El poderoso sultán Selin, conocido por su destreza en el campo de batalla y su irresistible encanto con las mujeres, ha vivido rodeado de lujo y tentaciones. Pero cuando su hermana, Derya, emperatriz de Escocia, lo convoca a su reino, su vida da un giro inesperado. Allí, Selin se reencuentra con su sobrina Safiye, una joven inocente e inexperta en los asuntos del corazón, quien le pide consejo sobre un pretendiente.
Lo que comienza como una inocente solicitud de ayuda, pronto se convierte en una peligrosa atracción. Mientras Selin lucha por contener sus propios deseos, Safiye se siente cada vez más intrigada por su tío, ignorando las emociones que está despertando en él. A medida que los dos se ven envueltos en un juego de miradas y silencios, el sultán descubrirá que las tentaciones más difíciles de resistir no siempre vienen de fuera, sino del propio corazón.
¿Podrá Selin proteger a Safiye de sus propios sentimientos?
NovelToon tiene autorización de Amilkar para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
una noche lluviosa
Esta nueva noche el salón estaba sumido en un silencio profundo, solo interrumpido por el eco suave de la lluvia golpeando los ventanales. No podía concentrarme. La correspondencia apilada en mi escritorio seguía sin abrir, y mi mente, una vez aguda y precisa, ahora se sentía dispersa, como si las ideas se desvanecieran antes de poder atraparlas. Desde hace semanas, algo había estado cambiando entre Safiye y yo. Algo que no podía —o no quería— admitir del todo.
Safiye.
Nunca la había visto como más que mi sobrina. Siempre había sido una joven brillante, fuerte, y a pesar de su carácter aparentemente frágil, sabía que había algo más debajo de esa fachada. Pero últimamente... últimamente, cada mirada suya, cada sonrisa, cada pequeño roce se sentía como un golpe en mi interior. Era imposible no notarla, no fijarme en la forma en que mi cuerpo reaccionaba a su presencia.
Sacudí la cabeza. No. No podía pensar en ella de esa manera. Era la hija de Derya, la princesa, la futura heredera. Y yo… era el sultan de un imperio, no solo nuestros mundos nos separaban si no tambien nuestro linaje. O al menos, eso pensaba todo el mundo.
Un golpe suave en la puerta interrumpió mis pensamientos. Levanté la cabeza, medio esperando a un sirviente o a uno de mis hombres, pero cuando la puerta se abrió, apareció ella.
Safiye.
Llevaba un vestido de seda azul oscuro, sencillo pero elegantemente ajustado a su figura. Su cabello caía en suaves ondas sobre sus hombros, y su rostro estaba iluminado por una expresión que no supe leer de inmediato. Cerró la puerta detrás de ella con un movimiento tranquilo, pero decidido. No había duda de que había venido a verme con un propósito.
—Tío Selin —dijo en un susurro, pero su tono tenía un peso diferente esta vez.
Mi corazón dio un vuelco. Algo estaba cambiando en el aire entre nosotros, y no sabía si era por mi propia creciente consciencia de ella o porque Safiye había venido a cambiar las reglas del juego.
—Safiye... —empecé a decir, intentando sonar neutral—. ¿Qué haces aquí a esta hora?
Ella no respondió de inmediato. Se acercó a la mesa donde estaba sentado, cada paso suyo hacía eco en el suelo de mármol, y mi respiración se volvía más pesada con cada movimiento. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, levanté la vista hacia su rostro y vi una determinación en sus ojos que me desarmó.
—Hay algo que no te he dicho —murmuró, y mis manos comenzaron a sudar ligeramente. ¿Qué iba a decirme?—. Hace tiempo... que he estado fingiendo.
Fingiendo. La palabra me golpeó como un jarro de agua fría. Toda la relación que había florecido entre nosotros en las últimas semanas, la cercanía, las risas compartidas, las conversaciones… ¿todo había sido una farsa? Sentí un nudo formarse en mi garganta, pero antes de que pudiera responder, Safiye continuó.
—Fingí que quería la ayuda para conquistar a alguien más. Fingí que estaba confundida sobre mis propios sentimientos. Todo ese tiempo, Selin, he estado queriendo... queriendo que te dieras cuenta de que no es a otra persona a quien quiero.
