En Tokio, Shiro, un joven de 18 años, se muda a un pequeño café con un pasado misterioso. Al involucrarse en la vida del café y sus peculiares empleados, incluyendo al enigmático barista Haru, Shiro comienza a descubrir secretos ocultos que desafían su comprensión del amor y la identidad. A medida que desentraña estos misterios, Shiro se enfrenta a sus propios sentimientos reprimidos, aprendiendo que el verdadero desafío es aceptar quién es realmente. En esta emotiva travesía, el mayor secreto que descubre es el que lleva dentro.
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Capítulo 3: Sombras entre el Vapor
El sol se ocultaba tras los altos edificios de Tokio cuando Shiro salió del café. La brisa fresca de la tarde lo envolvió mientras caminaba hacia su pequeño apartamento. El día había sido extraño, lleno de silencios cargados y preguntas sin respuesta, pero también sentía que estaba comenzando a formar una conexión, aunque débil, con Haru y Aiko. Algo le decía que no era un cliente más, sino parte de una historia mayor, una que apenas estaba comenzando a desvelarse.
Al llegar a su apartamento, Shiro se dejó caer en la cama, sus pensamientos aún revoloteando alrededor del café y de las palabras de Haru. Cerró los ojos, dejando que el cansancio del día lo arrastrara hacia un sueño ligero. Sin embargo, en lugar de encontrar descanso, su mente lo transportó de vuelta al café, a la oscuridad que se escondía detrás de los aromas dulces y las tazas de café.
Soñó con una puerta. Una puerta oculta en algún lugar del café. La puerta parecía vieja, desgastada por el tiempo, pero había algo en ella que lo llamaba, como si detrás de esos tablones de madera estuviera la respuesta a todas las preguntas que no sabía cómo formular.
Se despertó de repente, con el corazón latiendo con fuerza. Las imágenes del sueño seguían vívidas en su mente, y por un momento, no supo si todo había sido real o producto de su imaginación. Pero lo que sí sabía era que, de alguna forma, el café estaba conectado con algo más. Algo que no había visto a simple vista.
Decidido a averiguar más, Shiro se preparó rápidamente y, sin pensarlo demasiado, salió de su apartamento de nuevo. El cielo de Tokio estaba teñido de un tono azul oscuro, las calles apenas iluminadas por las luces de los faroles y las ventanas de los edificios. A pesar de la hora, el café estaba todavía abierto, su cálido resplandor invitando a cualquiera que pasara a entrar.
Shiro empujó la puerta y, esta vez, fue recibido por el suave murmullo de una música jazz que sonaba en el fondo. Solo había un par de clientes en las mesas del rincón, sus rostros escondidos detrás de libros o pantallas de laptops. Haru estaba detrás de la barra, preparando una nueva tanda de café, pero esta vez no estaba solo. A su lado, una figura más alta y robusta trabajaba con igual destreza.
**Hikaru**, según el nombre bordado en su delantal, era alguien que Shiro no había visto antes. Su cabello oscuro estaba recogido en una coleta baja, y sus manos grandes parecían trabajar con una precisión sorprendente mientras molía los granos de café.
—Shiro —dijo Haru al verlo entrar, sorprendiéndolo una vez más con la naturalidad con la que pronunciaba su nombre—. No esperaba verte tan pronto.
—Yo tampoco esperaba volver tan rápido —admitió Shiro, caminando hacia la barra.
Hikaru levantó la vista y le dedicó una breve inclinación de cabeza, un gesto que Shiro correspondió de inmediato.
—Hikaru —se presentó con una voz profunda—. Trabajo aquí desde hace un tiempo, pero no siempre estoy en la barra.
Shiro asintió, sintiendo la misma familiaridad en el ambiente que había sentido antes, pero con una tensión subyacente que no podía identificar. Era como si cada persona que trabajaba en ese café tuviera una parte de la historia que él debía unir, pero las piezas no encajaban aún.
—Parece que te has encariñado con este lugar —dijo Haru mientras servía una taza humeante y la colocaba frente a él—. ¿Qué te trae de vuelta?
