Fernanda siempre creyó que Víctor era su mate, su pareja destinada, un vínculo sagrado que ningún hombre lobo podía romper. Pero su mundo se desmorona al descubrirlo en los brazos de Natalia, su propia hermana, en un acto de traición que rompe no solo su corazón, sino el frágil equilibrio de la manada.
Devastada y sintiendo que algo oscuro ha corrompido el vínculo que los unía, Fernanda huye del territorio en busca de respuestas. En su camino encuentra a Marcus, un hombre lobo renegado que fue desterrado injustamente como alfa de su manada. Él también lleva el peso de una traición que cambió su vida para siempre. Unidos por el dolor y la necesidad de justicia, Marcus se convierte en un aliado inesperado para Fernanda.
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La Marca del Destino.
La intensidad del vínculo entre Fernanda y Marcus había llegado a una profundidad más allá de lo físico, más allá del celo que los había unido inicialmente. Ahora, era la necesidad de sanarse mutuamente, de encontrar en el otro el refugio que ni siquiera sabían que buscaban.
Esa noche, tras una cena silenciosa en el comedor donde las palabras apenas parecían necesarias, Fernanda sintió un llamado interno. Esta vez, no era su lobo interior quien hablaba, sino algo más humano, más visceral. Sabía que debía actuar.
Subió las escaleras con el corazón latiendo con fuerza, sus pasos resonando en el pasillo vacío hasta llegar a la puerta de la habitación de Marcus. Allí, al cruzar el umbral, lo encontró de pie frente a la ventana. La figura de Marcus, bañada por la luz de la luna que se filtraba a través de las cortinas, parecía más imponente que nunca. Pero también había algo vulnerable en él, algo que hizo que Fernanda avanzara con decisión.
—Marcus, dijo con voz firme, pero cargada de emoción.
Él se giró lentamente hacia ella, dejando que sus miradas se encontraran en un choque que parecía detener el tiempo. En lugar de hablar, Fernanda dio un paso más cerca y colocó una mano en su pecho, justo sobre el latido constante de su corazón.
—Te marco como mío, susurró.
El mundo pareció contener el aliento en ese momento. Antes de que Marcus pudiera responder, los ojos de Fernanda se iluminaron con el resplandor dorado de su lobo interior. Sin titubeos, inclinó la cabeza y mordió suavemente el cuello de Marcus, dejando su marca. La piel de Marcus ardió bajo sus colmillos, pero no con dolor; era el fuego del reconocimiento, de la aceptación.
Un gruñido bajo y grave escapó de Marcus, resonando como un eco que vibró en el pecho de Fernanda. En ese instante, el vínculo entre ellos se selló de manera completa. La conexión, que antes había sido una chispa que se negaban a aceptar, ahora era un lazo indestructible, tan poderoso como el destino mismo.
Cuando Fernanda retiró sus colmillos, observó la marca que ahora brillaba tenuemente en la piel de Marcus. Se sentía orgullosa, pero también vulnerable. Levantó la vista hacia él, buscando una reacción, una confirmación de lo que acababa de hacer.
Marcus, quien rara vez mostraba sus emociones, extendió la mano y acarició la mejilla de Fernanda con una suavidad inesperada. Sus ojos, oscuros y profundos, estaban llenos de algo nuevo, algo que nunca antes había permitido que nadie viera.
—Ahora somos uno, dijo en voz baja, con un tono que mezclaba firmeza y ternura.
La respuesta de Fernanda no fue verbal. Sus labios encontraron los de Marcus en un beso que desbordaba pasión, pero también promesas no dichas. Era un beso que sellaba no solo su unión como compañeros, sino también como iguales, como almas entrelazadas por algo que iba más allá de lo explicable.
La pasión que creían haber apaciguado volvió a encenderse, esta vez con un matiz diferente. Ya no era el fuego salvaje del celo, sino un calor más profundo, más íntimo. La habitación se llenó de susurros y promesas, de caricias que parecían explorar lo más profundo de sus almas.
Horas después, mientras la madrugada teñía el cielo de un azul pálido, Fernanda y Marcus yacían juntos, sus cuerpos entrelazados en un abrazo que hablaba de confianza y pertenencia. Fernanda alzó una mano y acarició suavemente la marca que había dejado en el cuello de Marcus. El resplandor plateado de la luna hacía que esta pareciera brillar con vida propia.
—¿Qué significa esto para nosotros? preguntó en un susurro, temerosa de la respuesta pero incapaz de contener la pregunta.
Marcus giró hacia ella, su expresión serena pero llena de determinación.
—Significa que ahora eres mi mundo, y yo soy el tuyo. Pase lo que pase, enfrentaremos todo juntos.
Fernanda no dijo nada más, pero una sonrisa ligera curvó sus labios. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que el peso en su pecho se aligeraba. No estaba sola en su lucha, no más. Había encontrado algo que nunca creyó posible: un hogar en otra persona.
Y aunque ambos sabían que las sombras del pasado y los peligros del futuro aún acechaban, también sabían que juntos podían enfrentarlo todo. El vínculo, la marca, y la conexión que habían forjado eran mucho más que un capricho del destino; eran el comienzo de algo que cambiaría sus vidas para siempre.