Su voz bajó a un susurro, pero el peso de sus palabras resonó en cada rincón de mi ser.
—Te quiero a ti, Selin.
El aire se sintió denso de repente, como si el mismo espacio a nuestro alrededor se hubiera vuelto más pequeño, más íntimo. Mi mente no podía procesarlo. Safiye, mi sobrina, me estaba confesando lo que no había querido admitirme a mí mismo.
—Safiye, esto... esto no está bien —musité, aunque mi voz temblaba. El control que tanto me enorgullecía parecía desmoronarse con cada segundo que pasaba.
Ella, sin embargo, no mostró dudas. Se inclinó hacia mí, hasta que pude sentir el calor de su piel, el suave aroma de su perfume. Sus ojos verdes se clavaron en los míos, desafiándome a rechazarla.
—¿No está bien porque crees que soy tu sobrina? —preguntó, con una leve sonrisa que no alcanzaba a ocultar su vulnerabilidad—. Pero sabes que no es cierto, Selin. Lo has sabido desde hace tiempo. No somos de la misma sangre. La única razón por la que me niegas es por tus propios miedos.
No sabía cómo responder. Mi cuerpo entero gritaba por rendirse a lo que sentía por ella, pero mi mente aún intentaba aferrarse a los vestigios de lógica. Sin embargo, Safiye no me dio tiempo de seguir pensando.
—¿De donde sacas eso? — le digo
—No importa mucho de donde, solo que es cierto, pero eso no es lo importante, si no, lo que siento y lo que ambos podemos llegar a tener. — me dijo con esa mirada audaz, con esos labios que se movían de manera sensual y decidida.
Se inclinó aún más, y antes de que pudiera detenerla, sus labios rozaron los míos. Fue un toque suave, apenas un roce, pero fue suficiente para encender una chispa que llevaba demasiado tiempo ardiendo en secreto. Cerré los ojos, intentando resistir, pero mi voluntad se quebró en el momento en que sentí su piel cálida y suave contra la mía. Respondí al beso, lento al principio, pero luego más desesperado, como si años de represión hubieran explotado en un solo instante.
Mis manos, antes rígidas y tensas, se encontraron en su cintura, tirando de ella más cerca. Safiye soltó un pequeño suspiro, y eso fue todo lo que necesité para dejar de pensar. La razón y la lógica se evaporaron. Lo único que importaba era ella, sus labios, su cuerpo, su presencia.
La levanté de la silla y la llevé a la mesa, sin romper el beso, y ella me rodeó con sus brazos, como si hubiera estado esperando este momento tanto como yo. La pasión que fluía entre nosotros era como una tormenta imparable, y cada vez que nuestros labios se separaban para tomar aire, nuestros ojos se encontraban, llenos de una mezcla de deseo y una promesa que ninguno de los dos podía ignorar.
—No tienes que fingir más —susurré contra sus labios, finalmente aceptando lo que había estado negando.
—Nunca fue fingido contigo —respondió, con una intensidad que me hizo estremecer.
El mundo más allá de nosotros dejó de existir. No había más dudas, ni miedos, ni reglas que seguir. Lo único real en ese momento era el calor de su cuerpo junto al mío, y la certeza de que habíamos cruzado un límite del que no habría vuelta atrás.
La pasión creció entre nosotros, como una marea que no se podía contener, y lo único que importaba en ese instante era lo que sentíamos el uno por el otro. Safiye tomó la iniciativa, como siempre lo hacía, pero esta vez yo no estaba dispuesto a resistir.
En ese momento supe que ya no había vuelta atrás. Mi mente se desconectó de las reglas, de las normas, de cualquier cosa que no fuera el presente. Lo único que existía era ella, la mujer que, en silencio y con paciencia, había logrado desarmar todas mis defensas.
Safiye no solo había penetrado mis pensamientos, sino que se había adueñado de ellos, cada palabra suya, cada gesto me ataba más a su deseo. Sentí sus manos recorrer mi espalda, presionando para acercarnos más, para fundirnos en algo que ya no podía ser negado.