Shiro dudó por un momento. ¿Debería mencionar el sueño? ¿O la extraña sensación que lo había seguido desde su primer día en el café? Decidió no ser tan directo.
—No lo sé, hay algo aquí que me resulta... diferente. No puedo explicarlo, pero siento que este lugar guarda algo más de lo que se ve a simple vista.
Hikaru intercambió una mirada rápida con Haru, una que no pasó desapercibida para Shiro. Fue un gesto breve, pero lleno de significado. Estaban ocultando algo, y Shiro estaba cada vez más seguro de que su intuición no fallaba.
—Este lugar tiene su historia, eso es cierto —respondió Hikaru mientras seguía trabajando—. Pero no todo es lo que parece, ¿verdad, Haru?
Haru no respondió de inmediato. En lugar de eso, se inclinó sobre la barra, acercándose un poco más a Shiro, su rostro serio pero tranquilo.
—Cada persona que viene aquí busca algo —dijo en voz baja—. Algunos buscan un buen café, otros un lugar para descansar, y otros, respuestas. Si tú buscas respuestas, tendrás que ser paciente.
Shiro lo miró a los ojos, sintiendo un escalofrío recorrer su columna vertebral. Había algo más profundo en esas palabras, algo que lo invitaba a quedarse, pero también lo advertía de que no sería fácil.
—Y si busco respuestas, ¿las encontraré aquí? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.
—Eso depende de ti —respondió Haru enigmáticamente, enderezándose de nuevo y retomando su trabajo como si nada hubiera pasado.
Antes de que Shiro pudiera decir algo más, la puerta trasera del café se abrió de golpe, y Aiko apareció, su rostro iluminado por una mezcla de emoción y urgencia.
—¡Lo encontré! —anunció mientras se dirigía rápidamente hacia Haru—. Está justo donde dijiste.
Haru la miró con seriedad, y por primera vez desde que Shiro lo conocía, vio una chispa de preocupación en sus ojos.
—¿Estás segura? —preguntó Haru.
—Completamente —respondió Aiko, sin notar la presencia de Shiro hasta ese momento. Cuando lo vio, su expresión cambió rápidamente a una sonrisa nerviosa—. Oh... hola, Shiro. No esperaba verte aquí tan tarde.
—¿Qué encontraste? —preguntó Shiro, sin poder contener su curiosidad.
Aiko miró a Haru, buscando algún tipo de señal, pero este no dijo nada. Finalmente, suspiró y se dirigió hacia la puerta trasera del café, haciendo un gesto para que Shiro la siguiera.
—Creo que es mejor que lo veas por ti mismo —dijo, su tono ahora más serio—. Pero lo que vas a encontrar allí podría cambiar tu forma de ver este lugar.
Intrigado, Shiro se levantó y siguió a Aiko, sintiendo cómo la expectación crecía en su interior. Haru y Hikaru los observaban en silencio, pero ninguno de ellos hizo ningún esfuerzo por detenerlos. Era como si hubieran aceptado que, tarde o temprano, Shiro terminaría descubriendo lo que se ocultaba detrás de las paredes de ese café.
La puerta trasera conducía a un pequeño pasillo oscuro, apenas iluminado por una luz tenue al final. A medida que avanzaban, Shiro sintió cómo el aire se volvía más pesado, como si estuvieran adentrándose en un lugar que no debía ser descubierto. Finalmente, Aiko se detuvo frente a una puerta, la misma puerta que había visto en su sueño.
—Aquí es —dijo Aiko en voz baja, colocando su mano sobre el pomo de la puerta—. Si entras, no hay vuelta atrás.
Shiro tragó saliva, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. No sabía qué lo esperaba al otro lado, pero algo en su interior le decía que debía entrar. Era como si esa puerta fuera la clave para entender no solo el café, sino también algo más profundo dentro de él mismo.
Sin pensarlo más, asintió.
Aiko abrió la puerta lentamente, y Shiro sintió un escalofrío recorrer su piel. Lo que encontró al otro lado no era lo que esperaba, pero, al mismo tiempo, sabía que había llegado al lugar correcto. Lo que descubriera allí cambiaría todo.