Un hombre llamado Ferzo era un joven pobre que vivía en una choza alquilada, y su trabajo consistía en cuidar las cabras de su patrón. En la escuela, sus compañeros lo intimidaban, pero él nunca se atrevía a defenderse y prefería guardar silencio.
No solo eso, al volver de la escuela un día, su patrón lo despidió porque cinco cabras listas para la venta habían desaparecido. Ferzo fue expulsado del lugar donde había vivido durante años. Con el corazón apesadumbrado, se marchó.
Su suerte cambió cuando obtuvo un sistema súper avanzado que le ayudó a cumplir sus sueños. Después de recibirlo, comenzó a realizar las misiones que el sistema tenía programadas para él.
Con el saldo que ganó gracias a estas misiones, fundó su propia empresa. Aunque ahora es rico, nunca dejó de ayudar a quienes lo apoyaron y de tender la mano a quien lo necesitaba.
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Capítulo 12
"Bien, niños, hagan los ejercicios que están en la pizarra, voy a salir un momento", dijo la maestra.
"Sí, maestra", respondieron los alumnos con desgano. Sí, siempre son así cuando les dan ejercicios, quieren que se los dejen de tarea, pero luego no los hacen.
Ferzo comenzó a resolver los ejercicios, todos lo miraban, esperando poder obtener ayuda de él. Ferzo no les prestó atención a todos los que lo observaban, ya estaba cansado de ser como una cáscara de maní, solo lo necesitaban y luego lo olvidaban.
Yun se acercó a Ferzo, le arrebató el libro y lo rompió.
"¡Maldito!", gritó Ferzo, pateando a Yun hasta que este cayó al suelo. Todos se sorprendieron por lo que había hecho Ferzo, especialmente Yun. No esperaba que Ferzo se atreviera a defenderse, normalmente lo que hacía era ceder y llorar.
"¡Tú... tú te atreves a patearme!", exclamó Yun con los ojos muy abiertos.
"¿Por qué? ¿Acaso no puedo atacarte?", preguntó Ferzo con rostro inexpresivo.
"Tú...", Yun se levantó y atacó a Ferzo, este le agarró la mano y lo empujó contra la mesa, haciendo que Yun se golpeara con la mesa y cayera al suelo, sintió un dolor muy fuerte, se agarró la espalda y el trasero gimiendo de dolor.
Iyan y Mul ayudaron a Yun a levantarse. "¿Estás bien?", preguntó Iyan para asegurarse de que estuviera bien.
"¡Maldición! ¡Esto duele mucho, idiota! No estoy bien, ¡ayúdame rápido!", ordenó Yun con voz tensa por el dolor.
Lo llevaron a sentarse en una silla, Iyan lo abanicaba con un libro mientras Mul le daba un masaje en la espalda adolorida.
"Eso debe doler mucho", dijo uno de los estudiantes sentados atrás, con escalofríos.
"Ferzo también es genial, ahora puede defenderse", elogió su amigo.
"No lo elogie así, si realmente se vuelve fuerte, ¿cómo le pediremos que haga nuestras tareas?", dijo el estudiante codeando a su amigo.
"Es cierto, si se vuelve fuerte, seguramente no querrá que lo mandemos". Asintió su amigo.
Ferzo volvió a sentarse en su silla y terminó de romper el libro que Yun había roto antes, porque solo lo había roto por la mitad, luego arregló el libro arrugado y volvió a resolver los ejercicios de la pizarra.
Yun miró a Ferzo con furia. "¡Ejem! Él realmente no sabe que su bicicleta está rota, veamos cómo se va a casa en su bicicleta", dijo Yun con una sonrisa cínica.
"Todavía puedes sonreír al parecer, ¿acaso mi patada no fue suficiente?", preguntó Ferzo mirando a Yun sonriendo. Yun se sorprendió al darse cuenta de que Ferzo también lo estaba mirando.
Yun inmediatamente giró la cara hacia el frente y no quiso mirar a Ferzo de nuevo.
La maestra entró y se sentó en su silla, Iyan y Mul también volvieron a sus sillas.
"¿Cómo van? ¿Ya terminaron algunos?", preguntó la maestra.
"Todavía no", respondieron los alumnos al unísono.
Pero de repente Ferzo se levantó y entregó su libro al escritorio de la maestra.
"Ferzo siempre es el mejor", elogió la maestra sonriendo, tomó el libro de Ferzo y lo marcó, y todo estaba correcto.
"Bien Ferzo, obtuviste 100 de nuevo. Deben ser como Ferzo, deben estudiar diligentemente, no sean perezosos, si son así, ¿cómo van a subir de grado?", dijo la maestra entregándole el libro a Ferzo.
"Sí, maestra", respondieron con desgano.
Ferzo volvió a su silla y guardó su libro en su nueva mochila. Alguien desde atrás pateó la silla de Ferzo suavemente.