—No pensé que esto pasaría —murmuré entre jadeos, mis labios aún rozando los suyos, incapaz de separarme completamente.
—Selin... —susurró—. Siempre supe que sucedería, pero estaba dispuesta a esperar hasta que lo aceptaras.
Su confianza, su seguridad, me desarmaban. Safiye nunca había sido la joven ingenua que aparentaba ser. Siempre fue astuta, capaz de manipular las circunstancias a su favor. Y ahora, con todo a su disposición, estaba reclamando lo que había querido desde el principio: a mí.
La sensación de sus labios recorriendo mi cuello mientras sus manos se aferraban a mi camisa me hizo perder cualquier hilo de razón que pudiera haberme quedado. La pasión era abrumadora, como una marea que no se podía contener, empujándome a seguirla a donde ella quisiera llevarme.
—Safiye... esto nos cambiará para siempre —logré articular, aunque ya sabía la respuesta.
—Eso quiero. —Su voz era suave, pero la firmeza detrás de sus palabras era inquebrantable—. No te quiero a medias, Selin. Te quiero entero, sin reservas, sin miedo.
Nos miramos a los ojos, y por un instante, todo se quedó en silencio. No había palabras suficientes para expresar lo que sentía. Era una mezcla de euforia, deseo y algo más profundo que no quería reconocer. Ya no podía negarle nada.
La atraje hacia mí con más fuerza, inclinando su cabeza para besarla nuevamente, pero esta vez sin ningún rastro de duda. Respondió con la misma intensidad, sus manos subiendo hasta mi cuello, enredándose en mi cabello. El beso se volvió más urgente, más salvaje, como si ambos estuviéramos consumidos por la misma necesidad imparable.
Mis manos se deslizaron por su espalda, recorriendo cada curva con una familiaridad que me sorprendía. Era como si hubiera estado esperando este momento desde siempre, como si el destino hubiera estado trazado desde el principio, y ahora solo estábamos cumpliéndolo.
—No más miedos —susurró Safiye, sus labios cerca de mi oído—. Esta noche somos solo nosotros.
Mi corazón palpitaba con intensidad mientras mi boca encontraba la suya en un beso apasionado. Nuestras manos se entrelazaron, y sentí su calor envolviéndome. La habitación parecía desvanecerse, dejándonos solos en nuestro mundo.
La oficina, con sus luces tenues y muebles elegantes, se convirtió en un santuario de pasión. El escritorio, una barrera que nos separaba, se desvaneció mientras nos acercábamos. Su cuerpo se arqueó hacia mí, y yo me sumergí en la profundidad de sus ojos.
El tiempo se detuvo. Solo existíamos nosotros, perdidos en el abismo de nuestro deseo.
Sentir su suave piel bajo mis manos, quitar todas nuestras barreras, sumergiéndonos en el deseo incansable que sentíamos el uno con el otro, su pasión, sus jadeos, todo en ella me hacia querer continuar y tocarla. pare un instante, no quería tenerla en esta habitación, este no era lugar para safiye, sin explicaciones salimos de aquel lugar, llevándola a mi habitación, allí seria mas cómodo, al cruzar las puertas no había marcha atrás. safiye volvió a envolver sus brazos en mi cuello profundizando nuestro beso, deslice su vestido, hasta que quedo completamente desnuda entre mis brazos, su piel de porcelana, sus curvas exuberante y hermosa, todo en safiye era perfecto. vi un poco de nervios en su mirada.
—Estoy aquí —susurré—. Estoy contigo.
Su cuerpo se estremeció bajo mi toque, y supe que estaba lista. Nuestros movimientos se volvieron más lentos, más deliberados. La tensión creció, hasta que me hundí en ella, su jadeo de dolor me rompieron en mil pedazos, senti deseos de que no tuviera que pasar por esto, pero me era imposible.
—Tranquila, ya pasara, este dolor es temporal— le digo para que no se sienta abrumada
ella asiente y luego sonrie
—estoy bien... continua — su respuesta me hace sonreir
continuo mi vaivén, hasta que ambos llegamos al clímax
La habitación parecía girar a nuestro alrededor, y yo solo podía pensar en ella. En nosotros.