucas. Pero no olvidemos que la discreción es clave.
Ethan, que había estado observando el mapa con atención, cambió el tema.
— De acuerdo, ¿qué les parece si salimos a explorar un poco más tarde? Nada demasiado llamativo, solo dar una vuelta por la zona.
— Me parece perfecto— dijo Alexander mientras tomaba asiento y miraba fijamente a su amigo " el divertido"— Pero promete que no me meterás en problemas... al menos no el primer día.
Lucas se llevó una mano al corazón con fingida indignación.
— ¿Yo, problemas? No puedo creer que pienses eso de mí.
Ethan y Alexander intercambiaron una mirada y rieron al unísono. La familiaridad y el compañerismo entre ellos hicieron que el ambiente se llenara de energía y optimismo, como si esos treinta días estuvieran destinados a ser inolvidables.
Al caer la tarde, la casa ya estaba organizada. Cada uno había desempacado sus cosas y encontrado su rincón favorito en que sería su hogar por los siguientes días. Mientras el cielo se teñía de naranja y rosa, los tres amigos se sentaron en el pequeño balcón trasero con vasos de limonada que Ethan había preparado.
— A este ritmo, creo que sobreviviremos— dijo Lucas con una sonrisa mientras levantaba su vaso.
Alexander observó el horizonte, permitiendo que la brisa de la ciudad despejara sus pensamientos.
— No solo sobreviviremos— dijo con determinación— Haremos de este viaje algo que valga la pena recordar.
Ethan y Lucas levantaron sus vasos en un brindis improvisado, sellando el inicio de una aventura que cambiaría sus vidas para siempre.
. veremos!!
Pobre Charlotte, enamorada de Ethan y tener que guardar su sentimientos
Eso sí super la historia me encanta