Doce hermosas princesas, nacidas del amor más grande, han sido hechizadas por crueles demonios para danzar todas las noches hasta la muerte. Su madre, una duquesa de gran poder, prometió hacer del hombre que pudiera liberarlas, futuro duque, siempre y cuando pudiera salvar las vidas de todas ellas.
El valiente deberá hacerlo para antes de la última campanada de media noche, del último día de invierno. Scott, mejor amigo del esposo de la duquesa, intentará ayudarlos de modo que la familia no pierda su título nobiliario y para eso deberá empezar con la mayor de las princesas, la cual estaba enamorada de él, pero que, con la maldición, un demonio la reclamará como su propiedad.
¿Podrá salvar a la princesa que una vez estuvo enamorada de él?
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CAPÍTULO 14
Al ver que Anastasia no respondía, se le ocurrió una idea. Recordando que de niña a ella le gustaba mucho el chocolate, reunió en un plato distintos tipos de dulces de chocolate de la mesa y lo acompañó con un poco de ponche. Suspirando, esperaba que aquello al menos hiciera que eso le hablara.
Anastasia, quien no había comido mucho, al ver el plato de dulces que trajo Scott, junto con el ponche, provocaron que su cara se relajara y sus ojos brillara. Sin embargo, recordando su molestia, desvió su mirada.
Scott, quien sabía como contentar a Anastasia, acercó un poco más el plato y el aroma de los dulces hizo que finalmente la primera princesa cediera al intento de contentarla. Mientras comía, escuchó lo que había pasado por parte del mejor amigo de su padre, haciendo que esta quedara en shock ante lo tonta que había hecho.
"¡Estúpidos celos!"
Se repetía una y otra vez mientras llenaba su paladar de los pequeños dulces, haciendo que Scott se riera por dentro. Era inevitable comparar a Ana con una ardilla y más cuando se colocaba roja. No obstante, la princesa mayor agradecía que él no supiera lo avergonzada que estaba.
—Entonces nos encontraron...—su mirada se volvió sombría—¿Otra vez?
—Estás en tierra santa, siendo protegida—respondió acariciando su cabeza—no dejaremos que nada les pase.
La mano de Scott comenzó a sentirse cálida, a medida que la dejaba más tiempo en su bello cabello. Un pensamiento fugaz atravesó la mente del hombre.
Sin darse cuenta, comenzó a bajar su mano hasta llegar a los labios de Anastasia, los cuales tenían un poco de chocolate.
Cuando al fin se dio cuenta, observó como Anastasia lo veía roja, mientras él lamía un poco del chocolate que robó en sus labios.
—¡Ya va a comenzar!—la voz de Diana se escuchó.
Las dos princesas observaban como las luces bajaban de intensidad, a medida que llegaba a la primera debutante. El rey Guillermo, quien estaba en su trono, observó junto a su esposa el inicio de la temporada debut.
Sin embargo, dos personas estaban ocultas del foco de atención. Puesto que al sentir algo diferente en Scott, en comparación al tacto asqueroso de aquel demonio, Anastasia aprovechó que todo había quedado oscuro para robarle un beso a Scott.
El mejor amigo del duque quedó sorprendido ante la iniciativa de la joven, fue un ataque sorpresa bastante fuerte. Tanto que quedó estático.
Pero para Anastasia, quien empezaba a sentir un terrible miedo de volver a ser tocada por el demonio, aquel beso era un bálsamo que la calmaba.
Era increíble que para obtener su primer beso con Scott, tuviera que habérselo robado, mientras jalaba del cuello de este. Pero más increíble fue cuando Scott introdujo unos segundos sus lenguas.
El hombre, quien ya no se podía contener más, tomó en brazos a Anastasia y salió sin siquiera avisarle a las doncellas de este.
Anastasia pudo observar, en sus brazos, a medida que él salía por la puerta secundaria, como una figura oscura se movía entre las esquinas.
Pero, el sentimiento de seguridad que le daba Scott era tan grande, que lo único que hizo fue hundir su cabeza en el cuello de este.
Ante la mirada sorprendida de los guardias, el próximo arzobispo se encerró en su habitación y colocó suavemente en su cama a Anastasia.
—Ana—dijo acariciando sus piernas—¿Por qué me estás provocando?
—Fue usted el que comenzó...—reprochó sonrojada—¿Por qué me acaricia si sabe que me muero de amor por usted?
Anastasia subió su mano hasta la mejilla de Scott, haciendo que este la observara de manera directa desde otra perspectiva. Ahora no era la niña que él había visto crecer, mucho menos la mujer seductora que vio en sus encuentros con ese demonio, ahora era un alma pura que desbordaba el amor que le tenía a un hombre viejo como él.
Scott ya no pudo más, un sentimiento egoísta de poseerla solo a él hizo que la besara sin darle piedad o un segundo de respiro. Pegándose tanto como podía de ella, se separó solo al escucharla quejándose un poco.
—Perdón, el cuello...—sonrió.
—Lo haré suave—respondió volviendo a besarla.
A medida que la atacaba con su lengua, soltaba los lazos delanteros del vestido de la chica, haciendo que poco a poco quedar casi desnuda de la parte superior de su cuerpo. Comenzando a besarla desde su barbilla, descendió por el lado sano de su cuello, asegurándose de hacer énfasis en dejarle chupones.
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Mientras tanto, en el corredor alrededor del palacio de la nieve, una anciana se encontraba sangrando en el piso. La mujer, ciega, no pudo ver su atacante; sin embargo, sí pudo observar el aura interna demoníaca de aquel extraño.
—¡Je,je,je! Así que eres tú...—respondió agonizando—¿Qué se siente cuando algo valioso se te es arrebatado sin piedad?
El demonio, quien respondía al nombre de Alfonso, se sentó encima de la anciana para intentar asfixiarla; sin embargo, cada que estaba en el palacio, sentía que su fuerza se debilitaba.
—Dile que Anastasia es mía—susurró antes de desaparecer—si insiste en quitármela mataré a todos los que ella amaba.
Tras quedar sola, la abuela Baba rompió el escapulario que llevaba en su mano y le permitía rastrear al demonio. Sabiendo que posiblemente moriría, quería al menos avisarle a Jeremy Jr. sobre lo ocurrido con ella.
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Esa noche, tras recibir la señal de la anciana, Jeremy Jr. logró llegar hasta donde ella estaba para intentar salvarla; no obstante, su situación estaba demasiado crítica. Sin pensar que el alejarse de las otras dos princesas sería la gota que derramaría el vaso.
—¡Beatrice!—Diana gritó—¡Hermana! ¡¿Dónde estás?!
La cuarta princesa, al darse cuenta de que su hermana mayor desapareció, fue en su búsqueda con los guardias y las doncellas. No sabían qué había pasado, pero en cuestión de segundos, tanto Scott, como Anastasia, Jeremy jr. Y Beatrice habían desaparecido.
Diana, pálida de que algo malo hubiera sucedido, en especial porque Beatrice había desaparecido estando a su lado, tomó un poco del vino que había en una de las mesas exteriores del salón de baile. No obstante, era tan dulce el vino que siguió tomando más, poco a poco sintiéndose mareada en el proceso.