¿Está cansada de asistir a reuniones familiares y eventos sociales completamente sola? No espere más. ¡Novios Print es su solución! Modelos exclusivos y de edición limitada. ¡Adquiéralo ya! Restricciones aplican. «Completa»
NovelToon tiene autorización de Sara Wells para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
4.2
De entre todos los planes de rescate que había efectuado, ese era definitivamente, el más absurdo. Alicia Johnson se paseaba afuera de la casa Green con un paquete de galletas y un disfraz de niña de exploradora, se veía horrorosamente ridícula.
Hacía algunos días en la reunión con el consejo del reino mágico, su estúpido ex-novio le había dicho que sus mejores años ya habían pasado. En aquel momento, Alicia no lo creyó. Sin embargo, ahora con dos colitas en su cabello, una minifalda verde y calcetas blancas hasta la rodilla, comenzaba a creerle.
Caminó a través del jardín mirando sus zapatos negros lustrados, maldiciendo a Aidan Haynes por ser tan imbécil. ¿Por qué siempre tenía que meterse en problemas? ¿No podía simplemente limitarse a hacer su trabajo y en última instancia, acostarse con la chica? Ese idiota no sabía cómo disfrutar de la vida. No tenía novia, apenas tenía amigos, vivía siempre con esa linda cara bonita sumergida entre las páginas de algún libro, cuando en realidad debería enterrarla entre los muslos de alguna chica.
Suspiró parándose sobre un tapete de «Bienvenidos», adornado con la imagen de los duendes de Blanca Nieves. Al parecer, uno de ellos, Gruñón específicamente, cobró vida y se molestó en abrirle la puerta, aunque esa versión del duende excedía su altura por varios centímetros. La mujer sonrió por sus incoherentes cavilaciones y extendió los brazos mostrando el paquete de galletas.
—Estoy aquí para…
—Carrie, es una vieja loca vendiendo galletas, ¿se las compramos? —preguntó Gruñón, o Edward Green, para los amigos.
Alicia abrió furiosa el paquete de galletas y se abalanzó sobre el sujeto. Edward intentó ofrecer resistencia ante su atacante y al abrir la boca para pedir refuerzos, la mujer le obligó a engullir todas las galletas.
Carrie corrió al vestíbulo, escuchando los alaridos quejumbrosos de su hermano y los rugidos fieros de una mujer, quien no era otra más que Alicia Johnson disfrazada de chica exploradora. Carrie se golpeó la frente al atisbar el alboroto que había montado ese par: Edward yacía en el piso con el rostro salpicado de migas de galletas y Alicia sentada a horcajadas sobre él.
—Para que aprendas a no llamarme vieja loca, maldito Gruñón —musitó Alicia aprisionándole las muñecas—. Debería regresarte al cuento de donde saliste, quizás pasar algún tiempo convertido en rana te ayude.
—Estás loca —replicó Edward sintiéndose mareado, mirando no una, sino dos veteranas exploradoras—. Carrie, llama a la policía… O ve por el sinvergüenza del sótano, tal vez él pueda defendernos.
—¡Excelente idea! —masculló, podría sacar provecho de la situación—. Si me dices dónde escondiste las llaves, iré de inmediato.
—Están en… —Su lengua se reusó a moverse y sus párpados a continuar abiertos.
Carrie empujó a Alicia y se apresuró a asestarle un par de cachetadas a su hermano para que despertara y soltara la información completa, pero sus esfuerzos fueron en vano.
—No despertará hasta mañana —dijo Alicia limpiándose las uñas en su chaqueta.
Carrie se puso de pie, sacudiéndose el vestido celeste, que era una réplica perfecta del de Alicia en el país de las maravillas. Su hermano le había obligado a vestirse de esa manera, para recordarle que todavía era una niña y que sus intereses no debían ir más allá de las muñecas.
—Pero Aidan está encerrado en el sótano —Hizo un puchero—, ¿puedes ayudarlo?
Alicia suspiró deshaciendo las coletas de su cabello.
—A eso he venido. Vamos.
Carrie la guió a través de los pasillos con un moño rosa bamboleando sobre su cabeza. A Alicia le extrañó el esperanzador brillo en sus ojos cafés, ella no se veía tan feliz el día que compró a Aidan.
—¿Y cómo se ha comportado? —preguntó Alicia en aras de saciar su curiosidad.
Carrie frenó su andar de forma abrupta, llevándose las manos al pecho.
—Muy bien, Aidan ha sido bueno conmigo —tartamudeó sonrojada.
Alicia sintió sus cejas alzarse. Aidan ¿bueno? ¿Y con una niña tonta? No podía ser. Algo raro estaba sucediendo.
—¿Qué tan bueno? —insistió.
Carrie evitó el contacto visual con la mujer, aligerando sus pasos hasta llegar a la puerta del sótano. Colocó una mano en su superficie y sonrió con ternura.
—Muy bueno.
Alicia bufó disparando con el dedo índice, lo que Carrie definió como un rayo mágico para estropear la cerradura. Ella pensó que tendrían que imprimir la fotografía de una llave y luego desear que fuese real, pero al parecer Alicia poseía un sinfín de habilidades ocultas.
La puerta se abrió revelando a un Aidan semidesnudo, con el cabello revuelto y los ojos adormilados. Fue inevitable para Alicia no sonreír, al momento en que Carrie saltó a los brazos de Aidan y éste los plegó alrededor de su cuerpo, abrazándola.
Las ideas de tener una cita de ensueño con Carrie, no se habían difuminado de su cabeza y haría todo lo posible por convertir sus planes en realidad.
—Bueno, yo me retiro —carraspeó Alicia sacudiéndose las manos.
—¡Espera! —exclamó Aidan—, necesito hablar contigo.
—¿Qué quieres ahora? —gimió Alicia dejando caer los hombros en un gesto fatigado.
—Carrie, ve a cambiarte de ropa —ordenó separándola de él.
Ella asintió de inmediato, percatándose de la ridiculez de sus prendas. Corrió escaleras arriba y Aidan no dejó de sonreír hasta que sus pisadas desaparecieron en el pasillo.
—Necesito que me proporciones todos los implementos necesarios para una cita.
—¿Tú? ¿Una cita? ¿Y con ella? —se echó a reír—. Por favor Aidan, ¿la has visto por lo menos? Está muy lejos de ser una mujer bonita, y probablemente tiene un hermano sicópata.
—No te burles de ella, Alicia —advirtió el chico cruzándose de brazos—. Carrie es una chica bonita e inteligente aunque tú no lo creas. Ella es la primera de mis novias que se ha preocupado realmente por mis intereses, y quiero compensarla por ello.
—Bueno, haré lo que me pidas —se encogió de hombros—. Sólo recuerda que esto tiene un precio, Aidan. Entre más extravagantes sean tus peticiones, más se te descontará de tu sueldo.
Aidan asintió. Carrie lo valía.
—A Carrie no le gusta su vestido de fiesta, arréglalo para que sea digno de ella —Alicia alzó una ceja—. No olvides hacer las modificaciones necesarias a mi traje, ambas prendas se encuentran en su armario. En cuanto a la cita, sorpréndeme.
Aidan le dio la espalda y comenzó a caminar por el pasillo.
—Me deberás mucho después de esto —musitó ella siguiéndolo con la mirada.
—Dime cuánto, lo pagaré —respondió Aidan. Tal vez por ese trabajo no ganaría dinero, pero sí obtendría un precioso recuerdo para Carrie.